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Quisicosas XII

lunes, 15 de marzo de 2010
CICLOS ECONÓMICOS

En junio de 1953, un contingente enorme de alumnos, acudimos al examen de Economía Política al final del 1er curso de la Facultad de Derecho en el viejo caserón de San Bernardo, entonces sede de la Universidad Complutense de Madrid, nombre heredado o usurpado de la vieja Universidad Cisneriana de Alcalá de Henares.

La cuestión carecería y en realidad carece, e incluso entonces, careció de otra importancia que la de una simple anécdota que voy a relatar y que sirve de base a la presente quisicosa.

Como no había suficiencia de medios económicos, conseguí que un buen amigo y compañero, el bueno de “Rafaé mecaolamá”, me fuese prestando, para estudiar, tanto la “El Tratado Economía” de Bentham, como “El Dinero” del propio Catedrático D. Luis Olariaga.

Y verdaderamente la ayuda fue tan eficaz que, de los 15 temas que englobaba cada libro me sabía perfectamente los catorce primeros por lo que, aparentemente, el éxito estaba asegurado.

Pero ¡ay!, los cálculos de probabilidades. Llega el día del examen y: Tema VI del Bentham y tema ¡15! del Olariaga. Es decir, el último tema del libro titulado “El Dinero” de aquel anciano profesor D. Luis Olariaga. El título de tal tema era “Los Ciclos Económicos”. Y como ni me sonaba la partitura, a pesar de que desarrollé muy bien el tema primero, “El salario”, al no haber dado señal de vida del segundo, me suspendí yo mismo la asignatura.

Para los mal pensados, en septiembre, sobresaliente, sin abrir un libro y sin que se repitiese, por suerte, ningún tema 15.

Nunca he podido olvidar “Los Ciclos Económicos”. Y a lo largo de la que ya va siendo mi larga vida, hube de recordar el título del tema en diversas ocasiones. Ciclos económicos de pujanza, y ciclos económicos de depresión, como la vida misma. Pero lo que nunca había vivido era un ciclo económico con represión acompañado de depresión o crisis, a la vez, política, social, educativa, sanitaria, “alacránica”, diplomática y, sobre todo, de valores humanos.

Nunca había asistido a espectáculos degradantes, escribo desde el punto de vista de la libertad del individuo, que presencio en la actualidad, es decir, que vengo presenciando en la actualidad.

Es degradante, en primer lugar, que a escondidas del pueblo, se ponga en marcha un sistema de espionaje sobre todos los ciudadanos indiscriminadamente.

Es degradante andar presumiendo de progresismo y de defensa de derechos y libertades, de solidaridad y de no dejar abandonado a nadie a su suerte y de tener cinco millones de parados, aunque con cierta gracia decía alguien hace poco: bueno, en realidad, nuevos, hay sólo cuatro millones porque uno lo hubo siempre. Y eso, sin contar algunos sindicalistas y políticos.

Cuando hace unos días un empleado de una importante cadena hotelera con niño y medio, se despedía de mí, tras más de seis años en la brega “porque no le renovaban el contrato”, mi ánimo se conturbó tanto o más como cuando me dijeron que un chaval de diecinueve años sobrino de un socio, tenía una preocupante recidiva en su proceso canceroso.

Seguiremos con lo degradante pero, por concluir el capítulo de solidaridad, es encomiable que la esposa de un dirigente político ostente, según dicen, una docena o más de “chollos”; sin cobrar, eh?, o que algunos otros, y otras cobren varios sueldos, óbolos, emolumentos, sinecuras, o disfruten prebendas haciendo bueno el dicho: Sí, libertad, ¿para qué? Todos iguales, ¿para qué? Siempre hubo clases. Por lo menos la “nueva” y la efímera, la del parado cualificado frente al dirigente de la clase política española a la que Albiac califica en un 90% de analfabeta funcional.

Pero la vida sigue ….. casi igual. La dirigente de los doce o más chollos - sin cobrar eh?- y su marido, obligan a todo hijo de vecino a estudiar sólo en su propio idioma nacionalista, mientras sus propios hijos lo hacen en inglés, alemán, español y una hora del idioma vernáculo. ¡Ay los charnegos ignorantes…! Ya decía aquél sabio que en su país el más tonto hacía relojes. Y el que no los hacía, los arreglaba.

Aquel que decía ………un tío llegó a ver a un compostor de relojes porque el suyo no andaba. Se lo explica al manitas: mira el reloj, lo abre, sopla, y a andar el crono, Oye, gracias, ¿cuánto debo? Mil pelas, ¿Por soplar? Porque hay que saber soplar.
¡Qué bien rulan los ciclos económicos para la nueva clase!
Goás Chao, Domingo
Goás Chao, Domingo


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