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Eduardo Pondal (V)

miércoles, 10 de noviembre de 2010
IV. LA LIRICA PONDALIANA
La obra poética de Eduardo Pondal es muy reducida, tanto más si pensamos en su longeva vida -82 años-, pero resulta excepcional: sobria, precisa, deslumbrante. Comentaremos algunos de los rasgos más importantes de su contenido.
“LA CAMPANA DE ANLLONS”, es un poemario presentado en los Juegos Florales de 1861, en La Coruña, y recogido después en el llamado “Album de la Caridad”. Es una balada sentimental que Pondal escribe, por primera vez, en gallego y expresa la profunda soledad de un joven bergantiñano preso en una cárcel de Orán. La hondura de los versos transmite la gran emoción del muchacho al escuchar los ecos de una campana, al atardecer, y al trasladarlos con tristeza al recordado sonido familiar de la iglesia de Anllóns (cuyo campanario, por desgracia, pocos años después se vino abajo un día de furioso vendaval y con él, en pedazos, la rememorada campana). El verso recio y bello sobre lo entrañable del paisaje natal conmueve al lector, a pesar de los resabios gongorinos e inocentes castellanismos que citan los críticos; sorprenden su musicalidad y las ensoñaciones melancólicas, la dolorida nostalgia sugeridora de una mística saudade.

Algunos, pretenden minusvalorar al poeta indicando que tiene un vocabulario y un registro lírico muy reducidos, de una sola cuerda y de ser autor de elegías quejumbrosas, geografías mínimas y agrestes soledades; sin embargo no deja de ser enérgico y viril. Tan es así, que la condesa de Pardo Bazán señaló que” esta hermosísima poesía es la pieza angular dónde descansa la reputación de Eduardo Pondal”. El público puede desinteresarse del celtismo pondaliano pero reconoce al buen poeta, y de ahí el aura de su popularidad.

“RUMORES DE LOS PINOS”, de 1877, es una obra bilingüe, de estructura casi cerrada, que asume el espíritu del pueblo y del terruño, de las gentes sencillas y de heroicos antepasados heridos, como los pinos, por los vientos atlánticos. Canta el mundo geográfico local, telúrico, de Bergantiños, al modo de un bardo antiguo, con un lenguaje popular rebuscado y repetitivo (esquivo, lanzal, garrido, fiero, adusto). Este poema fue la base del actual himno gallego, al que puso música P. Veiga, y es el claro e íntimo antecedente de su obra maestra:

“QUEIXUMES DOS PINOS”, de 1886. Desde entonces ya sólo escribirá en gallego. Es un breve poemario de ritmos sencillos, pero áspero y expresivo. Continúa hablando de la libertad del pueblo frente a la opresión de siglos, de bardos populares y héroes antiguos y liberadores, de la naturaleza, de las tierras del Xallas; lanza su grito estridente y envidioso de los cuervos que vuelan libres sobre los pinares, cuando no hace mención de animales errabundos pero hostigados, cual los lobos, mientras con su tristeza a cuestas camina por las corredoiras y las bocarribeiras de los valles próximos. Y a partir de una entusiasta política nacionalista de la región gallega, pretende restaurar la energía y el espíritu de los antepasados celtas.

Desde un romanticismo liberal y costumbrista, vuelve a la infancia enraizada en su tierra, a las gándaras y peñascales, en la búsqueda de utopías arqueológicas (de dólmenes, castros y menhires) que le arrastran hacia los aborígenes, a los antepasados de la raza de Breogán. Y sueña con un futuro rehabilitado de una Galicia liberada de su paciente conformismo. Pondal, afirman los expertos, posee el “don del verso” y, en no pocas ocasiones, su poesía resulta hosca y bravía. Veamos un ejemplo:

“Feros corvos do Xallas que vagante andás. en demanda de lonxe, sin hoxe nin mañán”.
(Fieros cuervos del Xallas que vagando andáis, en demanda de lejanía, sin hoy ni mañana).

Estas poesías citadas, como otras, el Dolmen de Dombate o la Grandeira, eran bien conocidas de los lectores y con frecuencia editadas, pero había otras dispersas y desconocidas (algunas rescatadas por A.Ricón y otras, por Carballo Calero);y es Manuel Ferreiro quien, en 1995, refiere la reaparición de materiales manuscritos de carácter cívico que Pondal había legado, en testamento, a la Real Academia Gallega, y que constaban como desaparecidos y, más recientemente, también advierte que había sido descubierta la versión definitiva de “Los Eoas”, datada en 1914, junto a variada correspondencia y otros manuscritos autógrafos, descubrimientos que ya permitían completar la labor crítica sobre toda aquella producción literaria.

Es sabido que don Eduardo había donado a la Real Academia otros materiales que iban a conformar una trilogía -Dos Eidos, Dos Servos, Do Intimo- sobre la que trabajó en sus últimos años. Ferreiro añade que ahora se puede establecer con seguridad el corpus total de la lírica pondaliana y, bajo su dirección, se editan tres excelentes volúmenes, en la Editorial Sotelo Blanco, titulados “Eduardo Pondal. Poesía Gallega Completa”, a partir del 2001, con varias secciones de poesías inéditas, poesías escogidas y nuevas poesías, 1908-1914.

En la misma editorial, se edita el tomo de “LOS EOAS” -que el autor no llegó a ver impreso- una vez recuperada la obra del depósito de múltiples papeles, notas y fichas, que depuran los albaceas señalados por la Real Academia: Manuel Forcadela, Manuel Ferreiro y José Ramón Pena, artífices de un trabajo ímprobo y encomiable, y de esta bella y definitiva edición.

Esta epopeya inspirada, según los especialistas, en la Ilíada de Homero y en la Jerusalén Liberada, de T. Tasso, pero, sobre todo, en Los Lusiadas de Camoens, narra el Descubrimiento del Nuevo Mundo durante el Imperio Hispánico, cuando los hijos de la Aurora, de la Luz y del Sol -como designaron los indígenas a los descubridores-, en griego Los Eoas, vencen la obscuridad del Mar Tenebroso, descubren, conquistan y colonizan América. Colón, al que hace gallego, español y universal, es el héroe que contribuye al renacer de la Iberia cristiana y a la confirmación redentora del Cristianismo. Se dice que es “una simbiosis del mundo mítico celta y la voluntad regeneracionista de España.” No es, como pretenden algunos, un texto español contra el nacionalismo gallego al que Pondal siempre defendió con gallardía. La obra está escrita en octavas reales, y en gallego. En un impresionante alarde lingüístico, distinto a la fala gallega de hoy, expresa en un fecundo idioma culto, literario y aristocrático, difícil de asumir por las gentes, pues apoyado en la historia y mitología griegas alcanza un simbolismo que requiere cierta formación. Pondal demuestra con esta magnánima obra, meditada, macerada durante veinte o más años, que el gallego es apto para cualquier texto, incluso de gran envergadura como éste. Con “Los Eoas” cumplirá su viejo sueño: ”La luz vendrá para la caduca Iberia de mano de los hijos de Breogán”.

Otero Pedrayo dejó escrito que Pondal, a quien admiraba, es un poeta de lejanías, que su verbo “toupa, brila,ruxe, dorme” (“estalla, brilla, ruge, dormita”); ama la sonoridad evocadora de los nombres, onomásticos y topónimos, y toma por célticos los que, en realidad, son germánicos. ¿Importa..?. Lo hace a sabiendas: Roiriz, Gondomil, Gondariz, Folgar, Toimil, Rentar..., convertidos en guerreros y heroínas. En “Los Eoas”, su poesía es dura, reivindicativa, agresiva y violenta, se militariza: su lira de hierro clama por la libertad del pueblo sometido, y por un porvenir mejor. Eduardo se convierte a la vez en héroe redentor, castrense, y en bardo liberador (“el único que en España puede asumir tal calificativo”), con versos contagiosos y revulsivos.

García Sabell que prologa este volumen, insiste en que Pondal da a los gallegos la conciencia histórica del pueblo singular que es, despierta su sentimiento colectivo de comunidad, de su unidad étnica y lingüística indiscutibles, que hasta entonces habían pasado inadvertidos o muy desvaídos, y lo hace con un lenguaje muy personal, muy distinto del actual y, finalmente, “le regala un pasado mítico, entre mítico e histórico, entre legendario y real, y le da un sentido trascendente a las raíces del modo específico del ser histórico: Galicia”

Solo un añadido: Pondal fue un gran admirador del luso Camoens, viajero incansable por los mares del mundo, que conoció Malasia, China, Japón, soldado y navegante, excelso cronista de la epopeya del portugués Vasco da Gama. Eduardo, por el contrario, sedentario, desde su despacho de Ponteceso -cual ombligo del universo- atisba y vagabundea en los libros y en la literatura los viajes y las guerras, el despertar de las naciones, las lejanías cósmicas; o deambula por los campos, montes y pinedas, en peregrinajes soñados por itinerarios cercanos y familiares.

V. APROXIMACIÓN A LOS ANTECEDENTES Y EVOLUCIÓN POÉTICA DE PONDAL
Eduardo inicia su singladura poética cuando comienza a declinar el romanticismo, a mediados del siglo XIX. Sus composiciones juveniles, compostelanas, son bien románticas. Recordemos el alegato libertario del “Brindis” de Conxo, en marzo de 1856. La presencia del paisaje abrupto, la revalorización de la Naturaleza, el libre quehacer individual, lo original, la recuperación del idioma, el compromiso patriótico, todo encaja en un escenario romántico dónde Pondal se encuentra a gusto y nadie puede reprocharle.

Conoce bien a Rosalía de Castro, su ocasional contertulia e íntima amiga, y admira su poesía intimista y existencial (como la de Hölderlin o Rilke) unida a los desheredados: de sentimientos sociales y doloridos. Sabe, sin duda, del gallego Nicomedes Pastor Díaz, el llamado Príncipe del Romanticismo y máximo ejemplo de la estética romántica de su tiempo, amigo de Larra y Espronceda, y también designado, el Novalis español “con más saudade y menos pesimismo”. Estudia a fondo a los poetas franceses: Baudelaire, Verlaine, Mallarmé, a Víctor Hugo, al céltico y atlántico Chateaubriand, y reconoce a otros románticos liberales o revolucionarios (Lord Byron, Carducci, Leopardi); y descubre con expectación al prerromántico escocés MacPherson: se deja seducir por la corriente del OSSIANISMO a favor de un celtismo (supuestamente) histórico que va a ser la base primordial de su implicación literaria y nacionalista: procedimiento legítimo, pues se apoya en las vicisitudes de Ossian, entonces documento de valor para el conocimiento de los celtas, revelador de una raza y de una época (J.L. Varela). Pondal filia sus versos en el celtismo de Ossian, insistimos, bardo ciego e inmortal como Homero, y “no entra así en conflicto con su habitual exigencia de rigor histórico.”(“La musa épica no ve, pero adivina y recuerda”).

Un ossianismo exigente de renuncias, de soledad, “de carencias de compromisos sociales” que explicarían un Pondal solitario, sin ataduras familiares, soltero, que le lleva a ser “menos sentimental, más profundo, más arcaico que MacPherson” y, a veces, más clásico que romántico, mientras su lengua se transforma ”en la más noble que jamás empleó un gallego, libre de vulgarismos, limpia, recia, austera, majestuosa, un verdadero milagro. Deja el folklorismo y profundiza, muy hondamente, en el idioma gallego, llenándolo de esencial emoción” (Carballo Calero).

Como decía Dª Emilia Pardo Bazán de Eduardo: es “un diamante en bruto”, el más instruido de los poetas gallegos, un hidalgo de aldea y en ella lastimosamente arrinconado. Pero, aún así, él se considera un bardo sobrenatural, profético, por encima del común de las gentes, benéfico y receptor de un melancólico pasado.

Entón o triste bardo
que soña entre as uces hirtas
na gentil arma apoyado
en donde o vento suspira;
Entoncel-o bardo, cal vago fantasma
visita a melancolía.

(Entonces el triste bardo,
que sueña entre erizados tojos,
en la gentil arma apoyado,
dónde el viento suspira;
entonces el bardo, cual vago fantasma,
visita la melancolía).

Su otra gran aportación, es la del HELENISMO: se deja influenciar, de manera notable, por la cultura griega. Sueña con Esparta, su otro gran hallazgo, y los valores incontestables de los luchadores, la rudeza militar, la muerte por la Patria; y lo hace a través de una lírica culta y sobresaliente y una original estética en busca de la libertad que enardece su otro gran arquetipo: el héroe. Otero Pedrayo añade que el amor de los clásicos no le impidió ser celta, al fin y al cabo, “lo céltico es una mezcla de griego y germánico.” Así quedaba ya abierto el camino hacia el idealismo, hacia la modernidad.

“Os Eidos Escravos”, es otra muestra de la faceta exhortativa y redentora de este helenismo, su entusiasmo por la conducción del pueblo a la tierra de promisión. Se sirve de la Grecia clásica, de su mitología, de sus poetas, para proclamar el valor militar y la búsqueda de la libertad: la guerra como tema literario (J.L.Varela). Comenta los datos históricos sobre Esparta, su austeridad, la educación para el heroísmo, la vergüenza de la cobardía, el prestigio de la lucha, de la fortaleza y de la virilidad, y los traslada, simbólicamente, al movimiento regionalista, a la queja del malestar presente, invocando un pasado autónomo e ilustre. Incluso alaba la sublevación de los esclavos en la figura de su noble defensor, Espartaco. Pondal apoya esta personal poética en el mundo griego, admira a Leónidas que con solo 300 hombres defiende el desfiladero de las “Termópilas” contra el ejército de Jerjes, o expresa la valentía del general Filopénemes, de 70 años, que muere en la lucha. Recuerda personajes de la Ilíada, la fortaleza individual, la gloria de la caída en combate, y el heroísmo colectivo.

Cando te vexo, oh filla
De Breogán nobre e boa,
Cando te vexo triste,
Desvalida e chorosa,
Ven a miña memoria
As guerras dos escravos,
As guerras dos ilotas.

O oráculo dixo:
Quen serve, ese he vil,
Ser forte ou escravo,
Morrer ou vivir;
Cingue o peito de esforzó e de ferro.


(“El oráculo dijo: quién sirve, ese es vil, ser fuerte o esclavo, morir o vivir, ciñe el pecho de esfuerzo y hierro”).

Moribundo el siglo XIX las tendencias literarias conducen al modernismo. Pondal se acoge todavía a un romanticismo residual pero con claros perfiles simbolistas propios de los poetas franceses que bien conoce. Se expresa, a veces, en un aparente parnasianismo helénico, pero se suma ya, sin dudas, a las exigencias de la nueva Europa que él traslada a la vida cultural e intelectual gallegas.

Surge, pues, libre el camino del idealismo, del futuro, de la modernidad, que ya desbrozan los poetas españoles del 98, Unamuno y Antonio Machado, itinerario en el que se sumerge con meditada y sosegada dedicación.

Antes de abandonar el romanticismo, no olvidemos que fue germánico en su origen y que la sensibilidad romántica es propia de las gentes del Norte y de la gran familia atlántica: de los pueblos celtas. Esencia lírica, eje vital, espiritual, propio de los gallegos, como comenta Otero Pedrayo, y es más que verosímil que los poetas e historiadores de esta época romántica (Murguía, Rosalía, Pondal) despertaran la conciencia del verdadero ser de Galicia, de su sentido diferencial del vivir. Los románticos extranjeros les hicieron encontrar este sentido existencial, hoy confirmado. Según el polígrafo orensano fueron algunas muestras del genio céltico en la Historia: la epopeya irlandesa, la literatura galaicoportuguesa, el Doncel del Atlántico Amadís de Gaula, el mismo romanticismo. ¡Sueña, oh celta, con el mundo del Misterio!

VI. ALGUNAS REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS BASICAS
Al indagar sobre la vida y la obra poética de E.Pondal, incluidas las biografías reiteradamente citadas (Ricón, Ferreiro, Casas), resulta curioso encontrarnos enseguida con tres discursos académicos:
1.El Discurso de Ingreso en el Seminario de Estudios Gallegos, de su discípulo Lugrís Freire, en noviembre de 1923, titulado:”Eduardo Pondal”.
2.El Discurso de Ingreso en la Real Academia Gallega, en1929, en Mondariz, de Ramón Cabanillas:”Un somero recuerdo de la vida y la obra de E.Pondal”.
3.Discurso de Ingreso en la Real Academia Gallega, en Santiago -1931-, de don Ramón Otero Pedrayo: “Romanticismo, saudade, sentimento da raza e da terra, en Pastor Diaz, Rosalía de Castro e Eduardo Pondal”.

Por lo demás, ya hemos mencionado diversas citas de los trabajos de J.L.Varela, de 1954, sobre Pondal y el Ossianismo (arraigo al territorio, la nostalgia del pasado celta como veta madre, bardo redentor, arte singular, rudo y pobre adrede); y ahora nos extenderemos algo más sobre un texto de Carballo Calero: “Aportaciones a la literatura gallega”, de 1955. Cuando nos recuerda como el Romanticismo descubre el tesoro de la poesía vernácula y la administra con fervorosa dedicación, pero que aparte algunos precursores (Añón, Pintos), “tiene que llegar Rosalía con su talento y profundidad para que Galicia tomase su plenitud física y espiritual, su auténtica identificación; y cómo será, a su vez, Pondal, quien consiga extraer y manifestar el secreto profundo del alma gallega, del espíritu de Galicia.”

Recuerda el crítico, con hermosa exactitud que “Geográficamente la Galicia de Rosalía y la Galicia de Pondal están separadas por el Tambre. La ría rosaliana es la de Arosa; la ría pondaliana es la de Corme. De un lado, Padrón, sobre el Ulla; de otro lado, Ponteceso, sobre el Anllóns. Labradíos junto al Sar, gándaras a orillas del Xallas. Dulzura y feminidad al Sur, esquivez y esfuerzo al Norte. Rosalía tuvo hogar e hijos, Pondal vivió libre y sólo”.

A propósito de Bergantiños, insiste en que es una tierra severa, esquiva, solitaria, bravía y callada, de grandes horizontes geográficos e históricos, lo que explica que la poesía de Pondal sea áspera y dramática a la vez que original, sin dejar de ser popular. Reiterados son los locativos patrios, la toponimia de los lugares cercanos, y”su adhesión incondicional al celtismo que si es indiferente para su valoración literaria, es evidente en sus dos grandes concepciones: el héroe y el bardo”.

Sin abandonar el hilo del discurso, enfaticemos el deslumbramiento que significó Rosalía de Castro en la rehabilitada literatura gallega (con criterio filológico, sólo la escrita en gallego), en su modernidad; es el verdadero comienzo de tal poesía contemporánea, y cómo, en consecuencia, se relegó a un segundo plano la valoración literaria de Eduardo Pondal, el cual no aparece en las antologías de literatura española de su época, ni siquiera, o muy brevemente, en las de Galicia. Los múltiples ensayos, algunos espléndidos, sobre Rosalía, apenas mencionan a don Eduardo como su colega del Rexurdimento, contertulio y amigo íntimo.

Parece que las cosas comienzan a cambiar, incluso se producen insólitas controversias entre críticos rosalistas y pondalianos, y no deja de significarse ya a Pondal como “paradigma del Renacimiento cultural de Galicia” (A. Ricón), o como el primer poeta gallego moderno (M.Ferrín); mientras López Casanova señala que es Rosalía la que marca los fundamentos de los que saldrá nuestra innovadora lírica moderna, a Pondal lo califica de mítico-heroico y de poeta retrasado en relación con las corrientes europeas coetáneas. Lo cual no parece muy exacto si pensamos que el bergantiñano conocía bien el francés y el italiano, y estudiaba a fondo los poetas de estos países y, en tales traducciones, a los alemanes e ingleses. Es más, los críticos lo consideran el más instruido de nuestros poetas, y propicio a lo foráneo y universal; ¿a dónde iba Rosalía más allá de su intuición o de su celeste inspiración? Pero insistamos en que ambas herencias no son irreconciliables. Ni Pondal es arcaico y pasado de moda, o solamente romántico o clásico, ni Rosalía es sólo realista o cantora popular. Los dos desconocían los Cancioneros y la poesía medieval, y se enfrentaban a un idioma y a una literatura casi por hacer, sin muchas gramáticas ni diccionarios, casi ex novo. Y Pondal consigue, a pesar de ello, una perfecta simbiosis de lo culto y lo popular: de las cantigas y de la tradición oral.

Se admite hoy (Forcadela, J.Rodríguez) que aquella literatura gallega emergente buscaba sus modelos en dos fuentes básicas: lo popular autóctono y la literatura culta ajena, más bien extranjera (portuguesa, francesa, alemana) pues eludía a la española. Una literatura que sería fruto y, a la vez, impulsora del regionalismo-nacionalismo gallego. Galicia se entendería como país y nación por tener una lengua y una literatura propias, autóctonas.

Una literatura que resurgió brillantemente con el Renacimiento gallego, representado por Rosalía, Pondal y Curros Enríquez, con peculiaridades personales y creativas bien notorias. Curros, cívico y esquemático, los otros dos, realistas primero, románticos (simbolistas, modernistas) después, Pondal además clásico, y ambos, por fin, idealistas, en pos de la modernidad. Y todos ellos, los tres, “pertenecientes a una literatura nacional definida por la lengua en que está escrita”.

Dos son, pues, las tendencias discutidas sobre la literatura gallega: si es autónoma de origen, pero no arcaica ni retrasada, o si está especialmente sujeta a las corrientes europeas y universales; quizá lo más llevadero y real sea una etiología mixta centrada en los aspectos sociales e históricos del país. Los críticos del presente, M.Forcadela, F. Rodríguez, Méndez Ferrín, López Casanova, entre otros, tienen las claves de estas distinciones.

Tras todo lo dicho, y en busca del final del ensayo, hemos situado a Eduardo Pondal como destacadísima figura de la poesía gallega y de su evolución hacia el siglo XX y cual eminente rehabilitador de la lengua literaria galaica escrita tras su secular silencio. Contribuyó a la fijación y conformación del modelo actual del idioma, a hacerlo culto, recuperando palabras, modismos y dialectos minoritarios (que tanto rebuscó por su comarca) y reduciendo arcaicos vulgarismos. Quede claro que no es un mero acompañante o comparsa de Rosalía de Castro, sino un excepcional poeta gallego y universal.

Recordemos, para terminar, que el gallego actual es una lengua popular, más que literaria, con las interferencias del castellano como lengua del poder (Leticia Eiriz). Y que no debiéramos caer en una lengua artificiosa, excesivamente “enxebre”, apegada a la realidad de la “fala” vulgar por pretender una diferenciación forzada, contra natura, del castellano, y aún por permitir recurrencias con el acento y sintaxis portugueses. Pero el tema de la lengua como índice de la pureza nacionalista, la referencia a las naciones bíblicas o babélicas monolingües, la institucionalidad del gallego y su obligatoriedad escolar, el bilingüismo constitucional, se escapan ya a los límites de estas consideraciones sobre el bardo de Bergantiños que aquí, con el reparo -entre otros- de no haber aclarado, por completo, las claves de su biografía médica, damos por concluidas. En cualquier caso, termino con la satisfacción de haber estudiado y dado a conocer -espero- la egregia y resbaladiza figura en su entorno familiar, literario, histórico y geográfico; y de visitar, de nuevo y con tal motivo, la comarca de Ponteceso y la Costa de la Muerte, una experiencia siempre fértil y emotiva.
Fuertes Bello, Antonio
Fuertes Bello, Antonio


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