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El encanto de los pequeños espacios forestados

domingo, 14 de enero de 2024
Ahí mismo, junto a la autovía GC-1 a su paso por Telde

Dedicado a quienes creen que, junto al asfalto, es de obligado cumplimiento
crear espacios biológicos y promover plantaciones arbóreas y refugios bioclimáticos.

El encanto de los pequeños espacios forestados
A veces se trata, simplemente, de abandonar los hábitos conductistas, aquellos que nos llevan a uniformizar nuestro comportamiento, sólo se trata de dar un paso a un lado y ya está.
Quiero traerles este domingo una interesante variante en el tránsito cotidiano que miles de ciudadanos realizan cada día, bien para acercarse a Playa del Hombre, Taliarte, Salinetas y Melenara o bien para salir de estos núcleos urbanos y playas, con la intención de dirigirse al casco urbano teldense, los barrios de El Calero, Casas Nuevas o La Montañeta o bien incorporarse a la GC-1 en ambas direcciones, norte o sur de la isla.
En una dirección o en otra, deberán pasar por el cruce de Melenara.
Para el noventa y nueve por ciento -y me quedo corto- de los transeúntes, conductores y usuarios de vehículos motorizados, el Cruce no es más que un simple paso elevado, circulatorio o peatonal, que se atraviesa y ya está.
¿Ya está? ¿Así de simple? Es preciso despertar, ser consciente de que en cualquier lugar y momento, la vida está presente, dispuesta siempre a ser observada, disfrutada, comprendida, amada.
¿Acaso, cuando van a coger la guagua, cuando vienen o van al instituto, cuando se acercan a los supermercados de la zona, no han escuchado los trinos de los mirlos, el arrullar de las tórtolas, el encanto musical de una bandada de canarios de monte en las espacios ajardinados que embellecen el cruce?
¿En verdad no se han percatado de los hermosos racimos de támaras que cuelga de las palmeras canarias o cómo estos frutos cambian de color hacia tonalidades más cobrizas y doradas cuando caen al suelo formando una especie de alfombra alrededor de la planta madre?
¿Acaso desconocen que en esas islas de vegetación ubicadas a ambos lados del cruce, se esconde un pequeño bosquecillo de acacias, especieros y frondosas enredaderas en el barranquillo y de palmeras canarias en las partes más elevadas, valiosos paraísos que arropan a las aves que los visitan?
¿Acaso no les ha sorprendido el número de palmeras canarias que destacan en estos espacios forestados y que superan ampliamente el centenar de ejemplares?
¿En verdad no han admirado la bella floración de los tajinastes blancos, de las siemprevivas, de las botoneras, de los veroles, de los cardones, de las tabaibas dulces o de los guaydiles, sólo por hablar de la flora autóctona, o las llamativas llamaradas de luz y color que nos ofrece la floración de las adelfas multicolores, de las mimosas, de los brillantes, de las buganvillas o de los especieros que conforman la vegetación arbustiva de estos paraísos de color?
Para sentir este mundo sensorial, no es necesario buscar otra realidad, es necesario desplazarse de un modo diferente. Es preciso que nuestros paseos sean conscientes, abiertos a la naturaleza que se expresa por doquier. Abandonar la acera, aunque sólo sea unos minutos, y transitar por las zonas arboladas que encontramos en los parterres del camino, en las rotondas.
Sólo necesitamos utilizar los pasos peatonales, pura precaución, y discurrir respetuosamente por las zonas ajardinadas.
Tras hacerlo, apenas nos hayamos separado una decena de metros de las tan transitada vía rodada, el mundo auditivo, olfativo, visual y táctil es otro.
Cierto es que en ningún momento desaparece el cansino y monocorde sonido de los motores de los automóviles, pero su intensidad se reduce de un modo sorprendente pues los árboles ejercen de pantallas que mitigan y amortiguan el impacto acústico hasta casi desaparecer en el pequeño barranco y, según nos alejamos de los viales, en el cauce del barranquillo, bajo la cubierta arbolada, la temperatura se reduce y la sensación es de mayor frescura.
Tanto es así que los pájaros habitan estos espacios, se escuchan sus cantos con nitidez y podemos seguir, tras ellos, su deambular por las diferentes especies arbóreas mientras que, bajo nuestros pies, un mullido colchón de hojarasca vuelve más natural y agradable nuestro caminar.
El encanto de los pequeños espacios forestadosEs entonces cuando somos conscientes de la importancia de estas pequeñas zonas forestadas. Es entonces cuando sabemos que la naturaleza siempre busca un camino para mostrarse, adaptándose al uso que hacemos del territorio, y desarrollando la vida en él. Es cierto que de un modo diferente, con especies colonizadoras fuertes y adaptadas a terrenos degradados en unos casos y en otros aprovechando la oportunidad que le brinda el ser humano con plantaciones realizadas con el interés de embellecer y ajardinar, pero que ambas prosperan, unas hasta convertirse en árboles y otras adaptándose de tal modo que son capaces de reproducirse y colonizar el nuevo territorio. Lo cierto es que, con la intervención del ser humano o sin ella, la vida continúa siempre.
Es por ello que en estos espacios tan antropizados, tan ideados para el uso del ser humano, tenemos la obligación moral de facilitar pasillos verdes, zonas de tránsito forestadas, donde las aves podrán desplazarse de unos espacios a otros.
Yo, amante de observar aquello menos frecuente, de abandonar la acera para transitar por estos espacios verdes que van mas allá de simples áreas ornamentales, camino dichas zonas ajardinadas acariciado sus plantas, sorpendiéndome con la variedad de espacies, atento a los trinos de las aves, observando las mariposas, abejas y otros insectos, libando sus flores.
Y fue así como, iniciado el pasado mes de diciembre, recorrí estos espacios disfrutando de la amortiguación del sonido del tráfico, gracias a la masa forestal. Se trataba de mi última y reciente visita.
Constaté limpieza entre los árboles, pero la basura acumulada en el barranquillo y tras los muros que protegen las aceras de tierras y picones que había observado -ver fotos- en visitas anteriores, realizadas durante los últimos meses, seguían allí.
Latas de cerveza, servilletas de papel, envases vacíos de paquetes de papas y muchas botellas pequeñas de plástico que habían contenido agua, refrescos -cierto es que son mayoría los recipientes desechables de agua y revelan el cuidado de muchas personas a la hora elegir la bebida más saludable para hidratarse, pero también habla de su incivismo, de la falta de escrúpulos y su irresponsabilidad a la hora de gestionar sus residuos.
Estos residuos, habituales tras los muros de piedra que amparan las aceras, no eran los mismos que los observados al transitar por el barranquillo. Aquí, a los anteriormente señalados, se unían envases y restos de comida rápida, alguna que otra prenda de vestir en mal uso, plásticos varios y de diverso tamaño, un maltrecho colchón, cartones, bolsas con restos varios... Todo ello era consecuencia lógica de un uso del lugar como pernocta, el echadero de una persona o personas sin hogar. Lo confirmaba un par de colchonetas y un plástico enganchado a las ramas de una palmera canaria con la intención de protegerse de las ralentadas nocturnas.
El último día del año, quise recorrer de nuevo estos espacios verdes. La presencia, dias atrás, de grandes bolsones depositados en los bordes de la calzada con la consiguiente idea de su retirada, motivó mi regreso a la zona. Comprobé como las canalizaciones y pequeños túneles que permiten, no sólo el paso de las eventuales aguas de lluvia sino de las tuberías asociadas al riego y mantenimiento de estos jardines, presentan rejas de seguridad, imposibilitando el paso a través de las mismas. Un suelo de picón cubre el cauce de esta minibarranqueras y las cagaleras y alguna gramínea aportan tonalidades verdosas y amarillentas a las negruzcas y rojizas cenizas volcánicas.
Es de justicia reconocer la labor de mantenimiento que se está llevando a cabo en estas zonas verdes, un mantenimiento con visibles resultados. En la última quincena del año finalizado, una brigada de limpieza recogía en varios contenedores de tela, esos de tamaño king size de aristas de un metro de longitud y un volumen potencial de un metro cúbico, los restos de poda de las palmaras canarias y la retirada de ramas secas de otras plantas.
Pero, me preguntaba, ¿y los residuos ciudadanos restantes? Por lógica, cuando se realiza una poda y se observan otros residuos, lo normal es retirar ambos desechos. Pues no, no podía dar crédito a lo que mis ojos constataban. Ningún residuo plástico tipo envoltorio, ni botellas vacías de agua, ni botellas de cerveza de crital, ni latas de aluminio de bebidas diversas, había sido retirado. Aquella basura seguía allí, como podemos comprobar en las fotos que acompañan el presente artículo.
Y no sólo eso, sino que cuatro sacas grandes que se les rompieron o no necesitaron, siguen allí medio escondidas, bien en el barranquillo, bien bajo las palmeras, sin entender por qué ni quién las ha dejado.
Así pues, una felicitación y un reproche. El reproche es que, una vez más, la labor de control a la gestión en estos espacios ajardinados es nula o mal llevada. Es una pena que la basura siga allí -cada vez hay más-, y que nadie preste interés al saco de dormir, las colchonetas y su uso.
La felicitación es a la labor en el cuidado de las plantas existentes pero, en este caso, tengo que reconocer que las sombras pesan tanto como las luces.
¿Acaso no han visto estas basuras los miembros de la brigada de poda y saneamiento de la vegetación existente?
¿Acaso el responsable de la misma, el supervisor o jefe de cuadrilla ni siquiera se ha bajado del coche para comprobar "in situ" y dar su visto bueno a los trabajos realizados?
Lo cierto es que, mientras los pájaros seguian allí, cantando en la ramas de los árboles, una gran decepcion me acompañaba en este comienzo de año.
Insto a los responsables públicos, bien del ayuntamiento, bien del Cabildo, que tomen cartas en el asunto y obliguen a la empresa responsable de este mantenimiento, a que regrese al Cruce de Melenara, retire las basuras y culmine eficientemente los trabajos iniciados.
He visto en estas festividades navideñas, aún tan recientes, la ilusión de muchos ciudadanos teldenses puesta en su nuevo equipo de gobierno. No les puedo negar que alegra que sea el optimismo lo que impere en la ciudadanía. La verdad que para hacer una diagnosis básica no hay como salir a la calle y observar los rostros de la gente. Nos puede engañar la algarada de los voladores, las luces en los parques y en las calles, pero la ciudadanía siente que se les eschucha y atiende.
Personalmente, me alegró enormemente la limpieza de restos varios, retirada de vehículos y eliminación de la antiestética valla tipo red de invernadero que ofrecía una deplorable imagen de la costa teldense a su entrada por la GC-1, dirección polígono industrial de Salinetas y los sectores urbanos de Salinetas, Clavellinas, Melenara y Taliarte.
Varios lectores se unieron a mi alegría, felicitándome por el artículo en que denunciaba tan lamentable espectáculo. Publicado a mediados de mayo del pasado año en este mismo medio, no cambiaría ni una coma de "Como convertir una zona ajardinada en una vergüenza pública", pues el tiempo me ha dado la razón.
Ahora las esbeltas palmeras de abanico lucen en todo su esplendor y una generosa capa de picón -mucho me gustaría que en su lugar se hubiera posibilitado un espacio arbustivo con flora autóctona tipo tajinastes blancos, guaydiles, tabaibas, verodes, esparragueras, cardones, magarzas, siemprevivas..., respetando la senda que los usuarios habituales han trazado con su paso para evitar giros innecesarios- cubre el suelo con la intención de evitar la proliferación de plantas herbáceas.
No es éste el único caso de mejora notable en el mantenimiento de espacios públicos. He alabado ya la limpieza metódica que se realiza en las baldosas de la rambla de Salinetas y dicha mejora se ha traducido en una mejor estética, mayor seguridad y mayor uso ciudadano de la misma. Mismo reconocimiento he hecho del desbroce y limpieza de la zona a forestar programada como zona verde que se encuentra junto al vial que une el cruce de Melenara con Melenara. Y, sin verlos personalmente, sé de más espacios donde las actuaciones necesarias se están llevando a cabo.
Sea pues esta zona arbolada del Cruce de Melenara, la buena nueva que esperamos todos. Es bien fácil, se ha hecho lo más importante y lo más costoso, queda ahora sólo limpiar. Espero que la retirada de los residuos existentes sea una realidad en mi próxima visita y, con total satisfacción, pueda comunicárselo a mis lectores.
Espiño Meilán, José Manuel
Espiño Meilán, José Manuel


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