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Espérame en el cielo... (I)

lunes, 26 de abril de 2010
ESPÉRAME EN EL CIELO, PITER, TAL VEZ TENGAMOS SUERTE Y EN ÉL NO HAYA FACHAS

El día 27 de julio de 1975 acusaron a un gallego de Vigo,
José Humberto Baena Alonso, miembro del Partido Comunista Marxista Leninista y del FRAC, de ser autor de un atentado terrorista, pero el día que se cometió dicho atentado, Humberto Baena estaba en la cárcel, acusado de matar a un policía en otro atentado terrorista ocurrido días atrás, exactamente el mismo día que Humberto se encontraba en Portugal. Así me lo contaron otras personas a las que se lo habían referido y la misma hermana de Humberto Baena, que así también me lo refirió. Cabe preguntarse, si en esta historia las fuerzas franquistas de seguridad del estado, individuos torpes y ausentes, no encontraron, con la detención de este muchacho y otros que más adelante citaré, una víctima contra la que descargar toda su ira. Esta manera de luchar contra el terrorismo con otro terrorismo de estado, ya se ha intentado en esa otra extensión de la dictadura. La historia de España parece una novela de terror. A veces es así como la vemos, la entendemos todos a los que la hemos vivido o nos la han referido, sobrado, malo e inconcluso. Las malignas presencias, conciencias, siguen presentes, a veces invisibles, ocupando lugares que no debían ocupar. Pero todo es tolerablemente obvio, testigos y observadores externos anuncian, denuncian las actuaciones de aquellos moribundos que se debían enterrar en los Caídos con el dictador. Las conciencias fascistas, ordenan. Ordenaron durante más de 50 años, metiéndose en otras conciencias, que a su vez, se metían en otras y otras conciencias. Muchos españoles heredaron esa conciencia hasta convertirse en una población fascista que nunca querrá confesar sus crímenes.

5 de marzo a 10 de marzo de 2010.
Leo las cartas que Humberto Baena, Piter, como a él le gustaba que lo llamaran, escribió en la cárcel, las cartas de su familia y sus poemas. Empiezo a imaginar el final y relleno unas páginas poco inconducentes. Pensé en redactar una historia, contarla con un narrador implícito o a modo de cámara para ver la película antes de rodarla, o tal vez para que me sirviera de guión. Pero después de darle muchas vueltas en la cabeza, se me perdía el personaje, ocultándoseme entre la maraña de tipos que rondaban por la historia que quería contar y se me ocurrió emplear otro recurso y narrar con un narrador testigo, o yo testigo, es decir: una primera persona de un narrador protagonista. Sin embargo, no estaba seguro de conseguir un basamento argumental y me quedaba sólo con las palabras, palabras dispuestas como monólogos interiores en tercera persona que desplegaran la conciencia del fin y de las consideraciones éticas, psicológicas y políticas de aquel momento. En la novela que proyecto escribir, aparecerán quiebres o el racconto, que es también un quiebre en el relato volviendo al pasado, aunque este último, no es tan repentino y es más pausado que un flashback (escena retrospectiva) o analepsis, en lo que se refiere a la velocidad del relato.

12 de marzo.
Aquí me decido. Hago una prueba. Relatos cortos, pequeños, con frases cortas y con frases largas. Hoy no me siento con fuerzas para proezas sintácticas. Al final todos los relatos formarán parte de mi novela. Al principio me olvido de los puntos de vista anunciados, y veo la novela como si fuera el bloc de notas de un narrador omnisciente que copia, apunta e investiga. Toma notas en su cuaderno. Anota. Calca de la documentación que le refieren. No vale. Debe pensar, no perder el tiempo con cosas que después no valgan nada. Cuando se cansa y ya no tiene nada más que anotar, hace un quiebre y deja que el personaje en primera persona siga contando la historia.

Mismo día. Heme aquí escribiendo por la tarde, pensando en el pasado y en el presente.
El ancho espacio de tiempo que ha durado la dictadura de Franco, es materia argumental, caiga quien caiga. Dictadura que se inventa y se reinventa a lo largo de los más de 30 años de democracia porque a muchos les falta.
No existe, se acabó, pero se inventa como si fuera un pueblo literario. A la vista están, reconociendo su naturaleza fascista, los que nunca aceptarán la democracia, la libertad, al otro tal como es y no como ellos quieren que sea. Individuos de naturaleza rara, anómala, impotente, tipos estúpidos y faltos de imaginación, negativos, el mismo fruto de la discordia. Siempre anoto en mi diario las preocupaciones de la vida cotidiana administrando el saber de lo que narro separándolo de la emoción y de las intenciones morales. Me sorprendo todos los días persiguiendo una explicación que me permita trazar, conforme a razón y entendimiento, el camino para seguir andando por la Historia de España, por el camino de la democracia y de la libertad, abarrotado de obstáculos humanos que hacen el trayecto más difícil. Individuos procedentes del pasado, los últimos perros del paisaje fascista con necesidad de reconocimiento y a los que la democracia acepta en el sistema, buscando esa sociedad perfecta y tolerante, aunque ellos, desde su utópico paraíso fascista, sigan usando su poder mediático en la educación, la ideología, el aborto, la eutanasia, la pareja, condenando a muerte la justicia y la libertad en la figura, por ejemplo, del Juez Baltasar Garzón.

13 de marzo de 2010.
La Oliveira de Teo me envía documentación a mi correo electrónico de los últimos fusilamientos del franquismo. Las víctimas: Juan Paredes Manot, Txiqui, de 21 años, ejecutado en Barcelona; Ángel Otaegui, de 33 años, ejecutado en Burgos. Ambos acusados de pertenecer a ETA. José Sánchez Bravo, de 22 años, Ramón García Sanz, de 27 y Humberto Baena Alonso, de 24 años, miembros del Frente Revolucionario Antifascista y Patriota (FRAC). Me enfrento ahora con la historia que me contaron y que he leído en la numerosa documentación aportada, y me pongo manos a la obra, sin un proyecto definido y sin un esquema, ante un proyecto bueno, pero que se me resistirá en cada línea.

Esta es la historia, el drama de un personaje trágico que al igual que los otros fusilados en 1975 espera un cambio, una restitución, que se les aplique la Ley de Memoria Histórica como a cualquier otro represaliado del Franquismo, que se les conmute la pena de muerte porque las cosas no fueron como dicen ni son como eran.

15 de marzo. He aquí alguna pequeña historia, alguna descripción y escenas, del conflicto que todavía no sé cómo he de titular. Queda mucho por hacer, mucho que trabajar, al final, espero que las expresiones sean más económicas.

Aquel día los españoles esperaban la sentencia, sentencia habitual de los fascistas: matar, pasear, aniquilar, fusilar, tiro de gracia. De pronto, se sintieron como en la Edad Media, ejemplarmente lejos, presenciando un acontecimiento histórico a todas luces increíble, medieval, en donde el pueblo se volvía a poner la corona, que si para algunos era una referencia imaginaria, para otros era real. La única forma de evitar que el fascismo se hiciera dueño de España a la muerte del dictador, era que no dejara herederos.

Resumiendo. ¿Por qué se lucha? Les he oído decir a mis personajes. Adelanto su discurso:
“Para evitar que siguieran mandando los de siempre: curas, fascistas, y nosotros, que los conocemos bien porque no hemos recibido una buena herencia ni de unos ni de otros, tenemos que cultivar la revolución, aunque sea ejerciendo la violencia contra los que no desean hablar de democracia, de libertad. Aunque esto contenga un morbo especial, pues la muerte de los que han sostenido el régimen franquista, practicando la tortura y otras violencias, como antaño la iglesia católica, merecen ser juzgados y condenados, siendo una forma de hacer justicia, pues por mucho daño que nosotros les hagamos a ellos, no será comparable con el daño que ellos nos has hecho a nosotros, a nuestros padres, a nuestros abuelos. Si hacemos caso a las palabras de los curas, teníamos que perdonar, poner la otra mejilla, dejar que nos siguieran pegando hostias, que les perdonáramos que dejaran a nuestras abuelas y a nuestros abuelos tirados por las cunetas”.

23 de marzo, el 22 me dediqué sólo a leer. A las 24 horas me fui a la cama.
Después de cenar, estuve viendo una película cuyo personaje, al décimo quinto día de deambular por las calles, sin destino o sentido aparente y con media cirrosis en el hígado, dos obstáculos de carne y hueso le cerraban el camino. Dos hombres le agarraron por los brazos y haciéndole ver que podía tener un accidente, se desvanecieron entre las sombras de la noche. Aquella escena se me pareció a la vivida por Piter cuando a las 22,15 horas de la noche del 22 de julio de 1975 fue abordado por diez policías en Madrid.

24 de marzo.
a) El narrador se puso en acción imaginándose a Humberto Baena Alonso, Piter, introducido en una habitación que se iluminaba con una luz muy difusa. Un policía lo cacheaba y le cogía todos los objetos personales.
Piter no llevaba ni agenda de direcciones ni nada. Un tipo de paisano se dirigió a él. Sus rasgos, su fonética, su soberbia, su jerga le pareció la de un energúmeno de la época, guardia civil o policía armada. Unas imágenes en violentos flash se le pasaron por la mente. Las imágenes iban y venían por su cabeza, se encendían y se apagaban mostrando caras y recuerdos. Piter quiso hablar, pero inmediatamente el de paisano le tomó la palabra. El tipo que le interrogaba hablaba correctamente el lenguaje del policía malo, pero en aquel interrogatorio no había policía bueno. El violento habló enérgicamente pidiendo información y una rápida confesión. Baena tuvo miedo. Conocía las torturas de la policía franquista. Tal vez era el momento de entrar en acción, de efectuar una maniobra ejemplar, pero no lograba efectuarla, estaba muy nervioso. No podía mentir, no sabría disimularlo. Él era inocente. Le acobardó el espanto de no mantener la empresa y caer en la trampa. Era muy arriesgado. Se sostuvo en el juego soportando la situación porque estaba jodido. Los fascistas le habían cebado para el sacrificio, pero no quiso precipitarse y procuró atraer la amistad y la confianza de aquellos, trabajando un terreno en el que sostenerse. Los verdugos jamás pronunciaron sus nombres. Pero, ¿por qué no me matan de una puta vez?, pensaba. Así se acabaría el problema. Mientras los torturadores hablaban interpretando su papel cinematográfico, Piter miraba como todos al mismo tiempo intentaban descubrir en él algún movimiento nervioso involuntario. Gozaron, porque descubrieron que estaba asustado.
Evidentemente, aquellos policías eran expertos y acostumbrados, extáticos y fríos torturadores; no perdían en ningún momento el control de si mismos y no bajaban la guardia ni en sueños.
Parecían disfrutar con aquel interrogatorio, sudaban por dentro y cambiaban muchas veces su manera de hablar. Al fin, pareciendo que ya no disfrutaban en absoluto ante aquella figura joven y de mirada verdosa, iniciaron un escape con los correspondientes momentos de violencia y fuego. Comenzaron los insultos, los gritos, los gruñidos, los golpes, los latigazos, las quemaduras. La misión fundamental de aquellos que le habían interrogado era conseguir un convicto, diciéndoles lo que querían oír, colocando la palabra culpable en su boca. Buscando información sobre las actividades de otros a los que temían. Ellos no necesitaban utilizar el arte y la ciencia de la indagación, como hacen los buenos funcionarios de una agencia informativa. A los fascistas les valía un inocente con tal de tener una víctima para el Jin, para el monstruo que estaba en el Pardo con un pie en el infierno. Intentaron adivinar si era un profesional o un aficionado. A veces, pretendían inspirarle simpatía rompiendo el hielo y creando un clima humano, eficaz para las confidencias. Pero Humberto Baena, siguiendo fielmente el argumento, veía en sus caras otras motivaciones perfectamente camufladas. Obtener información es un arte difícil. Saber o no saber emplear con mano izquierda las mañas y realizar una indagación correcta que permita la obtención de los informes, es el principio de un buen agente, pero aquellos envoltorios de carne fascista no eran agentes, eran verdugos, asesinos, nazis o falangistas que formaban parte de la policía privada de Franco, parecida a los antiguos Gestapo o SS de Hitler.

Mismo día, empiezo a escribir unos diálogos entre varios miembros del FRAC con los que Pite había vivido durante dos meses en la clandestinidad. Ellos pueden estar en un piso franco o en un café cualquiera de Madrid, sin citar al que habló, ni cómo lo dijo, etc. Esta escena puede suceder unas horas antes de conocerse la sentencia que condenaba a Humberto Baena Alonso, Piter, a la pena capital.

“Me han dicho que esos hijos de puta lo han torturando.”
“Algún día lo pagarán. Esos no ven el giro político que se avecina, aunque de momento nos vamos a tener que seguir conformando con la dictadura, pues los herederos del dictador que se harán cargo, no conocen otra cosa.”
“El cabrón del dictador está a punto de palmar, y los curas rezan día y noche a ver si le abren la puerta en el cielo.”
“Van a tener que rezar para que se la abran a ellos también, pues la barca eclesiástica y comunal en la que navegan, va a naufragar dentro de muy poco tiempo.”
“Para que España se convierta en una verdadera democracia se necesitaría un debate entre partidos afines.
Unir lo íntimo y lo privado, masificarnos, dejar nuestra individualidad, esperar y no sentenciar, pues muy pronto tendremos la oportunidad de cambiar este país de una puta vez por todas.”
“Tienes razón, pero es difícil, hay mucho odio y muchos deseos de venganza. No será fácil ponerse de acuerdo para transigir, olvidar, mientras que los asesinos siguen en el poder.”
“Poco a poco, el tiempo de la dictadura parecerá un tiempo lejano.”
“Pero no será fácil pasar página y empezar otro cuento imaginando un país fantástico abarrotado de cadáveres, de curas furiosos de horca y cuchillo, de individuos sombríos y de fascistas que se tengan que cruzar por la calle con republicanos y demócratas. Esa experiencia será muy difícil de digerir por unos y por otros.”
“Verdaderamente no será un cuento de países fantásticos.”
“Pero si de lugares imposibles. Un cuento dentro de un cuento de otro cuento y así.”
“A los fascistas habría que juzgarlos, hacerles confesar sus crímenes, como se ha hecho con los nazis.
Hacerles cavar las fosas comunes para que se encuentren cara a cara con todos los que han asesinado.” “Con la guerra contra los nazis, por lo menos tuvieron los juicios de Núremberg.”
“¿Sabéis lo que le han contestado al padre de Piter desde la Casa Real? “Que sienten comunicarle que la solución al problema que plantea se sale de sus atribuciones, por lo que nada pueden hacer para favorecerle.” (Anoto, mismo día, cinco de la tarde: Esa contestación la firma en nombre del Rey el general Armada, el mismo que participó en el golpe de estado del 23-F de 1981.)
Piñeiro González, Vicente
Piñeiro González, Vicente


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