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Manuel Curros Enríquez, El poeta predilecto del pueblo

jueves, 02 de julio de 2009
Al estudiar la vida de Dª Emilia Pardo Bazán me he encontrado, no pocas veces, con la figura de Curros Enríquez. Y si ambos personajes, en ocasiones y sin enterarse, discurrieron en paralelo, en otras se cruzaron, personalmente, entre insultos, con singular tensión.

La primera concordancia corresponde a la fecha del nacimiento: el año 1851, la escritora en La Coruña, el poeta en Celanova (Orense), lo que significa - quiérase o no- una genuina semejanza generacional, en ciudad y villa gallegas.

Manuel tiene un padre escribano, muy autoritario, un déspota con el que discute con frecuencia, y a consecuencia de una de estas riñas el niño se escapa de casa: Orense, primero, con unos parientes, Madrid después, con sus hermanos, marcan la secuencia de su huída. En la capital, muy revuelta entonces, estudia el bachillerato y comienza, luego, la carrera de derecho, que no terminará, en la Universidad Central. Consigue una plaza de escribiente en el Ayuntamiento, y se dedica a la política: toma parte en la Revolución de Septiembre del 68 (que muchas cosas iba a cambiar, y más profundas que las suscitadas por el Mayo de 1968); participa más tarde, como inductor, en la Primera República y se declara ferviente republicano federalista. Como los conflictos no cesan, sus camaradas le aconsejan unas vacaciones en el extranjero y se exilia en Francia e Inglaterra, dónde aprovecha para estudiar el periodismo europeo, incluso como industria y empresa.

Cabe aquí un segundo paralelismo: también Dª Emilia, a raíz de la “Gloriosa” revolucionaria, se ve obligada a un exilio político en Francia, Suiza e Inglaterra. Ambos, muy jóvenes, con 20 y 21 años, cruzan la frontera de los Pirineos, uno por republicano y la otra, por liberal y carlista como su padre y marido. Claro que hay una diferencia: el periodista orensano se dedica casi profesionalmente a la política, como hijo de la Revolución, mientras la coruñesa es entonces sólo política consorte.

A Curros, a su regreso pocos años después, le ofrecen un cargo administrativo en la Hacienda de Orense, y allí se va, entre dudas y vacilaciones, y así comienza la trascendental deriva de su vida: político regionalista y poeta civil y patriótico, en lengua gallega. Esta es la sorprendente transformación: escribir, por primera vez en el gallego que únicamente conocía como habla oral, pueblerina y doméstica.

Manuel participa en un Certamen Poético, en Orense, con su poesía “A Virxe do Cristal”, sobre una leyenda local, y logra un primer premio. Circunstancia que va a consolidar su dedicación a las letras Gallegas.

Es la tercera coincidencia con la Pardo Bazán, pues también ella en Orense, con motivo de un Certamen Literario, consigue un par de premios por textos sobre el P. Feijóo, que la confirman en su vocación literaria.

Manuel Curros se vuelca en la lengua gallega, y tropieza con las dificultades técnicas y gramaticales propias del escritor primerizo y con la necesidad de resolver, pues no era filólogo, sus dudas sintácticas. Vuelve a escribir, y publica, una poesía en gallego “Aires da miña terra”, en clave progresista y anticlerical, que va a desencadenar la ira de las buenas gentes orensanas y, en particular, del Obispo, don Cesáreo Rodríguez, que la denuncia por “herética y blasfematoria”, y lleva a Curros a los tribunales. El libro es secuestrado, y el juez le condena, penalmente, a la cárcel y a una multa, por un delito contra la libertad de cultos.

El asunto tuvo una gran repercusión mediática y política, se habla de un proceso Dreyfus, en versión galaica, similar al que se discutía en Francia con apasionamiento. La Audiencia Territorial de La Coruña, sin embargo, le absuelve, y se libra del presidio. Entretanto ha perdido su puesto de trabajo y decide regresar a Madrid. Transcurre 1883: comienza a colaborar en el “Porvenir”, diario republicano y, pronto, en el “País”, sin abandonar su dedicación regionalista gallega, por la que se ha decantado.

Tan es así, que reincide en su feroz andadura anticlerical y publica -en 1888 - “O Divino Sainete”, una sarcástica parodia, valiéndose de la “Divina Comedia” de Dante, en la que dentro de un tren, recorre los vagones que contienen los pecados capitales, cual círculos del Infierno, y en el referido a la envidia parece encuadrar a Dª Emilia, sin nombrarla, y la zahiere en una acusación de muy mal gusto. Aquí, las vidas se cruzan, y los dos escritores se asaetan con amenazas e injurias.

Manuel sigue en Madrid, pero su vida familiar y económica no le va bien. Se mueren tres de sus hijos, y termina la relación con su mujer, siempre conflictiva, separándose.

Podemos señalar un cuarto paralelismo, por consiguiente: Emilia, a los 34 años, también se separa de su marido.

Curros, no se sabe bien porqué, tal vez por los citados problemas de familia, emigra a Cuba, en 1884, y se instala en La Habana. Escribe en “Tierra Gallega” y, después, en el “Diario de la Marina”. Ejerce al modo de los periodistas políticos y milita activamente en el Centro Gallego -de mucha raigambre en la ciudad- en defensa de sus paisanos.

Le va a coger la guerra con los norteamericanos, y asiste a la pérdida de la misma Cuba, amén de la de Puerto Rico y Filipinas. Hay miles de muertos de hambre y miseria. Es tachado de traidor al abogar por una autonomía para la Isla.

Como, a pesar de todo, sigue siendo el poeta visionario y popular de la diáspora gallega, en La Coruña le organizan un homenaje de enfervorizado galleguismo, al que acude, enojado y enfermizo, en 1904. Lo dispuso al parecer Manuel Murguía, al que Curros había conseguido una pensión en el Centro Gallego, así como una ayuda para la publicación de su ”Historia de Galicia”.

Regresa pronto a La Habana y en 1908 muere de complicaciones cardiorrespiratorias de su asma, en el Hospital Asturiano, y no en el Hospital Gallego como correspondía, por desavenencias personales. Trasladan sus restos mortales a La Coruña, a petición de la Real Academia Gallega, que presidía Murguía. Es enterrado en el cementerio de San Amaro, cercano al mar, en una ceremonia de duelo multitudinaria. Y la ciudad herculina le guarda tres días de luto.

Curros Enríquez fue un excelente periodista que colaboró tanto en diarios madrileños como gallegos, y aún cubanos. Durante algún tiempo actuó como corresponsal de guerra, en la tercera guerra carlista, enviando sus Crónicas del Norte, y en toda ocasión se comportó como un periodista comprometido socialmente con los grupos más desfavorecidos, aunque a veces resultara partidario y muy sectario, extraviado a favor de una ideología republicana o regionalista.

También Emilia es considerada como una magnífica periodista, de evidente calidad literaria, reconocida como tal en la actualidad por los prestigiosos columnistas de los grandes diarios. Otro claro paralelismo, entre ambos.

Pero en este trabajo nos interesa más su aportación a la poesía gallega, su participación en el Resurgimiento literario que comparte con Rosalía de Castro y Eduardo Pondal (el autor de “Queixumes dos Pinos”, base del épico Himno Gallego que con música de Pascual Veiga se estrenó en el Gran Teatro de la Habana, en 1907, y que se canta hoy con los arreglos de Rogelio Groba).

La poesía de Manuel destaca enseguida por su fuerza creativa, su riqueza idiomática y su enxebrismo dialectal que facilita la formación de una lengua culta, literaria, y la renovación de un habla casi olvidada en los últimos siglos. Todo ello va a repercutir de modo inmediato sobre escritores y compatriotas, en general.

Carballo Calero agrupó así tales poesías:
1.- Poemas de tipo realista, próximos a Rosalía.
2.- Poesías con determinante ideológico, de un Curros “violento, apostrofante y propagandista”, con versos de gran fuerza y continuada tensión.
3.- Temática de enxebrismo gallego teñida de ideología social (“Nocturnio, “A Emigración”, “Os Mozos”), quizá los más típicos del autor que versan sobre los problemas sociales de la Galicia de entonces: caciquismo, supersticiones, mendicidad.”La valoración de los hechos subordinada a la ideología”. Es, en estos supuestos, cuando se le considera el poeta predilecto del pueblo, el genio, el más popular de los poetas gallegos, el poeta cívico por excelencia: un profeta sociopolítico.

Este tipo de poesía patriótica es rescatada, en los años 70, por los antifranquistas como poesía -fácilmente musicada- de la resistencia y rebeldía populares. Y así, en cierta manera, se vino a reparar el olvido y abandono que padeció pocos años después de su muerte, incluso por los componentes de la Generación “Nos”, cuando la poesía se hizo más formal y esteticista, más pura, y cuando las vanguardias desestimaron lo social y lo político por precarios, prosaicos y carentes de mérito.

Curros vivió subyugado por la idea del Progreso y con una peculiar interpretación del mismo: la exaltación de la máquina liberadora de los prejuicios de la Religión y de la carga de lo Militar. José Luis Varela que estudió bien este discurso, nos dice que Manuel simboliza el Progreso “en esa máquina chirriante que llega a Orense con paso de burra”; lo superpone a su romanticismo originario, al dominio de la Naturaleza, pero no deja de ser chocante –añade- que la semejanza se prolongue así: Progreso –Máquina- Nosa Señora.

Vel ahí ven, vel-ahí ven tan toupada,
tan milagrosiña, con paso tan meigo,
que parece unha Nosa Señora,
unha Nosa Señora de ferro.
Tras ela non veñen
abades nin cregos;
mais ven a fartura
¡y- a luz y- o progreso!

Es la idea del Progreso como Religión, de la Razón cual motor de la Historia. Curros es anticlerical pero no parece un estricto ateo sino consecuente con la Revolución del 68, un anticipo del exacerbado laicismo que se avecina.

Pero José Luis Varela concluye en que algo turbio preside la creación literaria de Manuel:

Y – andan por dentro do meu peito os corvos
arrevoando.

Teño unha corda muda
n´a miña lira torva.


Dice, en otro lugar, que sufre un “remordemento xordo”. Y se advierte la ausencia de su compromiso final:

“Eu pol- o sí, ou pol- o non
Cos santos quero estar ben”.

Y concluye: “Curros tumultuoso y religioso -religioso con vergüenza y progresista con remordimiento- ofrecen un denominador que entraña el tema capital de la estilística de Galicia, al menos la del siglo XIX: la problematicidad de nuestra tradición”.


La lucha entre tradicionalismo y modernidad que también expresa la Pardo Bazán en muchos de sus escritos e, incluso, en su vida personal por veces tan disoluta, a pesar de su confesada religiosidad: de la proximidad a la Iglesia a la que muchas veces necesita con urgencia -según nos cuenta- y que le hace recurrir a la lectura de los filósofos cristianos y a los místicos españoles.

Nos queda por mencionar que Curros también se interesó mucho por las propuestas e ideas de los protestantes, más en concreto, por la Iglesia Evangélica, y que llegó a colaborar en la “Revista Bíblica”. Y resulta muy verosímil su adscripción a alguna logia masónica, como muchos afirman.

Tuvo un sucesor: Ramón Cabanillas, primero emigrante en Cuba (“Do desterro”, “Vento Mareiro”), todavía sentimental pero ya modernista: con “denuncia y voz nuevas”. Así, “Da terra asoballada”, escrita ya en Galicia. Es de apreciar -anotemos- su contacto directo con el Balneario de Mondariz, como director de alguna de sus revistas.

Es hora de terminar. Las coincidencias, muchas, entre Rosalía y Manuel, y las disarmonías (aristócrata- socialista, novelista en castellano-poeta en gallego, monárquica -republicano, realista-idealista), puede seguir deduciéndolas con facilidad, el lector interesado, de las páginas anteriores. Es probable que la mayor distancia corresponda a la ubicación de sus restos mortales en Madrid y en La Coruña, y como simple hipótesis, cual póstumo signo de concordia, no estaría de más acercarlos en un Panteón de Gallegos Ilustres, por ejemplo, en el Santiago de Compostela de la perdonanza perdurable.

Fuertes Bello, Antonio
Fuertes Bello, Antonio


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