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Montesanto, amigo

jueves, 18 de enero de 2024
Comenzar un año es buen momento para formular buenos deseos pero es mejor todavía si liquidamos deudas pendientes, y yo tengo deuda con Andrés Montesanto, vencida hace mucho tiempo, que he de liquidar para su satisfacción y mi tranquilidad.

La deuda se remonta a junio de 2021 -dos años y medio- cuando recibimos en Galicia Digital su libro "Buscando a Elena", libro que leí con fruición, pero el tiempo fue pasando sin que le hiciera llegar mi necesariamente elogioso comentario.

Jóvenes ambos (El del 48, yo del 47) comprenderá mi disculpa si le digo que nuestras jubilosas jubilaciones andan parejas resultando bastante más complejas qiue algunas trayectorias laborales. Pero no podemos culpar a las circunstancias ni a la vida, sino simplemente a que "nos va la marcha".

Resulta pues que, con arreglo a la terminología de nuestra juventud, "le debo carta a Montesanto" desde hace treinta meses, por lo que preciso extenderme en la misiva, y ya que la respuesta es pública comenzaré por explicar que Andrés Montesanto (Buenos Aires, 1948) es amigo aunque no nos hayamos visto nunca, relacionándonos a través de mi hija Teté, comprobando que tenemos como una identidad gemelar en cuanto a actividades, talante, actividad... superándome en muchos codos en expresión literaria y especialmente en plástica.

Es médico y escultor, con obras que desafían el tiempo y los elementos en Andalucía, Bilbao, Madrid... Se presenta como "italo - argentino - malagueño", y hace bien: Vive en Málaga, ha sido nombrado Caballero de la Orden de la Estrella de Italia, y la representación de la República Argentina en Andalucía le ha rendido homenaje por su trayectoria profesional y artística, y por la difusión de los valores del arte y de la cultura argentina en el sur de España.

La emigración
Siendo doblemente migrante (De Italia a Argentina su anterior generación; él, de Argentina a España) no puede extrañar que aplique su arte a destacar el desarraigo, la ruptura que supone la emigración, y en Galicia Digital publicamos reseña (21.12.2023) del acto celebrado en Málaga el 18 de dicho mes, en el décimo aniversario de la colocación de su Monumento a los Migrantes en el muelle 1 del puerto malagueño.

Su espléndida escultura, como un libro abierto al infinito, muestra en una de sus páginas una pareja emigrante con la maleta en la que guardan su vida, solos ante un mundo nuevo. Y en la otra página se simboliza su mundo original, en el que están recortadas sus siluetas para certificar lo que dejan atrás, el vacío, la ausencia. Y en sus palabras en la ceremonia conmemorativa recordó a las personas que llegan a nuestro pais, "en silencio, sin pedir ni recibir nada. Buscando seguridad y un futuro mejor. Informáticos, médicos, albañiles, limpiadores, cuidadores, jóvenes que pedalean con entusiasmo... Solamente quieren un trabajo. Paulatinamente tendrán que reconstruir su entorno, su nuevo hogar, sus redes afectivas, y lo hacen sin crear conflictos, integrándose en la Montesanto, amigosociedad que los acoge, aportando todos sus conocimientos y su hacer. Es muy importante cómo los recibe la sociedad local, y yo, como la gran mayoría de inmigrantes, no tengo más que palabras de agradecimiento a esta Ciudad. Nunca nos sentimos extranjeros. Y algo debe tener Málaga porque cada vez son más los que quieren venir. Pero la migración, como la Luna, tiene también una cara oculta que nadie ve. Cada persona que tiene que emigrar deja un vacío en su familia, en sus amigos, en su barrio, en su trabajo, en su país. Un vacío que no se llenará nunca".

Desde Galicia comprendemos muy bien el mensaje de Montesanto, no sólo porque tengamos ya una muy importante colonia de extranjeros, muchos de ellos hijos de emigrantes, y que en Galicia vinieron a dar todos los caminos; todos los viajeros... sino de forma especial por nuestro pasado migratorio a su Argentina (Allí a todos los españoles se les llama "gallegos", y Buenos Aires está considerada la quinta provincia de Galicia), a Cuba y a toda la Europa próspera más recientemente.

Y a través de mi hija, Montesanto me tiene animado a pensar en que su monumento pueda reflejarse en nuestro paisaje con igual razón y sentimiento, lo cual me hizo fijarme en mi entorno, para darme cuenta que, efectivamente, también en mi tierra se deja constancia petrea del sentimiento que despierta en los que quedan los que tuvieron que emigrar, llamándome la atención tres ejemplos que paso a reflejar a continuación:

Las dos primeras fotografías corresponden a la capitalidad del Concello de Ourol, en el norte de la provincia, zona de viviendas de Indianos. Son aquellas casas de reconocible estilo que construían en la España del norte los emigrantes enriquecidos que volvían a su tierra para vivir su madurez habiendo construído la vivienda de su sueños. La escultura en piedra que recuerda al emigrante estaba situada a orillas de la carretera Lugo-Viveiro, pero hace un par de años se traslado un centenar de metros al centro de un pequeño parque con zona infantil de recreo, quedando la estatua mirando al infinito en medio del verde circundante, simbolizando la soledad del migrante ante un mundo nuevo, inmenso y desconocido.

Ourol sufrió todas las migraciones posibles, comenzando por la de mi familia (de allí procedía mi padre) a Vilalba primeiro y Lugo después; a La Habana especialmente hasta la revolución de Castro, a las zonas industriales de España, a Alemania o a Suiza. Hoy es uno de los concellos de la Galicia vaciada, y me causa tristeza honda visitar las aldeas de mis mayores, practicamente abandonadas, plantadas a eucaliptos las mejores tierras.

En la costa coruñesa, Sada, tiene en sus jardines ganados al mar, desde 1983, un monumento al emigrante, simbolizando el reencuentro del que vuelve, abrazado a su mujer y a su hijo. El más destacado emigrante de Sada precisamente a Argentina (a donde volvería después exiliado) fue Ramón Suárez Picallo, (Sada, 1894 - Buenos Aires, 1964), Diputado en Cortes por A Coruña desde 1936 a 1939 e impulsor del Proyecto de Estatuto de Autonomía de Galicia de 1936.

Y en Santa Cruz, en el Concello coruñés de Oleiros, muy cerca de Sada, frente al mar, el monumento a la emigración, obra de José Escudero en base a un boceto de Seoane que se conserva en Sargadelos, fue erigido el Día das Letras Galegas de 1994, que estaba dedicado a Luis Seoane, emigrante gallego en Argentina (Siempre Argentina, Andrés), que representa a seres de la emigración, por activa y por pasiva, que se fueron o se quedaron (Rosalía lloró a las "viudas de vivos"), con un inmenso Atlántico por medio.

Gracias a Montesanto me fijé en estos tres monumentos; a saber cuantos habrá por nuestras verdes y diminutas inmensidades, a los que consideramos integrados en el paisaje y no nos detenemos ante ellos a pensar; a recordar.

El libro
Pero yo basicamente quería hablar del libro de Montesanto, treinta meses después, como si hiciese parte digerir espiritualmente su contenido para, una vez macerado, expresar mi admiración por esta "ópera prima" con la que mi amigo cumple con la Montesanto, amigoexigencia natural de escribir un libro, más siendo médico.

Sé bastante de ese tema por tener varios amigos médicos que son excelentes escritores, pintores, músicos... Puede que la vocación que profesan abra determinadas puertas intangibles a mundos más luminosos que éste, y sus amigos disfrutan de esa especial visión y sensiblidad.

Estoy cierto que la historia de Elena, primer amor, que aflora en su edad madura, pugnaba por nacer y tuvo que surgir una catástrofe mundial para que un sueño se hiciese realidad. Es difícil hablar de frutos benéficos cuando se trata de una catástrofe mundial, pero si algo bueno ha producido es el de, al recluirnos, hacernos refugiar en nosotros mismos y - algunos elegidos- producir obras de arte.

Si es verdad lo que el autor dice que "es una novela que surge de la imaginación del autor" y "cualquier parecido con la realidad es pura casualidad, me descubre ante una mente fértil que es capaz de crear un mundo de humor y de amor; de crítica ante los abusos particulares u oficiales; de la rebeldía natural de la juventud pero especialmente -y mucho más fructífera- de que prolongan una juventud entusiasta y productiva y saben ir por delante del mundo en tiempo cada vez más complejo.

Montesanto es un cirujano de los sentimientos, de la vida, que sabe expresar sentimientos, comprender reacciones, superar cualquier tipo de dificultades... y si un cirujano tiene que respetar determinados puntos sensibles, intocables, del cuerpo humano, el pulsar la tecla precisa para provocar la atención del lector, contagiarlo de sentimientos y hacer que su sensibilidad vibre en la misma frecuencia que como escritor diseñó. Me gustaría tenerlo como médico, consejero, sabiendo que es de los que el cincuenta por ciento de su taumaturgia puede estar en sus conocimientos médicos, pero con toda seguridad el cincuenta por ciento esencial está en el conocimiento y trato del ser humano.

Para terminar, quiero dfecir que el sexto atributo sensorial de los gallegos conscientes es el "sentidiño", que no responde a ningún órgano perceptivo, y no se puede traducir alegremente por "sentidito", que sería una monumental metedura de pata. Digamos que, sin posible traducción, es algo así como el "sentido común" de las gentes de una tierra "de lluvia y calma", como dijo Miguel Hernández.

Leyendo los comentarios de Montesanto en Galicia Digital, estoy convencido que en sus antepasados tiene que haber algún gallego, o haberse contagiado profundamente de galleguidad en el gallego Buenos Aires. Porque este médico, escultor, escritor; joven dinámico y expresivo, escribe con un "sentidiño" que de por sí no lo da la medicina, la escultura o la escritura; que tiene que venir "de fábrica".

Puede que él no lo sepa, o que yo me empeñe en que todo lo bueno tiene algo que ver con Galicia, pero no puedo evitar pensar que Montesanto es "de los nuestros". Y no me refiero a que sea gallego, sino a que disfruta de lo que para nosotros es el desideratum -mínimo común múltiplo o máximo común divisor- de la forma de ser, estar, vivir una persona; con "sentidiño". Abrazos, amigo.
Xiz, Xulio
Xiz, Xulio


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