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La conservación de la diversidad biológica

sábado, 01 de diciembre de 2001
LA CONSERVACIÓN DE LA DIVERSIDAD BIOLÓGICA es el principio básico de todo desarrollo sostenible. La situación en Galicia no es en absoluto halagüeña, pese a los esfuerzos de la Administración por avanzar en la conservación del patrimonio natural y a la entrada en vigor de la “Lei Galega de Conservación da Natureza”. En general están protegidos o en vías de protección buena parte de los espacios de mayor interés, aunque no con la efectividad necesaria.

Las carencias observadas en la gestión de los actuales espacios protegidos siguen siendo preocupantes. Así, se hacen repoblaciones con pinos y eucaliptos en hábitats de matorral de conservación prioritaria en Europa, se construyen parques eólicos en Espacios Naturales protegidos o se sellan explotaciones mineras con el consecuente daño a distintas especies de murciélagos.

Es urgente la elaboración de un Libro Rojo gallego que identifique las especies animales y vegetales con problemas de conservación, un documento serio elaborado por profesionales titulados competentes. Se reclama una mayor dotación económica para la Consellería de Medio Ambiente y una ampliación del personal técnico con la formación adecuada. Como colectivo, los biólogos no podemos dejar de recordar que la conservación real de la biodiversidad de una región no se encuentra en sus espacios protegidos, sino en lo que sucede fuera de los mismos.
COLEGIO OFICIAL DE BIÓLOGOS DE GALICIA

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DECLARACIÓN DE LA DELEGACIÓN DE GALICIA DEL COLEGIO OFICIAL DE BIÓLOGOS CON MOTIVO DE LA CUMBRE DE MARRAKECH DE RATIFICACIÓN DEL PROTOCOLO DE KYOTO

El cambio climático, o lo que con mayor precisión debiéramos llamar cambio climático inducido por las actividades humanas, es desde hace años un tema recurrente en los medios de comunicación y fruto de no pocas controversias. Los hechos básicos del cambio del clima son innegables: la temperatura media de nuestro planeta y la concentración atmosférica de CO2 y otros gases de efecto invernadero han aumentado durante el último siglo. En particular, el CO2 ha subido hasta valores aparentemente superiores a los de cualquier otro periodo anterior para el que disponemos de información fidedigna. Dicho sea de paso, el efecto invernadero, a veces demonizado con el lema de “el pernicioso efecto invernadero” incluso en material didáctico para la enseñanza, es el que mantiene la temperatura media del planeta unos 30º C por encima de la que habría sin dicho efecto. Éste se debe a que ciertos gases, presentes en concentraciones muy bajas en la atmósfera: el vapor de agua -el principal-, el CO2 o el CH4 (metano), atrapan parte de la radiación que la Tierra reemite al calentarse debido a la recepción de energía procedente del Sol. Es decir, provocan una ganancia neta de energía en el sistema tierra-atmósfera.

Gracias a los estudios paleoclimáticos hoy sabemos que la concentración de estos gases ha variado sustancialmente con los grandes cambios climáticos. En los periodos fríos, glaciales, su concentración ha sido baja, y en los periodos cálidos, interglaciales, ha sido más alta. De ahí que se pueda establecer una relación directa entre temperatura y concentración de gases de efecto invernadero en la atmósfera. Si a ello se une que la quema de combustibles fósiles por actividades humanas está emitiendo cantidades extraordinarias de CO2, la conexión con el aumento observado de las temperaturas está servida.

¿Entonces, por qué tanta controversia? En primer lugar, y ciñéndonos al campo de la Ciencia, no hay acuerdo generalizado sobre si el aumento del CO2 es causa o efecto, esto es, si aumenta como consecuencia del aumento de la temperatura o viceversa. Éste no es más que un ejemplo de la complejidad inherente al propio sistema climático. Son tantas las partes implicadas en el equilibrio dinámico del mismo -atmósfera, océanos, hielos polares, biosfera…- y a escalas de tiempo tan distintas, que resulta complejísimo diseñar modelos que representen de forma adecuada su funcionamiento. Por otro lado, los estudios paleoclimáticos han revelado que el sistema climático presenta una evolución caracterizada por los cambios abruptos. Mientras que los estudios actuales sobre dinámica atmosférica están introduciendo en escena patrones de acoplamiento oceános-atmósfera recurrentes, pero de periodicidad no perfecta, como el fenómeno de El NIÑO y la Oscilación Sur (ENSO) o la Oscilación del Atlántico Norte (NAO), que tienen profundas consecuencias en el clima.

La discusión científica, el contraste de hipótesis, es deseable pues representa uno de los mecanismos que aseguran el avance de la Ciencia. En el campo social y económico, este debate no debe ser tomado como justificación para la falta de acción. El conocimiento científico es necesario para la puesta en perspectiva de los cambios actuales -la falta de perspectiva produce pánico-. Las posturas excesivamente optimistas, de quienes piensan que la tecnología actual o futura será capaz de solucionar cualquier problema, son tan negativas como las de quienes obvian el problema: “si el daño ya está hecho, ¿para qué preocuparse?”, o bien, “¿qué importancia tiene lo que ha ocurrido en el pasado, hace miles de años?, eso no es de aplicación para la sociedad actual”. Estudios recientes revelan que algunos cambios abruptos, durante unas pocas décadas, dieron al traste con ricas y complejas culturas en el oeste suramericano. Y lo que es más llamativo, cuanto más compleja era la cultura mayor y más precipitado fue su colapso. Estas catástrofes, no obstante, siempre han estado acompañadas de nuevas oportunidades, nuevas alternativas que fueron aprovechadas por otras culturas.

Si bien la nuestra no es la primera especie en explotar los recursos de la Tierra -todas las especies lo hacen, baste recordar que la composición y, en cierta medida, la dinámica actual de la atmósfera es consecuencia de la aparición de los primeros organismos fotosintetizadores que al fijar el CO2 atmosférico liberaban como producto secundario O2-, tal vez sí es la que mayor impacto está teniendo. La explotación indiscriminada de los recursos de nuestro planeta produce efectos secundarios al interferir en el complejo sistema de interacciones que mantienen un equilibrio dinámico entre la biosfera -incluídos nosotros- y los demás subsistemas terrestres -hidrosfera, atmósfera, litosfera-. Pero también es posible que sea la única consciente de esto. Por ello, es también la única -al menos de momento, desde un punto de vista evolutivo- capaz de plantear alternativas de uso de los recursos, más compatibles con la dinámica natural de los subsistemas terrestres y que produzcan la menor interferencia posible en los mismos.

Con el trasfondo de la cumbre de Marrakech, recientemente celebrada, cuyo objetivo era la ratificación del Protocolo de Kyoto sobre reducción de emisiones de CO2 a la atmósfera, se ha reavivado el debate sobre las medidas a tomar para mitigar el cambio climático. Al igual que en la negociación del propio Protocolo, al cual no se adhirió finalmente el gobierno de los EEUU -país responsable de casi la cuarta parte de las emisiones actuales-, la imagen que más ha trascendido ha sido la de la disputa por obtener cuotas favorables y no precisamente la de estar consensuando una política de protección medioambiental. “Suficiente es suficiente” (“Enough is enough”), esta frase tan recurrida en los debates políticos en EEUU, debiera constituirse en un lema para la inmediata aplicación del principio de precaución.

Más allá del debate científico, el estado de conocimientos actuales justifica una mayor preocupación por el cuidado de nuestro medioambiente. Todas las acciones que se tomen hoy al objeto de desarrollar políticas cuyo objetivo sea la protección del medio ambiente y un uso más racional del mismo deben ser prioritarias. No debemos olvidar, que además de la salud global del planeta es nuestra propia supervivencia como especie la que está en juego.

Una de las conclusiones más dramáticas que recoge el último informe del IPCC (Intergovermental Panel on Climate Change) es que los cambios, con mayor o menor inducción por parte de la actividades humanas, tendrán sus repercusiones más negativas en los pueblos más desfavorecidos del planeta. El COB urge a los responsables de las políticas regionales, nacionales e internacionales -este es un problema de todos- a apostar por una clara y decidida política ambientalista, menos dependiente de los equilibrios macro-económicos a corto plazo.
Martínez Cortizas, Antonio
Martínez Cortizas, Antonio


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