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La miel néctar divino

miércoles, 23 de junio de 2010
Desde la Edad de Piedra en que un artista primitivo dejó plasmado en una cueva a un hombre, apoderándose del tesoro dorado, escondido en un nido de abejas hasta nuestros días; han transcurrido quince milenios, y el hombre no ha logrado descubrir ni inventar un alimento más puro, más suave ni más dulce que la miel.

A su pureza y dulzura se debe que haya formado parte desde los tiempos más remotos del rito nupcial de los faraones egipcios, habiéndose encontrado en la tumba de un faraón un recipiente de miel que tenía 3.300 años de antigüedad y aunque se había puesto oscura no había perdido su pureza.

Hoy en día, la miel ya sea solidificada en panes o licuada en vino, figura como símbolo en el matrimonio de muchos países, desde Indostan hasta Hungría, y en nuestra cultura denominamos “luna de miel” al primer periodo de felicidad conyugal de una pareja.

Este antiquísimo alimento es una de las maravillas, producto de la relación entre la flor que es la más bella de la creación del mundo de las plantas, y la abeja.

La naturaleza ha adaptado la forma de las flores, de un colorido y de un perfume para atraer a estos insectos de manera que sus cuerpos se adaptan a las flores para fecundizarlas y utilizar su polen y su néctar.

Sin duda, de no ser por estos insectos, millones de especies de flores se habrían extinguido. Mientras otros insectos van de flor en flor, las abejas se mantienen fieles a una sola especie a la vez, la de mayor provisión de néctar en ese momento; de ahí que el apicultor pueda ofrecer miel de diferentes sabores y aromas, dependiendo de la época del año, clima y región.

Una colmena se compone de una sola reina y de trescientos o cuatrocientos zánganos. La Reina pone de 1500 a 2000 huevos diarios naciendo por lo tanto otras tantas cada día.

Es en primavera y verano cuando la abeja obrera trabaja sin cesar. Su destino será morir en pleno vuelo durante el supremo esfuerzo por llevar su carga a la colmena después de un periodo de agotadora labor que puede durar algo más de seis semanas.

Su lugar será ocupado inmediatamente por otra abeja, que al igual que la anterior no son más que eslabones de una interminable cadena “aérea” de trabajadoras, gracias a las cuales podemos disfrutar de ese Néctar Divino. Perfecta como alimento por la variedad de minerales y vitaminas, la miel es el don que la humanidad recibe de millones de seres heróicos y laboriosos, en un mundo en el que la abeja y la flor existen para su recíproco beneficio. Llevársela a la boca es compartir una maravilla con la Naturaleza.
Iglesias Osorio, Pilar
Iglesias Osorio, Pilar


Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad de los autores y no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de la empresa editora


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