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Jóvenes y alcohol

martes, 26 de marzo de 2002
De los muchos problemas con los que se encuentra una sociedad viva, por su permanente modernización o actualización de hábitos y costumbres en todos sus campos, no cabe la menor duda de que el consumo de alcohol excesivo entre los jóvenes, incluyendo a los menores de edad, en lugares públicos, no ya pubs o discotecas, sino en calles o plazas, se ha convertido en un tema de debate permanente en hogares, colegios, entre amigos o sectores sociales, y que hay que poner en sus justos términos si queremos conseguir la solución menos mala para tantos disgustos y enfrentamientos como los que provoca en el entorno familiar y social en el que vivimos.

Desde luego si hay algo en lo que coincimos jóvenes y mayores, de manera individual o colectiva, es en la necesidad de respetar los derechos y libertades de todos, para lo que nos encontramos con un principio básico de obligado cumplimiento en toda sociedad democrática, cual es el saber que nuestra libertad termina donde empieza la de los demás; que tenemos todo el derecho a divertirnos y, quien quiera descansar, tiene todo el derecho a hacerlo y, para ello, hay que buscar el punto de encuentro que haga compatible la convivencia.

Todos coincidiremos también en que la solución al problema no es la contundente intervención policial contra los jóvenes. Por ello resulta importante que las licencias de los establecimientos se encuentren al día, que efectivamente las tengan para la actividad que desarrollan, que estas cuestiones sean controladas por la Administración correspondiente, que quienes no cumplan sean sancionados con contundencia y, desde mi punto de vista, que los horarios de apertura sean revisados porque no parece lo normal que a las cinco o seis de la madrugada puedan estar cerrando establecimientos que alumbran la apertura de otros similares, con el único propósito de dar continuidad a una irracional movida nocturna.

Tenemos, pues, puntos de partida coincidentes, al menos una mayoría de la población; de ahí la importancia del congreso Jóvenes, noche y alcohol que se ha celebrado en Madrid. Es fundamental que, con las premisas de las que partimos, exista un auténtico debate desde la familia hasta los poderes del Estado, que cual think tank conduzca a buscar soluciones razonables a un problema real.

Creo conveniente referir unas cifras que situarán el problema en sus justos términos: el 58% de los jóvenes entre 14 y 18 años consume habitualmente alcohol. El 43% lo hace exclusivamente los fines de semana, mientras que un 15% bebe tanto en días laborables como en fines de semana. El 11,8% de estos jóvenes realizan consumos abusivos de alcohol durante el fin de semana. Si pasamos a un intervalo de edad superior (20-24 años), estos consumos abusivos alcanzan el 16,20 por ciento.

Si hay un dato realmente preocupante es el de que los jóvenes empiezan a beber muy pronto: a los 13,6 años como media y a hacerlo semanalmente entre los 14 y 15 años. No acaba aquí la incidencia directa de esta movida nocturna, puesto que, según una encuesta del Observatorio Español sobre Drogas, se constata una intensa asociación entre los consumos de alcohol y otras drogas. Los bebedores ocasionales son en el 42% de los casos fumadores y en un 35% consumidores de cannabis. Si a ello añadimos que, según la Encuesta Escolar del 2000, alrededor de un 30% de los jóvenes de 18 años reconoce haber conducido bajo los efectos del alcohol o haber sido pasajero de vehículos conducidos por alguien en esa misma situación, o que un 40% de los escolares encuestados, entre 14 y 18 años, declara haberse emborrachado alguna vez en su vida y un 20% en el último mes, o que uno de cada dos, entre los mismos 14 y 18 años, sale por la noche todos los fines de semana y más de la mitad regresa a partir de las dos de la madrugada, tenemos un cocktail explosivo capaz de destrozar familias, segar vidas blancas y, probablemente, arruinar futuros que podrían ser, cuando menos, prometedores. Y uno se pregunta, ¿en qué piensan muchos padres?, ¿a qué esperan? ¿a que solamente el Estado, la autonomía o los ayuntamientos les resuelvan algo que, al parecer, ni les importa ni les merece la más mínima reflexión, o cuando menos, lo dan como una batalla perdida?

Como en todo, no existen magias capaces de dar la solución definitiva y que a todos contente. Desde el Gobierno se han propuesto una serie de iniciativas y debates que, al margen de ser criticados, deberían tener su contrapunto o, por lo menos, su alternativa debatible. Esas medidas propuestas por el Gobierno, de carácter informativo en primer lugar, para que los jóvenes conozcan los riesgos asociados al consumo del alcohol, de carácter educativo, dirigidas a jóvenes, padres, profesores y otros mediadores sociales, de alternativas de ocio saludable en fin de semana, mediante la utilización de espacios deportivos y culturales comunitarios, como ya se ha puesto en práctica, precisamente en algún ayuntamiento gallego y con cierto éxito y, por supuesto, medidas de carácter normativo, encaminadas a proteger al conjunto de la población y, especialmente, a los adolescentes y jóvenes, prohibiendo la venta de alcohol a menores de edad, revisando la posibilidad del consumo de alcohol en las calles, restringiendo la publicidad y promoción de bebidas alcohólicas, etcétera, todas ellas muy criticables, pero que están encima de la mesa y, ahora, cuando se inicie el debate donde corresponde, en los órganos democráticos representativos, Cortes Generales, parlamentos autonómicos, ayuntamientos, todos ellos con capacidad normativa y sancionadora, no hagamos demagogia con una cuestión que a todos nos preocupa, a todos nos alcanza o puede alcanzarnos en algún momento de nuestras vidas, y de la que en gran medida depende el futuro de toda una generación merecedora de recoger el testigo del futuro, por lo menos, con un nivel de convivencia en paz y democracia como el que nos corresponde.
Fdez. de Mesa, Arsenio
Fdez. de Mesa, Arsenio


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