Un blanco y negro, por favor

Ahora que se ha ido, hasta pedir algo tan normal en verano como un granizado de café con helado de nata, hace pensar en él, por tan inesperada noticia.

Así era el "rey del Pop", blanco y negro, o, mejor dicho, así quiso ser él, aunque mi gusto siempre lo prefirió negro.

La repentina muerte de Michael Jackson dará mucho que hablar aún después de conocerse su autopsia.
Pero lo que ya es seguro es que este trágico suceso, por otra parte nada impredecible ni imprevisible, acelera su ascenso de su ya de por sí estrellada vida, a la categoría de mito como otras tantas leyendas que se fueron sin avisar antes de la ancianidad, Elvis o Marilyn, por ejemplo.

De infancia infeliz debido a los abusos explotadores del padre, confesados por su progenitor, a estrella máxima de la música expuesta en tela de juicio en el 2005 por supuesto abuso sexual a un menor de donde salió absuelto de la acusación de pederastia.

Rey de la excentricidad por su extraño y recluido estilo de vida, hace con su exitosa carrera musical, lagunas intermitentes llenas de escándalos financieros que le llevan a una deuda de unos 400 millones de dólares.

Pisó los escenarios con menos de 6 años de edad y a los 12 ya era famoso a nivel mundial como solista del grupo formado con sus hermanos, los Jackson Five.
Trece premios Grammy, el primero de ellos a los 20 años y, ya en solitario, su mayor éxito artístico le vendría con su álbum "Thriller", 1982, el disco más vendido de la historia, y su vídeo de zombies con el que sentó precedentes en la cinematografía del vídeo musical, convirtiéndolo en una forma de arte.

A sus 50 años, en agosto cumpliría 51, se fue como nuestro artista de pop español, Antonio Vega, a otro jardín, esta vez al de Peter Pan, a Neverland, al país de Nunca Jamás, donde siempre quiso estar.