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Noite de San Xoán

martes, 23 de junio de 2009
24 de Xuño, Noite de San Xoán.
Fogueiras, cacharelas de San Xoán...
Lo siento, continuaré es castellano pues las meigas e bruxas no me han querido dar su pócima para escribir éste artículo en gallego.
En fin, dormiré con un buen manojo de hierbas aromáticas, a ver si tengo suerte y aprendo por mi cuenta.
Poco a poco.

Mucho se habla de esta noche mágica.
Cuentos y leyendas resurgen entre las llamas de sus hogueras.
Pócimas, encantamientos y conjuros para atraer a la buena suerte o alejar los males.
Hierbas, flores y velas en algún rincón de la estancia o bajo la almohada para conseguir algún fin, casi siempre por mal de amores.
Nunca he creído en estas cosas pero la tradición indica que algo pasa con estos hechizos cuando después de tantos milenios se continúan haciendo.
Fiestas paganas procedentes de culturas como la celta o de religiones como la druídica, que el cristianismo se hizo con ellas; otra forma de encantamiento para ganar adeptos.

El caso es que, en esta noche mágica, el fuego de nuevo actúa como símbolo de pureza contra los males.
El rojo diablo de sus llamas se contradice con el rojo fuego de los corazones que alientan los deseos bajo el calor de la hoguera.
Hace años que no canto con mi guitarra alrededor de una hoguera; nunca lo hice en una noche como esta. Pero sí recuerdo las chispas que saltaban de ella, candentes y fulgorosas como los primeros amores de la adolescencia, más inocentes y comedidos que sus llamas.

Es la Noche de San Juan una noche de estrellas y por cada una de ellas se cuelan nuestras almas bajo el firmamento inmenso donde penden nuestros sueños.
Observar el fuego y luego mirar al cielo.
Ver saltar sus chispas y observar caer a las estrellas.
Pensar en miles de deseos y creer que van al cielo.
Soñar con ángeles que bajan de cada estrella a recoger nuestros pensamientos y esparcirlos por la vida hasta tocar el cielo.
Pensar que arriba hay más hogueras níveas para no confundirlas con las llamas granas del infierno.

Es la Noche de San Juan, una noche cualquiera pero, puede ser, la noche en la que una hoguera se prende y sus llamas suben hacia donde los sueños la lleven, para mantenernos vivos, ardientes en deseos, aquellos con los que el ser humano convive para no perder el aliento; para que una chispa tras otra baile por los aires hasta dar con la chispa de La Vida, aquella que hace que el fuego nunca se apague.
Antolín, Celia
Antolín, Celia


Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad de los autores y no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de la empresa editora


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