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Pablo Núñez y Julio Giz

lunes, 13 de julio de 2009
"LAS HIJAS DEL CÉSAR" Y PABLO NÚÑEZ; JULIO GIZ Y GALICIADIGITAL

Soy yo, estoy aquí; vivo. Algunos días entre brumas, espeso y gris, como El Torcal, de Antequera. En ocasiones, irreconocible, con alguna luz que me resbala. Y a veces no soy yo, que es la coyuntura. Y a veces soy yo mismo sin saberlo. El Torcal, de fauna exhuberante, de increíble riqueza, de una vegetación nunca vista, es más que “un bosque de piedras” es una audacia natural indescriptible. El Torcal es inmenso y único en el mundo. Y yo soy limitado, bastante rural, con mucho desierto y pocos oasis; rastrojos, piedra y niebla. Pero como él estoy vivo. Vivo: Mercedes, Cristo, Azucena, Fernando...

Como el Guadalentín, de Lorca, mi cauce es seco. Y a veces me desbordo, casi como el Guadalentín. Y casi como él me desespero. Pero estoy vivo y me acuerdo de Lorca, aunque no pase por allí, ni me detenga. El cauce hormigonado del Gualentín lo adorna alguna fuente artificial de las que incluso manan agua. De mi nace lo que brota: hojas secas y verdes, algún cardo y, de vez en cuando, alguna rosa efímera.
Pero como él yo sigo vivo. Ya lo sabeis: María José, Esteban, Asun, Miky...

Como el Campo Grande reverdezco. Vaya, muy de tarde en tarde, no como el Campo Grande, que sus manantiales de trasluces y de oxígeno invaden el centro de Valladolid. Una maravilla que se inicia poco después de la estatua de Zorrilla, casi en los cimientos del Teatro Pradera. Y, es tan grande, El Campo Grande, que parece que nunca se acaba.
No soy como él, no. Pero sigo vivo: Agustín, Alberto, Isabel...

Almería tiene su mar, sus cuevas blancas, su Oeste propio, su huerta y sus palmerales gigantes. Y por si fuera poco: la Alcazaba, entre árabe y cristiana. Yo quiero llegar al mar, pero el mar se me escapa casi siempre. No tengo la blancura de las cuevas, ni la fertilidad de la arena con plásticos de agua, ni soy capaz de ponerme al natural como las palmeras. No soy moro ni cristiano. No sé lo que soy yo, que es lo peor que puede ocurrirle a uno.
Pero estoy vivo: Macarena, Antonio, Tarabilla...

En Madrid, en El Retiro, las barcas se deslizan, algunas holgazanamente perezosas, con amores bonitos, amores apresurados, amores fugaces, amores no amados, amores urgentes, amores soñados, amores de agua, amores amigos, amores perdidos, amores cantados; amores llorados, amores que encienden; amores que cesan en barcas pequeñas. Pero yo sigo vivo, Celia.

Soy un “batuxo” (autóctono del Miño, sin remos) pero me ha complacido saber que existen amigos y amigas que, después de tanto tiempo, aún me recuerdan. Y que tengo amigos generosísimos que escriben cosas magníficas sobre mi, porque me quieren. Y uno se reafirma de que no está sólo. Que siempre están ahí “xa estou aquí” (ya estoy aquí, que dice Julio Giz).

He vivido días gozosos, encogido en ocasiones, ruborizado por lo que leía, y agobiado por el llanto de una muerte que no ha sido. Yo, al teléfono, decía: ¡que soy yo; vivo!.
Es cierto, lo estoy, y contento por haber sabido de lo mucho que se lee a Pablo Núñez. No fui totalmente consciente de ello hasta que escribió su “homenaxe aos vivos...” (homenaje a los vivos). Entonces comprendí que en Murcia, Lorca, Caravaca, Valladolid, Antequera, Almería, Madrid se recrean, emocionan y absorben la historia que se narra en "Las hijas del César". Una trama única, excepcional y de necesaria lectura. No es un libro de verano. Es el libro que se leerá siempre, porque será (es) una referencia fundamental, un regalo para el espíritu, la crónica jamás escrita en la que se cuentan con naturalidad y una madurez fuera de lo común hechos reales e imaginarios: intrigas, pasiones, amores imposibles, conquistas; guerra, avaricia; envidias, traiciones y heroicidades.

“Las hijas del César” de Pablo Núñez, no es un libro de Lugo, es universal y será leido en todos los continentes. Es una obra para guardar, volver a leer y viajar a Lugo (al Luc) y al mundo romano tantas veces como uno quiera. Una obra por la que no pasará el tiempo. “Las hijas del César”, de Pablo Núñez es popular y, por serlo, está en el culmen de las excepcionales escritas en este siglo. Y aunque sea llevada al cine, aún siendo así, “Las hijas del César”, de Pablo Núñez, será leida, releida y reconocida como una de las mejores obras literarias, la mejor que se ha escrito en novelas de este género y una inexcusable referencia cuando se trate de la historia de la ciudad de Lugo.

Además, Pablo Núñez, su autor, es un espíritu sensible y generoso, tanto, que por un artículo suyo, en gallego, publicado en GaliciaDigital me han llorado estando vivo. Y ha obligado a personas de Murcia, Lorca, Caravaca, Almería, Antequera, Valladolid, Madrid y de otras geografías, a intentar descifrar lo escrito en un idioma que no entendían. Un artículo que habla de homenajes, de reconocimientos; de honras. Yo me siento perfectamente homenajeado, perfectamente honrado y, además me he sentido querido y llorado. Y eso ha sido algo que yo no puedo explicar.

Dos escritores gallegos, lucenses, me han ruborizado: primero Xulio Xiz (Julio Giz) y ahora, Pablo Núñez, el de “Las hijas del César”. Lo que han escrito me ha sobrepasado, me han encogido un poco el alma y he percibido la pena por una muerte que no ha sido. Ese no era el propósito de Pablo Núñez, pero ha sucedido y a mi me ha sorprendido por lo que ha escrito y por inesperado.

Quiero seguir viviendo, pero, verdaderamente, ya puedo irme sabiendo que alguien me ha llorado un poco. La verdad, no merezco tanto. Además, si yo marchase definitivamente, hubiese preferido el honor de una comida en un discreto mesón rural, con pocos amigos, pero buenos, como los mencionados y alguno más que no he nombrado.

Y, en fin, amigas y amigos, que os habeis angustiado. Tras la primera incertidumbre nos hemos divertido un poco por teléfono y hemos hablado de Lugo y de “Las Hijas del César” de Pablo Núñez.

Y, en fin, quisiera tener yo la palabra precisa, justa y apropiada de Xulio Xiz (Julio Giz) y su capacidad para escribir y decir cosas profundas, con sencillez brillante, de manera escueta, clara, entendida y, cuando los asuntos le llegan, con una prosa poética inigualable.

Y, en fin, me gustaría saber tejer situaciones con la singularidad de Pablo Núñez, poniendo como él sólo sabe, todos los ingredientes necesarios para que se lea con verdadera delectación. “Las Hijas del César” quedará en el universo literario y será leida en cientos de idiomas por millones de personas.

Y, en fin, ya sabeis amigos llorones –lo hemos hablado entre nosotros- el Lugo que interesa, el auténtico, el veradero, se está enterando de quien es Pablo Núñez y de la importancia de su obra “Las hijas del César”. Existe, claro está, una parte pequeña, del Lugo pequeño, una reducidísima sociedad de doñas y dones endógenos, que se miran a su propio ombligo, jalean entre si hasta el aire que respiran, columpian incensarios entre su mundo cultivadísimo, se encumbran en un pedestal de musgo y de hojalata y conforman una extravagante y minúscula ciudadanía (social y política) que parece aferrarse a un pasado medieval de señores y de plebe. Afortunadamente están alejados del Lugo real y auténtico. Del Lugo que trabaja, piensa y estudia; del Lugo que comparte corazón, pasión, pujanza y dinamismo. Esta mayoría ciudadana es singular. Lo demás, que pretende lucir en los saraos, es ordinario y decadente, y no sabe, o no quiere enterarse, de que hay un escritor genial, Pablo Núñez, que ha recreado y difundido al Lugo sorprendente y extraordinario a través de su obra “Las hijas del César”.

Que existe un portal o periódico digital (GaliciaDigital) que llega a cualquier rincón del mundo. Y que se lee y se traduce con verdadera pasión.

Yo también habré de disculparme: ha tenido que suceder lo que he contado para saber con exactitud lo que representa GaliciaDigital, cuánto se lee, por dónde y cuánto se “pincha”.

En cuanto a “Las hijas del César” la mayoría de Lugo sabe de su importancia; una pequeñísima parte, social y política, parece que aún no se ha enterado debidamente. ¿O no ha querido enterarse?. Aún no habrá querido.
Será porque Pablo Núñez, su autor, es lucense. Será por eso. O quizás porque “Las hijas del Cesar” es mucho para sus ojos, o para sus sentidos.

Gzlez.Vigo, Marcial
Gzlez.Vigo, Marcial


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