Falso, cobarde y traidor

“Muerte le ha dado, gran traición ha cometido” Bellido Dolfos, quien “cuatro traiciones ha hecho,/ y con ésta van cinco”, dice el romance sobre el zamorano que descargó la daga cuando su rey Don Sancho estaba cagando tranquilamente. Dice el romance y dice bien, porque Bellidos hay muchos y casi nunca se conforman con una. Y ello es así porque la traición, como todo lo despreciable, imprime carácter. Por eso los traidores pasan volando nominatim a la historia y a la tipología universal de lo asqueroso y miserable. Tal que así, “Roma no paga traidores” ¿o no, ibérico Viriato?; “más le valiera que no hubiese nacido”, ¿verdad, hermano Judas? Y hasta ahora todo y todos jugando con alevosa ventaja y manifiesta nocturnidad. Pero aún hay más, mucho más, ¿o no, nobles (¡!) y togados Cassio y Bruto?: “tu quoque, Brute, filii mihi”. Amistad, gratitud y parentesco, también e incluso, out: “que me traicione mi enemigo, pase, pero tú, que conmigo cogías los dulces higos…!” Lo indecible, vaya. ¿O no? Y en la línea medular, siempre y en admirable triangulación y trasvase psicológico, tres personas y un solo dios verdadero: el falso, el cobarde y el traidor, esto es ¡el miserable!, que es muy fuerte, oiga, pero que es así, aunque al trébol ese no se lo parezca y tres granos en un mismo culo son muchos granos en una misma parte. Y Miserable de miseria mercantil, porque en sí no tiene nada, por tener ni se tiene a sí mismo, que se ha vendido exclusivamente a su ego y lo tiene más hinchado que un borracho el hígado, y vendido también a otro u otros. Y no, no, no tiene ni principios ni fines, fundamental cosa en tratándose de ética, moral o personalidad, que nunca “se le supone”. Bien es cierto que sí sólo un fin tiene: a caso el final, el final del calamitoso y rotundo desprecio del juicio y desafección de todo dios.
Y ya que estamos en el mundial de fútbol de Sudáfrica, ¿por qué usted y yo no hacemos una selección de falsos, cobardes y traidores en una sola pieza, y los colgamos bien colgados… en la Red? No, no la haremos, porque no es bueno -qué más quisieran ellos, con su falta de palabra “¡que va, ¿yo?”- ni estratégico, porque nos deleiten en su ópera bufa y cómica, déjelo usted, porque la cosa tiene que ir hasta su último destino ya escrito: que casi siempre la vida se encarga de darle todas las hostias que nosotros no queremos propinarle, por no mancharnos las manos en tanta mierda que son. Tanta, que Dante apelotona a todos estos traidores, falsos y cobardes en el Ultimo Recinto del Noveno Círculo del Infierno, Canto XXXIV: “El alma que está sufriendo la mayor pena allá arriba es la de Judas, que tiene la cabeza dentro de la boca de Lucifer y agita fuera las piernas”. Je, el traidor come a su amigo y a sus hijos, ahora lo come su propio padre. Además de las piernas, quiero creer que también tendría el culo al aire. Tiempo era. “De las otras dos, que tienen la cabeza hacia abajo” -siempre la tuvieron- “la que pende de la boca negra es Bruto, mira cómo se retuerce sin decir palabra” -cuántas dijo falsas y embaucadoras que no tienen nombre-, “y el otro, tan membrudo parece, es Cassio”, que algunas veces, cuando los tutelan, van de matones, pero normalmente actúan por interpuesta y “trepadora” persona, casi siempre de obligado tinte marrón o negro esclavitud.

Por último, una pista y un consejo práctico por si a usted están a punto de clavársela y quiere hacer algo para evitarlo, si llega a tiempo: al tal tío tres en uno en la vida civil se le suele llamar “ande yo caliente, ríase la gente”, en la vida militar, topo o desertor o traidor a secas, y en la vida eclesiástica, diplomático o, a veces, borgiano. Así, pues, cuidémonos todos de los Idus de marzo, que para ellos son todos los días, en Roma o donde menos se piense.