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Un Marcelino de pan y vino

miércoles, 10 de noviembre de 2010
El pasado sábado, 30 de octubre, fue enterrado en el Cementerio Civil de Madrid, el fundador y primer secretario general de Comisiones Obreras (CC.OO.),1976-87, Marcelino Camacho, diputado comunista por Madrid entre 1977 y 1981.
 
Su gran reconocimiento social ha quedado tan súmamente demostrado en su sepelio que, curiosamente, con su nombre me vino al recuerdo el título de la película española
del director  húngaro, Ladislao Vadja, "Marcelino pan y vino", realizada en 1955. 
Y recalco lo de "curiosamente" por las posturas antagónicas de sus protagonistas ya que la película reproduce en extremo la vida religiosa y monacal de la época y el protagonista es un niño que mantiene una relación entrañable de amistad con Jesucristo crucificado, a quien habla todos los días.
En Marcelino Camacho podríamos decir que esta entrañable relación de amistad siempre la mantuvo con la clase trabajadora a la que él mismo pertenecía hasta el mismo día de su muerte.
Nunca olvidaré aquella vez que me crucé con él, sin saber, saliendo de un modesto portal del barrio de Carabanchel junto a su mujer. Cuando me enteré que era su vivienda me impresionó aún más saber cómo aquel hombre que siempre fue tan perseguido, vivía y paseaba tan tranquilo en el mismo barrio donde permaneció encarcelado, saludando y sonriendo a cuantos se acercaban a él. Sinceramente, aquel día aprendí a admirarle mucho más por su coraje, su tesón y su capacidad de perdón.
 
Hombre de principios como pocos, habitó en la cárcel como castigo por su lucha por la libertad y la igualdad de todos. Luchó contra la dictadura franquista y fue hombre clave para la democracia durante la Transición.
Un hombre que se hizo así mismo, capáz de dejar boquiabierto con su dialéctica a más de un ilustrado de toda índole social, política y cultural.
 
En su sepelio lo hemos podido comprobar, miles de personas quisieron despedirse de él in situ, procedentes de muchos lugares de España y de muy diferentes condiciones sociales, y sólo había palabras de respeto y admiración hacia él. Empezando por los suyos, los miles de obreros, seguidos por la Familia Real representada por el príncipe, el presidente del gobierno y políticos representantes de diversos partidos y tendencias opuestas, sindicalistas, escritores, artistas y un sinfín de personajes que ya forman parte de nuestra historia al igual que él.
 
Marcelino Camacho se nos fue, haciendo y siendo un ejemplo para la historia del pueblo español, por la propia dimensión de su figura que lo eleva a ser bautizado como el símbolo de las libertades, de la igualdad y de la lucha por los derechos de la clase obrera, siempre bajo la fuerza de la presión negociadora del sindicalismo.
Figura histórica por la importancia que representa y representó en su lucha de resistencia contra la dictadura de Franco, bien desde la cárcel o desde el exilio.
Símbolo de la coherencia, fiel a sí mismo, a sus ideas, a sus convicciones y a su clase.
 
Así como Marcelino, el personaje de la obra escrita por, José María Sánchez Silva en 1952, comparte su pan y el vino en una época llena de calamidades tras una larga guerra, Marcelino Camacho compartió sus valores, sus ideas y dedicó su vida a los demás por sus creencias políticas y humanas que, si no fueron para él muy católicas, sí fueron muy cristianas, pues se dedicó en cuerpo y alma a los más débiles.
 
Descansa en Paz, compañero del alma, compañero.
Antolín, Celia
Antolín, Celia


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