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A Nova

viernes, 05 de enero de 2024
Siglos atrás, en Lugo se fundó una nueva iglesia y se dedicó a Santa María. Pero ya había otra bajo la misma advocación, la Catedral, Puesto que una era antigua y la otra reciente, la gente llamó A Nova a esta última para diferenciarla. El nombre tuvo acierto y aún hoy seguimos llamando a esta iglesia, ahora sede parroquial, A Nova.

Formó parte de un convento de Madres Dominicas, cuyo perímetro estaba formado por las actuales calles de la Reina, Juan Montes, San Pedro y el callejón que lleva a correos desde Juan Montes. En este sitio aún nos es posible ver la parte posterior del convento. Con cientos de años de historia, pasó por buenos y no tan buenos momentos. La A Novadesamortización lo encontró en plenas obras de mejora de la iglesia, sin terminar el acceso desde la calle de San Pedro. El cuerpo principal del convento, con su fachada, principal, elegante y proporcionada, pasó a ser oficina estatal y hoy es la sede de la Agencia Tributaria, con hermoso claustro barroco, que casi nadie se para a verlo. Otro claustro más pequeño, con sus dependencias, forma las actuales oficinas de correos.

La iglesia se transformó en parroquia, como en muchos otros casos de nuestra geografía. Tenía una casa adosada, que fue derribada. En el siglo pasado se le construyó la fachada que, la verdad, posee la gran virtud de pasar desapercibida. También es inadvertida una puerta lateral, que da a San Pedro y que constituye una hermosa y discreta obra.

Encuentro grandioso el interior. En su construcción intervinieron maestros compostelanos que levantaron sus muros hasta bien alto, cubriéndola con una cúpula semiesférica dotada de ventanales por los que entran raudales de luz, haciendo que la iglesia sea muy luminosa, La cúpula nos muestra un labrado fuerte, geométrico, casi de laberinto y, por su forma, confiere buena sonoridad al lugar. Las paredes blancas contribuyen a la luminosidad del templo.

En mitad de la iglesia, a la izquierda hay una puerta de corte barroco, llena de símbolos religiosos, que es vestigio de la iglesia conventual anterior. Recuerdo de tiempos idos.

El acceso a la iglesia me recuerda otras entradas a templos monacales. Con el coro sobre la entrada, al entrar vemos poco del conjunto del recinto y muy poco de su altar mayor. Al adentrarnos, vamos contemplando mejor el conjunto, y ese intento de invitarnos a penetrar siempre lo he considerado como un rasgo más de la acogedora intencionalidad barroca.

Al poco de entrar, nos encontramos dos retablos muy similares, se nota que fueron construidos casi al mismo tiempo. Los veo de finales del período barroco, con principios neoclásicos en los que llama la atención una serena proporción en su diseño. Los capiteles jónicos les asignan un papel secundario al lado de la grandiosidad del retablo principal. En cuanto a sus imágenes, hay de todo. Algunas buenas tallas y otras, no tanto. Hay, además una Virgen de candelero (de la Esperanza) que sale en procesión en Semana Santa y que cuenta con gran devoción en la ciudad.

Según mi opinión, el retablo mayor es grandioso y representa la exaltación de un misterio de la Virgen, que posteriormente fue definido como dogma por el Papa Pío XII en 1950. La Asunción: La virgen es llevada al cielo por ángeles.

Cuatro columnas grandes, con exuberantes capiteles corintios, sostienen un friso también grande: va de lado a lado del retablo y sobre él una cornisa bien historiada. Al pie de cada par de columnas, dos santos dominicos, Santo Tomás y Santo Domingo, con ropajes revueltos por un supuesto viento, dejando que el escultor finja bonitos movimientos de hábitos. En el friso, sobre los capiteles que coronan las dos columnas más exteriores, dos santas dominicas, con sus capas caídas y semiabiertas, dejan ver sus bien formadas y amplias caderas.

Muy bonito todo. Proporcionado, armónico y discreto en sus ornatos. Inspira una serenidad muy agradable. Sobre el conjunto, ya en su cénit, el anagrama de la Virgen, ovalado y orlado con dorados, resalta sobre un fondo azul celeste, el mismo que ideó Murillo para el manto de su Purísima Concepción.

Una iglesia para enorgullecernos de ella.
Valadé del Río, Emilio
Valadé del Río, Emilio


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