Él no lo haría

“El perro es la virtud que no habiendo podido hacerse hombre, se hizo animal”.
Víctor Hugo.

Espectáculo lastimoso y deplorable el ver como una pareja parando su coche, bajó a un perro y arrancó a toda velocidad. Paré un momento y me acerqué; allí estaba el pobre animal (un cachorro de pastor alemán) desorientado, que optó por sentarse, tal vez esperando por sus dueños. En otro momento de mi vida lo llevaría conmigo (siempre tuve perros).

Esto ocurría en la carretera muy cerca de Rábade y yo quiero pensar que se acercaría a alguna de las casas cercanas, para hacer la felicidad de sus moradores.
En esta época del año, ocurre con frecuencia porque hay que irse de vacaciones o porque ha dejado de ser el juguete del niño; cuando por poco dinero y aún gratis, existen sociedades como la Protectora de animales y plantas, que cuidarían de ellos hasta el regreso.

Esos perros abandonados deambulan de un lado a otro, en nuestras calles, en nuestras carreteras y en nuestros campos, o vuelven a sus casas corriendo muchos peligros y calamidades.

El perro es un ser sensible por lo tanto, el dejarlo abandonado es una crueldad y demuestra una gran falta de cultura.

La convivencia del perro con el hombre data de muy antiguo; podemos decir que fue el primer amigo que tuvo el hombre de las cavernas y desde entonces, perdura esa amistad, esa compenetración y fidelidad que no se ha dado en ninguna otra especie.

En principio fue un animal de gran utilidad por la precariedad de los habitáculos del hombre, las cavernas y las ciudades lacustres y, por su ayuda en la caza, etc.

Pero según la vida del hombre ha ido evolucionando, así evolucionó la del perro, y hoy desempeña en el campo diversas tareas: guarda, caza y pastoreo; y tanto aquí como en la ciudad es animal de compañía, de guarda o de lujo, contribuyendo al bienestar físico de sus dueños ya que obliga a salir dos o tres veces diarias a pasearlo, siendo esto de gran importancia en una sociedad apoltronada en la que apenas caminamos. He aquí pues, un favor más que debemos a nuestro amigo “el perro”.

Pero el hombre en muchos casos no ha sabido corresponder a esa abnegación, a ese amor sin límites, a esa fidelidad que no duda en sacrificarlo todo desde cualquier comodidad hasta la vida misma, quedando muy bien reflejada en las palabras que escribió Piero Scanziani, en recuerdo de su perro: “Oh Señor de todas las criaturas, haz que el hombre, mi dueño, sea tan fiel hacia los otros hombres como yo lo soy con él; haz que él custodie honestamente los bienes que le has entregado como yo custodio los suyos; haz que esté siempre dispuesto a la gratitud, como yo a lisonjearle. Oh Señor de todas las criaturas, lo smimo que yo soy siempre verdaderamente un perro haz que el hombre sea siempre verdaderamente un hombre”.