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Barquillo y Barquilleros

jueves, 21 de mayo de 2009
Barquillo y Barquilleros El barquillo, se hace a partir de una masa -amoado- que se compone de agua, harina de trigo y edulcorante -miel o azúcar moreno-. Actualmente se comercializan productos industriales. Sin embargo, la elaboración artesanal antiguamente, fue muy habitual en nuestra provincia. Para ello, el método más primitivo, empleaba dos planchas de hierro que semejaban unas tenazas, con un mango largo que evitaba quemarse al aproximarlas a la viva llama de la lareira. Posteriormente, aparecieron las planchas eléctricas con la que por ejemplo, se elaboraban las obleas en la heladería La Ibense. En el mercado se comercializan electrodomésticos diseñados para esta actividad, que por su forma asemejan una tostadora doméstica. En la ciudad llegaron a instalarse varias fábricas de barquillos, por ejemplo, en el barrio del 21 y actualmente otra en el polígono industrial de Pereiro de Aguiar.

El barquillo se elabora a partir de una oblea, es decir, una fina capa de masa que se cuece con calor empleando cualquiera de los aparatos antes citados. Estando aún caliente, esta lámina fina se puede moldear tomando al enfriar diferentes formas, a saber, canuto o neule como le llaman en Cataluña; cornete, cestita, vasito de galleta, forma fusiforme, parisiense, pañuelo, cubanito…

El barquillo ourensano era peculiar. Se hacía con ingredientes muy ourensanos: agua, miel y harina de trigo. Esta masa se escudillaba sobre la plancha de hierro, que se cerraba para que cuajase. A lo que estaba tostadiata, se enrollaba la oblea caliente en un palo cuya punta tenía forma fusiforme, apuntada, con lo cual la oblea tomaba forma cónica pero sin ser completamente cerrados en la punta –modelo que siguen los cucuruchos de los helados-. Los barquillos se dispensaban insertados unos en otros, mismo semejaban un mango plegable o un catalejo.

A este puento, cabe señalar que habiendo sido tan popular es muy rara encontrarlo en los libros de repostería gallegos.

AL indagar en este producto culinario, nos encontramos con la figura del Barquillero y según los testimonios recogidos, por barquillero se conoce a la persona que se dedicaba a vender barquillos en fiestas, verbenas y romerías de nuestra provincia, como en la ciudad de Ourense durante el siglo pasado hasta la década de los setenta. La elaboración, en algunos casos, era cosa de las mujeres de la casa las vísperas del evento, en otros casos era el propio barquillero, de ahí, que fuese característico que dejasen crecer la uña del dedo pulgar pues de ella se valían para manipular la oblea que la retiraban aún caliente de la plancha. Pardo Bazán, en su obra La Tribuna relata el trabajo del barquillero desde una perspectiva más profesionalizada, siendo su actividad constante a lo constante a lo largo del año.

Parada do Sil fue cuna de muchos barquilleros, algunos de ellos, llegaron a emigrar a Madrid donde muchos de ellos llegaron a hacer gran capital Allí, en lugares como El Retiro, Latino, Preciados se dedicaban a la venta de Barquillos y otras chuches como piñones de Ávila.

En todos los eventos representativos de la provincia no faltaba el barquillero. En Celanova, durante las fiestas patronales llegaron del mes de agosto se llegaban a juntar hasta tres, siendo el más afamado Adolfo, que tenía por costumbre acompañar la banda de música municipal. El último barquillero, tal vez, que anduvo por la provincia de Ourense fue Ricardo, un vecino de Boazo en Tierra de Caldelas, de él nos ha contado anécdotas O Rubio de Teimende, que se dedicaba a la venta ambulante de helados por las ferias de esta contorna y Monforte. También era frecuente verlos en Orense donde fue muy afamado el apodado “Zamorano”, casi siempre andaban parejos con los heladeros de La Ibense.

El barquillero transportaba los barquillos la Barquillera.
la Barquillera es un aparato hecho de hojalata, pintado a brocha y generalmente de color encarnados. Semejando una antigüa caldera de la leche, pero de mayores dimensiones. La tapa poseía una ruleta, con sus barrotillos metálicos y sus números pintado. Del mástil partía una lengüeta que giraba sobre si misma y era la encargada de marcar el premio, generalmente se hacía con una astilla de hueso de vaca.

Los barquillos se adquirían mediante el juego de la barquillera. Se han recogido diferentes formas de combinaciones aleatorias que daban lugar a diferentes juegos con sus correspondientes premios en todos ellos, es común hacer girar la ruleta y que el azar asigne los barquillos correspondientes a cada jugador.
El recuperar este juego tan tradicional forma parte del planteamiento de este proyecto.

Álvarez, Martín
Álvarez, Martín


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