Día a día (IV)
jueves, 21 de octubre de 2010
Días 20 a 25 de septiembre de 2010. Lucerna. Ciudad de aproximadamente 80.000 habitantes. Corazón de Europa. 3% de paro en la Ciudad. Restos de muralla bien conservados. Ni un solo graffiti. Ni un papel, ni una colilla, ni una cagada de perro en el suelo. Sí avisos de que pueden robarte el bolso si no andas ojo avizor. Los extranjeros más habituales son los albanokosovares que ocupan puestos que los suizos no abarcan. Pero tampoco faltan otros europeos orientales como bielorrusos, uzbecos y algún otro islamista pese a lo cual, en referéndum, acordaron no autorizar minaretes en las mezquitas y, probablemente, ninguna mezquita más.
Entre otros atractivos, el mercado de joyas y relojes es muy sugerente y todos los días en el edificio singular de propiedad de Bucherer, comentábamos con los acompañantes: "Un millón de japoneses salen de la Bucherer a la una de la tarde cargados de bolsas de relojes y joyas de varia naturaleza y marca. Llegaban unos cinco o seis autobuses a la plaza frente al edificio y así iban evacuando aquella riada de orientales cargados de material probablemente para uso propio y, además, para vender a su llegada y así poder hacer el viaje gratis.
La operación se repetía a eso de las seis de la tarde con, sensiblemente, igual intensidad y semejantes resultados que a la mañana.
Huelga decir que en la tienda existen muchos empleados japoneses y siempre, en todas las secciones, al menos, uno que habla fluidamente español. No consta que haya catalán, vasco o gallegoparlantes.
Días 4 a 12 de octubre de 2010. Lugo. Ciudad de aproximadamente 80.000 habitantes. Capital de uno de los siete reinos de Galicia. Muralla romana bimilenaria. Lucus Augusti.
Durante los días mencionados, Lugo, con la aquiescencia de trasnochados progres, se asemejó a cualquier Capital de Nación Subsahariana: Mali, Burkina Faso, Senegal, Nigeria. Sus habitantes -islamistas mayormente- se desplazaron a la Ciudad del Sacramento y procedieron a su toma pacífica pero ocupacional. Intra y extramuros, aceras, paseos, bulevares, plazas y cualquier esquina donde cupiese una mugrienta manta, allí estaba extendida y llena de basura y hediondez en forma de bolsos, abalorios y demás porquerías en honor a la ciudadanía.
Es tan denigrante el espectáculo que sería aconsejable obviarlo. Pero el menosprecio a las personas, al medio y a la economía aconsejan un, cuando menos, sucinto comentario.
La discriminación con que la progresía y demagogia gobernantes trata a los autóctonos respecto a los foráneos es absolutamente censurable. Ciudadanos que pagan impuestos de modo religioso, tasas de modo, en ocasiones, excesivo, se admiran como la tropa subsahariana les hace la competencia en sus narices respecto a sus productos. Aun en el supuesto de que fuesen idénticas mercancías y precios, siempre ganará menos el pagano contribuyente. Cada euro que recibe un subsahariano es un euro que se resta a un contribuyente autóctono.
La ocupación abusiva que de los espacios peatonales se hace por los miserables visitantes (entendiendo el adjetivo como indicador de miseria) atenta contra el normal discurrir del público por las vías ciudadanas de comunicación. Es algo nunca visto y difícilmente imaginable.
Pero lo peor, lo más denigrante a nuestro juicio, es la explotación a que se somete a estos innumerables representantes del Continente de la Negritud, que tan poéticamente cantó Leopoldo Sédar Senghor, por parte de las mafias que les suministran toda esa basura que apenas refleja una impresentable copia de un producto caro, lo que conlleva una estafa o, cuando menos, una tomadura de pelo a muchos ignorantes compradores que, aun sabiendo que aquello que ve tirando en el suelo sobre una manta, no es auténtico, no llega a creer que es tan malo como lo es en realidad. ¿Sabe la gente que un bolso de Louis Vuitton p.ej. puede valer entre 1.000 y 3.000 y ahí le piden 20 y si regatea se lo dejan en 10 o en menos aún? Pues hemos podido comprobar personalmente que muchas personas ignoran el valor del producto auténtico.
Nuestra sociedad sigue viviendo silente ante tanto abuso, ante tanto avasallamiento, no parece tener capacidad de reacción. Yace dormida como si reposase en una cuna de pétalos de rosa, rodeada de placeres mil, oyendo música de Albinoni y soñando con el nirvana o haciendo ejercicios Zen paro no enterarse del trágico mundo en el que vive, no para desesperarse, sino para esforzarse para cambiarlo y hacerlo mejor, entre otras formas, arreglando la miseria de los negros del San Froilan, arrinconando y asfixiando a las mafias que los explotan y liberando las vías urbanas para disfrute y aprovechamiento de los sufridos peatones. Procurando, en fin, ser todos más libres, menos dependientes y más eficaces y eficientes.
Goás Chao, Domingo