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La madre, obra divina

domingo, 02 de mayo de 2010
Cuando Dios creó a la madre hizo un armazón con pequeña y estrecha figura, y se puso a modelarla.

Un ángel que estaba allí comentó: ¿qué clase de madre es ésta tan pequeña y delicada?
El Señor, sonriendo, respondió: una madre así podrá jugar con sus hijos sin necesidad de arrodillarse, podrá arroparlos sin necesidad de agacharse y podrá besarlos sin encorvarse demasiado. Y siguió modelando.

Al hacer las manos de la madre, las hizo péquelas y suaves. El ángel movió la cabeza y comentó: manos tan pequeñas no podrán sostener fuertemente a un hijo cuando desee subir a un árbol. El Señor repuso con una sonrisa: … ya lo sé, pero serán capaces de manejar pañales y abrochar pequeños botones, sujetar trenzas o extraer una espina de los pequeños dedos de su hijo, y son suaves y delicadas para hacer caricias y enjugar lágrimas.

Y siguió modelando a la madre con anchas caderas y acogedor regazo y volviéndose hacia el ángel le dijo: una madre necesita un regazo amplio para recoger al hijo cuando esté cansado, para darle calor cuando sienta frío, para que duerma tranquilo sintiéndose a salvo al saberse protegido.

Dios forjó unos pequeños y finos pies, y el ángel objetó: ¿crees que una madre con unos pies tan pequeños será capaz de hacer largas caminatas o de aguantar al niño sobre ellos cuando quiera jugar? El Señor sonrió nuevamente y dijo: servirán para saltar sigilosamente de la cama cuando el niño llore o para andar de puntillas cuando su hijo duerma…

Finalmente, Dios culminó su obra dotándola de cálida y dulce voz, de ojos que supieran verlo todo, pero que reflejasen la tolerancia, la serenidad y el perdón.
Por último, le dio fáciles lágrimas para ablandar el corazón del hijo cuando al transcurso del tiempo la ingratitud y el desamor hiciesen mella en él.

Terminada su obra, el Señor miró al ángel y éste no dijo nada. Por su mejilla corría una lágrima; tal vez acordándose de tantos niños que no han dejado nacer.
Iglesias Osorio, Pilar
Iglesias Osorio, Pilar


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