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Aquel esperado futuro

viernes, 22 de enero de 2010
Aquel esperado futuro Cuando era pequeñito devoraba montañas de tebeos. En realidad, en ellos aprendí a leer. Me atraían especialmente aquellos que desarrollaban sus historietas en el mundo del futuro, con héroes intergalácticos que luchaban contra los malos. Los malos siempre eran gentes procedentes de otros planetas, que trataban de invadir el nuestro para exterminar -o esclavizar- a la raza humana.

Las aventuras de Flash Gordon eran las que más me fascinaban, por sus divertidos guiones y la belleza de los dibujos. Recuerdo que, a pesar de ser por aquel entonces un tierno infante, me tenían impresionado aquellas chicas que dibujaba el artista con sensual elegancia y de proporciones tan actuales. En estas historietas los terráqueos ya habían conseguido una alianza en el ámbito planetario, con un gobierno mundial. Tras haber alcanzado un gran desarrollo social y tecnológico, la paz reinaba en la Tierra y la vida discurría tal como la había soñado el ser humano desde la más remota antigüedad. Las máquinas habían permitido que el hombre, liberado de los trabajos más ingratos, dispusiera del tiempo necesario para cultivar sus más queridas aficiones: las artes, los oficios artesanales, el contacto con la naturaleza, los deportes. Y para defender este mundo feliz existían los guardianes del espacio, que vigilaban y patrullaban sin descanso para rechazar cualquier intento de invasión por parte de otros pueblos, formados por extraños seres de otras galaxias…

Pero aquel futuro ha llegado, al fin, y nuestros juveniles sueños no se han cumplido. Desgraciadamente, ya en la antesala del mítico siglo XXI, parece que en nuestro planeta la paz cada día se ve más lejana. No han aparecido aún los extraterrestres malos con ganas de exterminar a la raza humana (si acaso algún que otro, despistado e inofensivo, en plan turístico). Lo que ocurrió fue que teníamos el enemigo dentro, generado en nuestras propias entrañas, surgido de la insaciable sed de poder del hombre, de su ilimitado egoismo. Y cuando ya habíamos visto el fin de la guerra fría y el advenimiento de la distensión; la desaparición del Muro de Berlín y la descomposición (con perdón) de la Unión Soviética; cuando ya hablábamos de la sociedad del bienestar y la cultura del ocio, anunciándose a bombo y platillo la implantación de un nuevo orden, resulta que, sin que nos percatáramos, unos pocos lograban controlar la economía mundial y la tecnología armamentística, extendiendo sus tentáculos por doquier, e instaurando nuevas formas de tiranía, envueltas en papel de regalo y a pagar en cómodos plazos.

Así mientras los avances científicos se suceden imparables, las bolsas de pobreza y marginación crecen por doquier alarmantemente, incluso en los países más desarrollados. En estas condiciones la paz (aquella paz futura que imagináramos) resulta imposible. Lo que sí parece que va por buen camino, a punto de ser una realidad, es la implantación de un gobierno planetario. Pero no se está produciendo por el entendimiento y hermanamiento de los pueblos y las naciones, sino por la fuerza acumulada en los centros que controlan la economía mundial, desde donde –en definitiva- se están diseñando las líneas maestras de ese nuevo orden, proclamado tras la llamada Guerra del Golfo (nunca concluída). Lo demás es anecdotario local para distraer al personal.

Por eso, que nadie se sorprenda si algunos recordamos con nostalgia aquel futuro con el que soñábamos en nuestros años juveniles, a través de unas estimulantes viñetas en las que los malos eran los extraterrestres. Visto lo visto, mira por donde, ahora que las ideologías y las reglamentaciones laborales han sido sustituídas por las leyes de marcado; cuando los cómplices de los criminales encuentran asiento en el Congreso y los jueces se sientan en el banquillo; cuando hasta los clubes deportivos se han convertido en sociedades anónimas y algunos sindicatos montan grandes negocios inmobiliarios tomando café, copa y puro a la mesa de los grandes patronos… sólo nos queda la esperanza de que algún día lleguen a nuestro torturado planeta seres procedentes del espacio exterior, más inteligentes que nosotros, que no se dejen engañas por películas coloreadas y que nos enseñen a vivir en paz y armonía, compartiendo lo que tenemos como seres civilizados. Mientras tanto mucho nos tememos que las cosas no van a tener arreglo en esta esférica leonera llamada Tierra.
Sánchez Folgueira, Gonzalo
Sánchez Folgueira, Gonzalo


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