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Yo vengo a ofrecer mi corazón

martes, 06 de octubre de 2009
De tanto ofrecer tu corazón por los caminos de nuestro castigado continente, se te ha ido gastando de a poquito hasta apagarse. Apagarse, es un decir, una metáfora imposible: tu voz, única, irrepetible, brotará para siempre de las entrañas de la tierra, desde tu Tucumán querido hasta Tierra del Fuego.

Te fuiste Negra, cansada de pelear contra molinos de viento. Te fuiste pero renacerás mil veces entre zambas y chacareras. Pocas veces alguien ha simbolizado tanto, pocas veces una artista cantó por tanta gente, gritó por tanta gente, y su voz llegó tan lejos.
Hoy el dolor nos invade; el dolor por tu pérdida como humana, el dolor mezclado con lágrimas dulces, en la mirada melancólica de aquellos años de vino y rosas, teñidos con la sangre de tantos hermanos y hermanas. Mientras, tu voz en el exilio, “en esa tierra lejana”, no cambiaba el amor, ni el recuerdo, ni el dolor por tu tierra y por tu gente.
Veo desde mi ventana los fuegos artificiales de otro año más de fiestas, en esta tierra “lejana” que me ha acogido, que amo, pese a los pesares, y pienso lo que daría por estar hoy en Buenos Aires. Recuerdo una noche en París con exiliados uruguayos, argentinos, chilenos, cuando ahogábamos el llanto en tus canciones y en vino de tetra brick.

La vida es lo que es, a veces: maravillosa. Lo es tanto que nos dio el milagro y la alegría de tu voz comprometida.

Una voz, que bien sabés Mercedes, nunca te ha pertenecido; es patrimonio permanente de los pueblos y sus luchas por la esperanza. ¿Quien dijo que todo está perdido?

Darriba, Luz
Darriba, Luz


Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad de los autores y no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de la empresa editora


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