Opinión en Galicia

Buscador


autor opinión

Editorial

Ver todos los editoriales »

Archivo

El Camino de Santiago (VIII)

martes, 17 de marzo de 2009
4.- PEREGRINOS SUIZOS EN LEÓN

Volvemos a los amigos suizos que habíamos visitado en León. A los pocos días nos enviaron una carta en la que nos refieren el itinerario que habían seguido a partir de allí; carta en alemán que incluía esta hoja de ruta:” Desde la iglesia de la Virgen del Camino, y tras perder casi una hora por las deficiencias de una ambigua señalización, en una encrucijada de autovías, encontramos, por fin, las huellas del auténtico Camino (las flechas y la concha). Pernoctamos, aquella noche, en Hospital de Orbigo.

Al día siguiente, alcanzamos Astorga con su magnífica Catedral y el conocido Palacio del Obispo, de Gaudí. Por la tarde, caminamos hasta Castillo de Polvazares, un lugar bien restaurado. Descansamos en un hostal. En la cena, comimos carne guisada, a discreción, con guisantes y verduras.

Por la mañana comenzó a llover, y así hasta Rabanal del Camino. Seguimos con el ascenso a Foncebadón. Continuaba el mal tiempo, y la visibilidad resultaba escasa. Nos acercamos a la Cruz del Ferro: la montaña de piedras que los peregrinos habían ido colocando allí a lo largo de los años, nos decepciona.

Al atardecer entramos en Ponferrada. Hay aquí un moderno albergue “Niklaus von der Flüe”, ante cuyo nombre quedamos sorprendidos. Nos cuentan que ha sido costeado por un matrimonio suizo. Consta de 146 habitaciones, bien equipadas. Nos ha gustado la ciudad, con su poderoso castillo templario en la cima.

Nos basta con esta corta transcripción de su diario. Nuestros amigos publicarán, con probabilidad, un libro relatando su peregrinación que, sin duda, será interesante, y ayudará a promover, en el siglo XXI, el interés por la Ruta jacobea, en Centroeuropa.

A propósito de San Nicolás de Flüe, digamos que es un santo muy milagroso, un eremita que derramó la caridad de las buenas obras en los Cantones de la Suiza Central (Unterwalden, Sarnen); y de dónde es originaria mi mujer. A su pequeña capilla concurren los devotos de modo permanente, y cerca está la choza en la que vivía el Santo, y la celda con el jergón y la piedra que le servía de almohada. Al Hermano Klaus, también se le denomina el “Apóstol de la Paz”, por haber intervenido con éxito en la resolución de contiendas locales y extranjeras: fue “El Santo Pacificador”.

Werni y Roberto, no les olvidamos, prosiguieron su ruta hasta Santiago. Su entrada a la ciudad no fue tan jubilosa cómo la habían imaginado: llovía, y las construcciones modernas que iban atravesando nada tenían de fascinante, el tráfico les agobiaba. Tuvieron que llegar a la Plaza del Obradoiro para postrarse ante la anhelada Catedral. Asistieron, con la fe debida, a la Misa mayor de los Peregrinos, y al pintoresco vuelo del botafumeiro.

Visitaron, enseguida, la oficina para los viandantes, dónde les sellaron el Certificado que garantizaba su Peregrinación y por el que tanto habían soñado y sufrido. Rebosantes de alegría se adentraron por el núcleo antiguo de la ciudad que les llenó su alma receptiva de ávidos caminantes.

Todavía continuaron, al día siguiente, hasta Finisterre, con añadido sacrificio, para observar estupefactos la caída del sol sobre el Océano.

Algunos meses después, visitamos a Werni en su casa de Cham (Cantón de Zug) y escuchamos con curiosidad sus definitivos comentarios sobre el Camino. Contemplamos sus fotografías de paisajes, puentes, templos, albergues, colegas peregrinos y, con especial interés, ”La Compostelana”, el Diploma con sellos y firmas de cuántos lugares había pisado, que nos mostraba con especial orgullo.

Werni abundó en las notables dificultades de la Ruta Peregrina: los 20 o 30 kms de caminata diaria, la soledad de la marcha, las miserias de las encrucijadas, la fatiga del atardecer, las precariedades de los refugios, los problemas para la limpieza e higiene personal, la generosidad de los lugareños, el consuelo de las iglesias rurales, la fascinación de las Catedrales, la inesperada liberación psico-espiritual, el bienestar paralelo a la fatiga y al esfuerzo... Para terminar: la inmensa satisfacción por haber cumplido una colosal promesa: la verificación del Camino de Santiago, a pie, y su término, en el postrer occidente (¡lo hicimos!).

Favorecidos por circunstancias familiares viajamos, pocos días después, a Engelberg, en el hondo corazón de Suiza, y a la entrada de la turística ciudad nos topamos con una capilla dedicada a Santiago (S. Jacob). Desde allí, a pie (siempre hay ocasión para peregrinar) recorrimos unos tres o cuatro kilómetros, bordeando por momentos un célebre Monasterio Benedictino hasta llegar al paraje conocido como “Das Ende der Welt”, el Fin del Mundo: un fondo de saco, entre montañas coronadas de nieve; al frente, un muro vertical inaccesible y en su base una iglesita de ingenuo porte y bien cuidada, con retablo barroco en su interior, de santos varios, angelotes robustos y Vírgenes (una imagen deliciosa de María, con dos niños en brazos).

Allí terminaba la carretera y debíamos volver: durante el regreso pensaba en el Finis Terrae coruñés, y en el otro Camino que une aquellos distantes extremos, la Vía Láctea; y advertía, una vez más, la perdurabilidad de la fe cristiana a lo largo de los tiempos expresada por la continuidad de la Ruta Peregrina de Santiago (pues desde aquí, según me cuentan, partía también una vía suiza del Jakobsweg).
Fuertes Bello, Antonio
Fuertes Bello, Antonio


Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad de los autores y no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de la empresa editora


PUBLICIDAD
ACTUALIDAD GALICIADIGITAL
Blog de GaliciaDigital
PUBLICACIONES