Opinión en Galicia

Buscador


autor opinión

Editorial

Ver todos los editoriales »

Archivo

Psicosas: Lo sublime y lo terrenal

martes, 01 de septiembre de 2009
Tras el saludo al sol, el gurú prendió la barra de incienso, adoptó la postura del loto y entrecerró los párpados. Buscó el vacío de su mente para, así, llenarse con el poder de las energías sutiles del cosmos. Inspiró… un, dos, tres, cuatro, y espiró el aire de sus pulmones; inspiró… un, dos, tres, cuatro… y espiró procurando disolver el contenido de su pensamiento para llegar a hacerse uno con el todo absoluto.

Absorbió la vibración del gong que marcaba el final de la meditación y, lentamente, para no deshacer el camino de calma y plenitud que había recorrido, tomó del cajón el mala de ciento ocho cuentas para contar las repeticiones del mantra de las seis sílabas sagradas, “om mani padme hum” que parecían prolongar en su interior la vibrante armonía del gong gigante que marcaba, inexorable, las transiciones de la jornada.

Comió su escudilla de arroz con vegetales y dedicó la tarde a instruir a los jóvenes novicios que aspiraban a vestir con dignidad la túnica azafrán que los distinguiría como monjes, peregrinos como él mismo, de la senda de la virtud: inspirar, uno, dos, tres, cuatro, espirar, om, mani, padme, hum, uno, dos, tres...

Al caer la noche, cuando silencio llenaba todo el monasterio, contempló el firmamento estrellado, aspiró los aromas del valle y no pudo evitar que una lágrima rodara por su mejilla desde el propio sentimiento de vacío que había ido creando a lo largo del día y se preguntó, por enésima vez, si realmente sería aquel el sendero de la virtud.

En cuanto sonó el despertador, la mujer saltó de la cama para preparar los zumos y levantar a los niños. Preparó los desayunos y los bocadillos para el recreo. Los mayores cogían el autobús, pero al pequeño tenía que llevarlo a la guardería en el coche antes de ir ella misma al trabajo.

Peinó al uno, buscó el jersey que le faltaba a la otra, y le recordó al mayor que se pasara por la tienda al volver del instituto para comprar el pan para la comida.

Uno, dos, tres besos y la jornada, apenas empezada, iba ya a pleno ritmo. No le iba mal en el trabajo, pero necesitaba el ascenso. Tendría que preparar el examen correspondiente; ya vería ella de dónde sacaba el tiempo. También le preocupaba la niña; parecía estar flojeando en los estudios; tendría que pedir una entrevista con la tutora.

A la hora del café aprovechó para hacer unas compras que necesitaba y, de paso, telefonear al dentista para el pequeño. Al pasar por el escaparate de una tienda, tomó nota mentalmente de los precios de las rebajas: los niños necesitaban renovar equipo y a ella no le vendrían mal unos zapatos para el invierno.

Por la tarde, en casa, revisó los deberes de los tres y, durante la cena, comentó con cada uno de ellos sus pequeñas cosas. Una vez que los tres se hubieron acostado, la mujer se asomó a la ventana del salón. Las luces de la ciudad parpadeaban inquietas, tanto como ajetreada había sido su jornada. Sin embargo, ella se sintió feliz. Mañana iba a tener otra intensa jornada por delante pero eran esos días intensos los que la hacían sentirse plenamente viva.

SI NO QUIERES CALDO…
Todos los humanos aspiramos a “sentirnos bien con nosotros mismos”. En lo que difieren las distintas “escuelas” es, precisamente, en el modo de lograr ese objetivo.

Parece existir una especie de “ley de la mente” que algún autor de la corriente de la “Terapia de Aceptación y Compromiso” ha denominado el principio del “si no lo quieres, lo tendrás”. Los viejos campesinos anteriores a la “invención” de la Psicología ya lo denominaban el principio del “si no quieres caldo, tres tazas” y se resume en la evidencia de que cuanto más non concentramos en evitar un contenido mental o un estado emocional, más envueltos nos encontramos en ese estado o contenido indeseables, ya se trate de una sesión de insomnio, una idea obsesiva o el temor al fracaso.

Por el contrario, el hecho de centrarnos en algo externo, nos ayuda a olvidarnos de nosotros mismos, con lo que nos facilita el liberarnos de preocupaciones, favorece nuestra concentración en la tarea que tengamos entre manos con lo que las posibilidades de éxito -y por consiguiente, de satisfacción personal- aumentan.

Entonces, paradójicamente, en lugar de “rechazar el caldo”, lo que deberíamos hacer es encargarlo de menú, aunque no nos guste. De esa manera, al menos, sólo tendremos que saborear una única taza en lugar de las tres que nos corresponden por el rechazo.

Esto viene a cuento del famoso “estrés postvacacional”: el mejor modo de superarlo consiste en sumergirnos lo antes posible en nuestro trabajo. Sobre todo, si tenemos claro por qué lo hacemos, qué beneficios nos reporta a nosotros mismos y a los demás y si, además, lo aderezamos con un poco de superación personal.

BIBLIOTERAPIA
Título: La roja insignia del valor. Autor: Stephen Crane (1900). Género: Novela. Editorial: Rey Lear. Madrid, 2007.

Composición: Dosis equilibradas de valor y realismo, búsqueda de motivos personales para la acción, y persistencia en medio de las penurias.

Indicaciones: Estados de inseguridad, temor, dudas sobre la propia valía.

Contraindicaciones: No administrar en caso de creencia firme en el poder de las “energías” o en la importancia de los recursos externos para la superación de problemas.

Efectos secundarios: Duda, estupor, temor al riesgo. Suelen superarse fácilmente tirándose de cabeza desde el trampolín pero también vale entrar poco a poco en el agua.

Álvarez, Ramiro J.
Álvarez, Ramiro J.


Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad de los autores y no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de la empresa editora


PUBLICIDAD
ACTUALIDAD GALICIADIGITAL
Blog de GaliciaDigital
PUBLICACIONES