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El discurso de Fidel

lunes, 13 de septiembre de 2010
A veces, no queda otra que volver la vista atrás y tener que recordar acontecimientos fatídicos que dieron la vuelta al mundo por el gran impacto ocasionado, máxime cuando hay víctimas mortales.
 
Estámos ante uno de ellos, recordado como el horripilante ataque terrorista del "11 S", once de septiembre, o "9/11" en el mundo anglosajón, de 2001, donde cuatro aviones norteamericanos civiles fueron secuestrados en ruta y posteriormente estrellados en el World Trade Center de Nueva York, en El Pentágono, Virginia, y en Pensilvania, produciendo unas tres mil víctimas mortales. 
 
La noticia se extendió como la pólvora, valga el símil, y el boca a boca funcionó de nuevo al instante.
 
Yo lo viví en La Habana, Cuba. Me encontraba residiendo, una vez más, fuera de mi país y, como tantos otros extranjeros, sólo queríamos contactar con nuestras familias para apoyarnos en estos trágicos momentos de incertidumbre. No resultó dificil hacerlo y fue como estar reunidos de nuevo.
 
Los residentes extranjeros, que nos alojábamos en hoteles, nos agolpábamos unidos alrededor de la televisión del salón principal y, poco a poco, nos cobijábamos en nuestras habitaciones para no perder detalle de la tragedia que parecía no tener fin. Estábamos atrincherados voluntariamente y sólo descansábamos frente al televisor para hacer o recibir alguna llamada o juntarnos de nuevo para darnos ánimos.
 
Cuba, conocida desgraciadamente como el "prostíbulo de América" desde que gobernara el golpista Batista en 1952, hoy día prostíbulo de ciertos pseudoejecutivos y turistas europeos, como pude comprobar durante mi larga estancia en la república cubana, permanecía inquieta a la espera de las palabras de su gobernador que, ese día, se encontraba dando un discurso en la inauguración de una nueva escuela en La Habana.
Mientras, el periódico oficial, "Granma", del Comité Central del Partido Comunista de la República de Cuba, lanzaba un titular en primera página: "Dolor y tristeza junto al pueblo norteamericano", y la televisión cubana transmistía los hechos utilizando incluso los programas de las televisiones norteamericanas para ser "rigurosamente exactos con los graves acontecimientos que estaban ocurriendo en los Estados Unidos".  
 
Ante tanta tragedia, Fidel comenzó su discurso pidiendo calma y orden, resaltando que "ninguno de los actuales problemas del mundo se puede resolver por la fuerza"; les situó cronólogicamente los ataques terroristas a los allí presentes en la inauguración: constructores, trabajadores, profesores, estudiantes y demás invitados, por si alguno de ellos no se hubiese enterado; y - lo más anecdótico ante la magnitud de los hechos es que- prosiguió su discurso por riguroso orden del día pero mucho más escueto de lo habitual para dar paso a la eminente tensión internacional creada por los acontecimientos de aquellas últimas horas, condenando y rechazando tales atentados.
 
El temor del pueblo y el de los extranjeros, en esos instantes, era que éste archipiélago caribeño fuera el siguiente objetivo al tener Estados Unidos una base militar llamada Guantánamo. El resto de las siguientes horas, días y años, ya saben ustedes como transcurrió y como ha repercutido en la forma de hacer política y en la economía mundial.
Antolín, Celia
Antolín, Celia


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