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El obispo Izquierdo

lunes, 19 de febrero de 2024
En este lugar, bonito lugar, siempre me confundo con los nombres. Recuerdo la calle del Obispo Izquierdo, la de Calvo Sotelo, la Plaza del Campo Castillo, y otras más. Ahora todo se llama Campo Castelo y un día seguiré la numeración de las casas para ver cómo se puede interpretar aquello.

El lugar me gusta mucho, y encuentro en él bastantes indicios de la ciudad antigua de la que viene, como es la fuente para beber que hay en el centro de una plazoleta de la que sale una escalera de acceso a la muralla, ideada por Nemesio Cobreros, con aires de rusticidad, acertado en aquel entorno.
El obispo Izquierdo
Ahora Campo Castelo. Añoro al obispo Izquierdo, gran benefactor de la ciudad, que ha quedado sin calle. Obispo de Lugo en la segunda mitad del siglo XVIII, se preocupó por mejorar las condiciones de vida de los ciudadanos. Recuperó y restauró el antiguo acueducto romano, con piezas de granito machihembradas, de unos cincuenta centímetros de largo cada una, y que aparecen en obras que se realizan en el centro histórico de la ciudad, como ha ocurrido en la prolongación de Quiroga Ballesteros en este tiempo. En los jardines del Campo Castillo, entre las piezas expuestas como joyas históricas, hay algunas piezas de este acueducto, así como en el césped que hay ante el antiguo palacete de Barras Eléctricas, en este caso con una pieza que hizo las veces de arqueta y todo ello acompañado de pertinente pedestal explicativo. También al obispo Izquierdo debemos múltiples fuentes urbanas de acceso público, que mandó construir para luchar contra la especulación abusiva por parte de los poseedores de pozos, que la vendían a quienes carecían de él, y a los peregrinos. La fuente principal de las mandadas construir por él y que aún sigue en pie, es la de la Plaza del Campo.

Llevó la cárcel fuera del recinto amurallado, dejando libre el edificio que ocupaba, coronado por un castillete almenado y una garita cilíndrica, que le dan el nombre actual a la plaza. Hoy vemos allí un suntuoso acceso barroco y un hermoso balcón próximo al escudo del propio obispo Izquierdo. También realizó obras en la muralla, consolidando, por ejemplo, la actual puerta de Santiago, embelleciendo su parte interior.

Gobernó durante la segunda mitad del siglo XVIII y muchos lo consideran como un gran benefactor de la ciudad y su primer gobernante con criterios modernos. Otros vinieron después a seguir su labor de mejora y consolidación de nuestra ciudad, con sus necesidades estructurales satisfechas.

Recuerdo, en mi niñez, que el Campo Castillo era una zona en la que, en los bajos comerciales, alternaban tiendas e industrias. Evoco la Imprenta Palacios o Fundiciones Pardo. También en esa calle vivía algún amigo mío. La calle se llamaba Obispo Izquierdo. En el colegio se encargaron de explicarnos quién había sido este obispo. Era el Colegio Balmes, en la Calle de los Clérigos, con D Gregorio Sanz y D. Gonzalo Paz, de quienes guardo un respetuoso y agradecido recuerdo.

De paseo en estos días, he querido ver los límites de la calle del Obispo Izquierdo y me encuentro con que nuestros mandatarios, considerando que este benefactor ya no es digno de prestar su nombre a ninguna calle de nuestra ciudad, lo han borrado de su nomenclator, en un alarde de ingratitud o ignorancia total. O tal vez de ambas cosas.

No falta quien diga que Lugo, como ciudad, es desagradecida. Siempre he notado la falta de personas ilustres de la historia local, dando sus nombres a nuestras calles, ensalzando su memoria y como ejemplo para todos. No voy a citar nombres, pero faltan muchos, mientras tenemos calles dedicadas a los más dispares elementos, como al túnel de Oural o a diversas flores de jardín, ni siquiera propias de nuestra flora autóctona.

La ciudad, tal como la vemos hoy, se debe a pocas personas que tuvieron visión de futuro y la configuraron adecuadamente. Con sus obras hermosas y sus infraestructuras que aún nos dan servicio. Olvidarnos de esas personas me parece deleznable. Y no hablo de negarles una calle con su nombre. Hablo de quitárselo a una que honraba a un gran benefactor nuestro.
Valadé del Río, Emilio
Valadé del Río, Emilio


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