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Isabel la Católica dictando testamento. Eduardo Rosales 1864

lunes, 05 de febrero de 2024
Según informa D. Carlos Matilla Reyes del Pulgar, Caballero de Yuste, esta muestra finaliza en la sala 60 del Museo Nacional del Prado, pero la exposición temporal dedicada a Eduardo Rosales, organizada con motivo del 150 aniversario de su óbito, está compuesta por 17 obras algunas adquiridas recientemente para los fondos del Prado. No obstante, continuará la colección permanente dedicada al autor en la sala 61 B, presidida por una pintura de gran formato considerada como la obra cumbre de la pintura histórica en el siglo XIX, Isabel la Católica dictando su testamento. Por esta obra Eduardo Rosales consiguió el primer premio en la Exposición Nacional de 1864, supuso su reconocimiento en los círculos artísticos oficiales y la conquista del nuevo realismo, esto provocó una revolución estética y los pintores españoles decimonónicos volvieron sus ojos a Velázquez.
Isabel la Católica dictando testamento. Eduardo Rosales 1864
Invito a que me acompañen en un corto pero intenso retorno al pasado, una recreación histórica inspirada en el cuadro de Eduardo Rosales que, supone un momento trascendental en la vida de la reina Isabel, significa el amor al prójimo representado por sus súbditos, la responsabilidad, el compromiso y el sacrificio:

Pues bien, Vuecencias estamos en el año de nuestro señor de 1504, el día 23 de noviembre. Pedro Martir de Angleria en una misiva dirigida a su amigo Iñigo Lopez de Mendoza, nieto del Marqués de Santillana, Conde de Tendilla, Capitán General de Granada y Alcaide de la Alhambra, describe la enfermedad de nuestra señora la reina "el humor se ha extendido por las venas y poco a poco se va declarando la hidropesía. No le abandona la fiebre, ya adentrada hasta la médula. Día y noche la domina una sed insaciable, mientras que la comida le da náuseas. El mortífero tumor va corriéndose entre la piel y la carne". Además, la reina tiene unas llagas de difícil cicatrización, piernas hinchadas y alteraciones cardiacas. Es la información facilitada por los físicos y cirujanos principales que atienden a la reina, Juan Gutierrez de Toledo, Juan Fernandez de Guadalupe, Jeronimo de Bustamante y Juan de la Parra.

La reina Isabel tocada con su característico velo sujeto al pecho por un broche con la venera y cruz de Santiago, está postrada en una cama con dosel rematado con el escudo de armas de Castilla, en la alcoba principal del palacio Real Testamentario de Medina del Campo, la estancia permanece en penumbra iluminada por unos grandes hachones y unas velas perfumadas, se percibe también el olor del agua de rosas, las plantas aromáticas que infusionan y los ungüentos de la farmacopea que emplean los físicos para el tratamiento de la enfermedad la reina. La habitación permanece casi en silencio, solo se percibe el crepitar de la leña en la chimenea, un murmullo de oración y alguna respiración profunda de la reina que trata de disimular el dolor que, considera una muestra de debilidad impropia para su condición real. Los físicos y cirujanos de la escuela de Toledo y el monasterio de Guadalupe no consiguen detener el proceso de la enfermedad y debaten en una estancia contigua que tratamiento aplicar, si purgas o sangrías. En el exterior del palacio arrecia un frío viento castellano, mientras los súbditos rezan y contienen las lágrimas.

La preocupación de la reina más que la enfermedad es el bien de sus súbditos, por tal motivo saca fuerzas de flaqueza y requiere la presencia del escribano real Gaspar de Gricio para dictar un codicilo complementario al testamento; el escribano real acude raudo a la orden acompañado de cinco testigos. La reina dicta el codicilo escrito en letra humanística-cortesana que, comienza con la relación de títulos que le corresponden "Doña Ysabel, por la gracia de Dios reina de Castilla, de León, de Aragón, de Sicilia, de Granada, de Toledo, de Valençia, de Galicia, de Mallorca, de Sevilla, de Cerdeña, de Córdova, de Córcega, de Murcia, de Jaén, de los Algarbes, de Aljecira, de Gibraltar, de las yslas de Canaria, condesa de Barcelona, señora de Vizcaya y de Molina, duquesa de Atenas y de Neopatría, condesa de Ruisellón y de Cerdanya, marquesa de Oristán y de Gociano" el codicilo es ley de obligado cumplimiento, entre otras disposiciones ruega a su amado esposo el rey Fernando y ordena a su hija Juana y a Felipe el Hermoso: «que empleen toda su diligencia para no consentir, ni dar lugar a que los naturales y moradores de las Indias y Tierra Firme, tanto ganadas o por ganar, recibieran agravio alguno en su personas y bienes, sino que fueran bien justamente tratados y si algún agravio se hubiere cometido contra ellos, lo remedien e provean, por manera que no se exceda en cosa alguna de lo que por las Letras Apostólicas de la dicha concesión nos es inyungido e mandado» concluida la redacción del codicilo redactado en 3 pergaminos y otro que le sirve de cubierta fue signado por la reina con su firma Yo la Reina, por el escribano y los cinco testigos, enrollados los pergaminos y atados con seis cuerdas una por cada testigo y el escribano con sus lacres y sellos correspondientes.

La reina daba así por concluida su obra en la tierra, solicitó que comunicaran a los nobles, los conventos y a sus súbditos que dejaran de rezar por la recuperación de su cuerpo y lo hicieran por la salvación de su alma, a los 3 dias el 26 de noviembre de 1504 la reina expiró, los nobles de su corte y el pueblo lloraron la muerte de su amada reina. Durante el traslado de sus restos desde Medina del Campo a Granada la lluvia fue intensa y para sus súbditos fue un signo de que el cielo también expresaba así su tristeza por la pérdida de una gran reina.

Finalizó don Carlos Matilla Reyes del Pulgar, expresando este deseo «Ahora somos muchos los que rezamos por ver pronto en los altares a la sierva de Dios Isabel la Católica».
Guaylupo, Eduardo
Guaylupo, Eduardo


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