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Patrimonio escondido

miércoles, 13 de marzo de 2024
Cuando, en el siglo XII, llegan las Órdenes mendicantes a Lugo, Franciscanos y Dominicos, fundan sendos conventos en las afueras de la pequeña ciudad, en el Carballal. Situados en el límite del pequeño núcleo de población, tras ellos solo había campos dedicados a la industria local, la alfarería. Rodeando todo, la Muralla. Aún hoy, al hacer alguna excavación en esa zona, no es raro encontrar restos de alfares o de piezas de barro.

Cualquier observador avispado comprueba cómo, junto al dédalo de callejas que rodean el entorno de la catedral, tras los dos conventos la ciudad se expande en calles rectas y amplias, parecen dos ciudades Patrimonio escondidodiferentes dentro de una misma Muralla. Frente al convento de San Francisco, hoy sede del Museo Provincial, se generó una plaza que conocemos como de La Soledad, y frente al de dominicos, creció la plaza de Santo Domingo, llamada a ser centro de la ciudad con el paso de los siglos.

Al terminar el siglo XIX, el convento de dominicos fue ocupado por monjas agustinas, y allí sigue en su sitio inicial, presidiendo un jardin sujeto a múltiples cambios urbanísticos. Frente a él, hay un cantón peatonal limitado por una bonita fila de camelios, recortados en cilindros y que nos anuncia la llegada de la primavera.

Desde la acera de viviendas, los camelios no dejan ver toda la fachada del convento, solo su parte superior, aleros, cornisa y marcos de ventanas, todo muy barroco. A mí me gusta ese conjunto de camelios, como tramoya urbana, que no deja contemplar la totalidad de la fachada, pero que invita, a quien quiera, a adentrarse para satisfacer su curiosidad. Mi amigo Paco Nieto no comparte esta idea. Le gustaría que la fachada se viese desnuda, sin obstáculos intermedios. Cambio de opiniones, contraste de pareceres, siempre pacíficos y enriquecedores.

Al entrar en la iglesia creemos estar en otro mundo, las diferencias con la calle y su ajetreo se notan nada más pisar el suelo de este amplio vestíbulo, que siempre me ha recordado a una logia italiana. Logia de tres arcos, el central con cancilla abierta y rieles para las hojas de la puerta, que nunca vi cerrada. Encastrados en el suelo, esos rieles tal vez están allí para hacerños soñar con otros tiempos.

Accedemos a la iglesia por una puerta lateral, de inicios de la época gótica, sobria y sin disimular su estilo. Tímpano vacío y capiteles con temas vegetales. La iglesia se benefició hace posos años de una restauración que limpió y blanqueó paredes. Hoy estamos en un lugar limpio, luminoso y austero. Si he de hablar de las imágenes, diré que hay de todo. Algunas barrocas con sus características de ropajes removidos por un viento imaginario, necesitados de un experto, devoto y cariñoso trato restaurador.

El templo ha sufrido diversos y prolongados robos, por eso hoy lo encontramos casi vacío de mobiliario, pero eso mismo le confiere un sobrio aire de austeridad que, la verdad, me agrada.

Me gusta la sencillez del templo y la ausencia de escudos y laudas nobiliarias, tan frecuentes en templos de Ordenes mendicantes. Así lucen más los lujos arquitectónicos. La crucería del templo está coronada por una cúpula semiesférica, lisa, blanca y austera. En la sacristía, encontré lo inesperado. Con planta de cruz griega, posee cúpula semiesférica en granito visto y con numerosos sectores circulares adornados alternativamente. Unos, de superficie lisa, alternan con otros labrados con revueltos temas vegetales. Todo muy barroco, la cúpula descansa sobre cuatro lengüetas, también labradas y descansando sobre arcos almohadillados de granito visto. Ví esta inesperada maravilla porque, estando de obras la iglesia, me metí como intruso.

No son pocas las obras interesantes que encierra esta iglesia y que no podemos ver. Sé que hay un sepulcro mudéjar de quien fue obispo de Lugo, Fray Pedro López de Aguiar, dominico. Está allí, pero para nosotros es como si no estuviese, pues no lo podemos ver. Lo lamento, pues estaría bien ampliar con estas obras la oferta artística para nuestro conocimiento y disfrute. Me gustaría que se hiciesen las gestiones necesarias para permitirnos visitar y disfrutar de esos lugares sin sensación de intrusismo. Son patrimonio nuestro, de todos.
Valadé del Río, Emilio
Valadé del Río, Emilio


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