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El vino

martes, 16 de marzo de 2010
En la antigüedad, bastantes milenios antes de que Noé plantara su viña, ya se hacía vino en Mesopotania.
Hesiodo, en Los trabajos y los días nos describe la vinificación en tiempos de Homero de la misma forma que se hace hoy para los vinos licorosos sobre la base de uvas desecadas.
Cuando los Griegos de Asia Menor fundaron la ciudad de Messalia (Marsella) en el siglo VI a.C trajeron sus propias cepas al Midi de Francia y a España.
El cultivo del vino en España, dejando a un lado testimonios más o menos legendarios y conventuales, viene de muy antiguo pues parece ser que ya en la época de los fenicios se embarcaban en España vinos con destino a otras tierras.
Los Romanos ya elaboraban el vino para envejecerlo y hasta nosotros han llegado ánforas de barro cocido que enterraban en lugares frescos y que en algunos casos no se habrían hasta pasados quince o veinte años de conservación. Estas ánforas se cerraban con tapones de madera selladas con telas enceradas, pues aún pasarían muchos años (hasta 1655) en que un monje benedictino de Hantvilliers Don Perignon descubriese el tapón. Sucedió mientras buscaba un medio de aprisionar ese burbujeo del vino (champagne) y descubrió así el tapón con un trozo de corcho que le llevó otro monje español procedente de los muchos alcornoques de España. El honor de este invento fue para Francia pero los alcornoques eran españoles.
Más tarde, al refugiarse toda la cultura medieval en los cenobios y estabilizarse el Camino de Santiago casi todos los documentos de fundaciones o contratos contienen alusiones constantes al vino y a los viñedos.
El Siglo de Oro no lo fue en España solamente de las Artes y de las Letras pues mientras las viñas no podadas de la prehistoria enológica y los parrales típicos cantados por Plinio y Columela iban abandonándose, España asistía a la afirmación literaria de sus vinos a cargo de Cervantes , Lope de Vega y Góngora. El mismo Shakespeare ensalzó en dos de sus obras los rubíes generosos de las viñas jerezanas, adelantándose Alejandro Dumas, que decía que sus mosqueteros bebían vino de Canarias.
Ya no hablemos de otros países como Rumanía cuya historia vinícola se remonta al siglo VII a.C; O Turquía, a unos seis mil años a.C etc.
El vino es también un gran aliado a la hora de cocinar un buen fumet de pescado, para preparar fondos, y caldos.
“ Y también hay que decir que las leyes de la hospitalidad determinan que se ofrezca al visitante alguna bebida según el lugar, el clima, o el momento del día: bajo el ardiente sol de Oriente Medio nos ofrecerán un refresco o un sorbete; bajo las tiendas de los nómadas del Hinmalaya alguna bebida fuerte y caliente; en las ciudades un cóctel que alivie la fatiga de la jornada.
Los gallegos tenemos la suerte de tener viñedo, alguno tan famoso que aparece nombrado en las Cantigas de Alfonso X el Sabio. Todos nosotros tenemos la obligación de ensalzarlo y protegerlo porque forma parte de un legado en el que muchas de nuestras gentes trabaja y es base de su economía. Otra cosa es el beber en demasía. Para evitarlo si hace falta leyes rígidas que se cumplan.
El vino al igual que el Partenon, Miquel Ángel y la sucesión de las estaciones, está inscrito en el orden universal.
Iglesias Osorio, Pilar
Iglesias Osorio, Pilar


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