Opinión en Galicia

Buscador


autor opinión

Editorial

Ver todos los editoriales »

Archivo

Jardines de la Paz. Crónica de un paseo.

domingo, 24 de diciembre de 2023
Dedicado a decenas de personas con nombre y apellidos, adultas ahora, niñas y niños entonces.
Ante la imposibilidad de recordarlos a todos, expreso a ellos, a sus padres, a sus abuelos y por extensión
a todo el barrio de El Calero, en el municipio de Telde, isla de Gran Canaria, mi más sincera y sentida
gratitud por tan provechoso como emocional aprendizaje conjunto durante cuarenta años.

Jardines de la Paz. Crónica de un paseo.
Sorpresas te da la vida, canta Rubén Blades en la canción de Pedro Navajas. Y así es. Sólo que esta sorpresa es de las que te provoca una emoción positiva y es capaz de llevar una lágrima a tu mejilla. ¡Tantos recuerdos! No hay una fecha en el calendario más adecuada que este veinticuatro de diciembre, Día de la Nochebuena, para rescatar entrañables vivencias de un hermoso pasado lleno de amor, esperanza y aprendizaje.
La profesora María de los Ángeles Sánchez Gil, ejerciendo en el centro de Infantil y Primaria Esteban Navarro Sánchez el pasado año, ahora en un nuevo destino-, fue quien puso ante mis ojos el resultado de un hermoso sueño, la realidad fruto de un trabajo de cientos de niñas y niños, de profesoras y profesores comprometidos, de un trabajador incansable, portero mantenedor en aquel entonces -ignoro como se denomina ahora a los vigilantes de los centros educativos, orgullosos de llevar a cabo su impagable función con enorme dignidad y mayor entrega.
Y allí estaba yo, el promotor en cierto modo de aquel milagro verde, el profesor vocacional que veía el mundo a través de los ojos de sus alumnas y alumnos, capaz de recrear con su ayuda un paisaje imaginado, un escenario de verdor, aún inexistente.
Y allí estaba ella ahora, Angie, ilusionada profesora incapaz de imaginar el paisaje de antaño si no fuera por mis ojos y mis palabras que todo lo revelan.
Sonreía ante sus preguntas y asentía a la mayoría cuando deseaba saber el tiempo de cada cosa, el origen de aquel concierto paisajístico.
- El estanque de la paz, así se llama esta estructura de hormigón por la que sigue deslizándose el agua sobre coloridas escorias volcánicas, lleno de exuberante culantrillo, capaz de ocupar todas las zonas húmedas.
- ¿Sabías de esta charca llena de peces? -preguntó, sorprendida de que todo lo que le estaba contando surgiera hace más de tres décadas de las manos de los niños, de Roque el portero, verdadero artífice de lo que el Jardín fue, de otros compañeros docentes de aquel entonces y de las mías.
- Claro Angi. Como que la hicimos nosotros también. Fueron trabajos de fines de semana y alumnos voluntarios. Roque era el que sabía de albañilería, una especie de director de orquesta. Primero fue el vaciado de la tierra a base de picos, sachos y palas, luego el encofrado, la colocación del piso, la impermeabilización, la pintura y finalmente el llenado de agua. El resultado, una estructura limpia tratada con una última capa impermeable de pintura blanca, luminosa y resplandeciente. Por cierto, una pregunta, ¿sabes qué forma tiene esta fuente?
- Lo desconozco, pues los nenúfares no dejan apreciar los bordes. ¿Redonda? ¿Acaso ovoidal? - aventuró ella.
- Observa con calma sus bordes. Tiene la forma de una paloma, El modelo utilizado por las alumnas y alumnos fue la paloma de la paz, dibujada por Pablo Picasso.
- ¡Es verdad! -observó Angi.
- Mira. Allí se encuentra el pico. Donde estamos nosotros corresponde al cuerpo de la paloma y a nuestra derecha está la cola. El ala está frente a nosotros y donde termina su punta es donde se inicia, elevándose, una especie de monolito pétreo, un homenaje al mundo volcánico de este municipio. De su parte superior surge el agua -un claro referente al barranco de los Cernícalos y al caudal permanente de agua por su cauce-, que alimenta la charca y da vida a los culantrillos.
- ¡Es hermoso su origen y entrañables las referencias a la naturaleza del municipio! -reconoció Angi.
- Por eso estos jardines tenían ese nombre: Los jardines de la Paz. Aquí celebrábamos el Día de la Paz, a finales de enero con canciones, pequeños textos que preparaban los niños, con juegos, plasmando en papel con lápices de colores y témperas la idea que ellos tenían de este pequeño lugar encantado. Niñas y niños de educación Infantil que acudían desde el otro centro, el que se encuentra por encima de aquella espigada palmera canaria, niñas y niños de Primaria, como diríamos ahora, Jardines de la Paz. Crónica de un paseo.pero que entonces eran alumnos de Educación General Básica que salían de aquí para incorporarse al instituto, como jóvenes muchos de ellos, pues algunos estaban próximos a cumplir los dieciséis años.
- ¡Increíble la historia de estos Jardines! -reconocía la joven profesora.
- Las clases de Naturales siempre encontraron en este maravilloso entorno, su mejor aula viva. Aquí tratamos las primera nociones de biodiversidad, exploramos el funcionamiento de los ecosistemas presentes en el jardín, supimos de la importancia del mundo invertebrado, de la indiscutible labor del vivero escolar como recurso didáctico donde procurarse plantas canarias sin depender siempre del Jardín Botánico "Viera y Clavijo", de la importancia del cuidado y conservación de la naturaleza. Aquí tuvieron, alumnas y alumnos, sus primeras vivencias con el medio, sintieron sus primeras emociones, se asombraron ante la riqueza de la vida alada presente en los jardines, observando sus nidos y los comederos que ellos mismos habían fabricado en clases de Tecnología, estudiando su comportamiento, elaborando cajas nido, extasiados ante los guppies, las carpas, las tortugas y las ranas que poblaban la fuente y el estanque de la Paz. Lo cierto es que jamás dispuse, a lo largo de mi carrera como docente, de un aula de la naturaleza mejor equipada.
- Tienes que mostrarme ese pasado, quiero vivirlo -manifestaba Angi-. Me gustaría formar parte de ese sueño, revitalizando nuevas emociones con mis niñas y niños.
- Ya lo estás haciendo. Quiero que me acompañes a un recorrido que me recordará el periplo y las actividades que realizaba semanalmente con los alumnos de sexto, séptimo y octavo de EGB. Bien sabes que en aquella época los alumnos que actualmente cursan sus estudios en los institutos en 1º y 2º de la ESO, eran nuestros alumnos mayores.
- Lo sé.
E iniciamos el paseo por la ladera. No cabía en mí de gozo. Hacía una veintena de años que no recorría a mis anchas aquellos jardines de antaño. Seis soberbios lentiscos daban color a la cancha, al pie de una fachada. Sus troncos mostraban el grosor de mi muslo y habían sido mutilados en altura, hace más de una década, con el objetivo de evitar su crecimiento desmedido. Fue una pena que árboles tan hermosos sufrieran una amputación tan irresponsable como severa. Mi enfado, aunque monumental, no afloró al rostro. Continué con la sonrisa que se merecía un jardín aún bien conservado y mi anfitriona docente. Una pena que a especies canarias tan valiosas no se les permitiera desarrollarse con la frondosidad que le regala la naturaleza.
Continuamos la vereda que corona el talud que se encuentra en la cara sur del edificio escolar. Seguían en pie muchos ejemplares de todos los tipos de euforbias presentes en la isla, a excepción de la pequeña y flexible lecheruela que necesita del spray marino, el viento y la arena para prosperar.
Soberbios cardones, enormes tabaibas dulces, tabaibas amargas y toldas de amplio diámetro crecían en una riscadera que creíamos en aquellos años finales de la década de los ochenta y principios de los noventa, difícil de colonizar. La misma zona donde consideramos apropiado iniciar un dragonal, plantando una veintena de dragos. Allí estaban todos ellos, con sus más de treinta años encima, ramificados y enormes, fijadas sus raíces más allá de una tierra prácticamente inexistente, en las grietas de un suelo encalichado.
Las palmeras canarias seguían formando un bello pasillo. De varios metros de altura, simbolizaban el ejemplo manifiesto de que debemos plantar siempre que podamos pues la naturaleza es generosa y los árboles, con un poco de ayuda en sus primeros estadíos, responden con su crecimiento.
Cierto es que alguna había sucumbido al ataque de alguna plaga y las más viejas habían sufrido con mayor rigor su particular pandemia del picudo.
Recuerdo que fue esa, junto la pérdida de las abuelas botánicas más longevas del centro, las únicas tristezas que me embargaron en todo el recorrido. Al observar los heraldos del jardín, justo en la misma entrada al centro, frente a los aparcamientos, recordaba varias palmeras canarias elevándose, esbeltas y orgullosas, cuando llegamos al recién inaugurado nuevo centro. Se trataba de verdaderas abuelas botánicas, palmeras canarias que habían gozado del período de las “vacas gordas”, tierras cultivadas y regadas con regularidad y abundancia, viejas palmeras que muy bien podían tener más de medio siglo de existencia, posiblemente centenarias algunas de ellas en aquel entonces. Ahora, sólo un par de ellas habían conseguido sobrevivir a la plaga. El picudo rojo y otras especies similares habían afectado a las palmeras canarias con resultados tan devastadores como nuestro mortífero COVID, cuando aún no existía tratamiento alguno.
Han transcurrido tres largas décadas desde aquellos ilusionantes momentos que me permitieron escribir: "Pequeñas historias de un jardín de escuela”. No sólo el tiempo se ha llevado plantas diversas en el Jardín, también ha convertido en recuerdos a algunos alumnos, padres y compañeros docentes. Y es que la vida es esto, un tránsito esperanzado donde sólo existe una puerta capaz de retrasar la llegada del viejo. "No dejes entrar al viejo" - mantra verbalizado y al que se aplica día tras día, hora tras ahora, el extraordinario actor nonagenario Clint Eastwood con una receta indiscutible: vivir cada instante, mantra que llega al corazón de quien lo aplica en su periplo vital y que tan acertadamente consiguió interpretar el cantante countryToby Keith -en estas fechas tan entrañables, si las desnudamos de los ropajes comerciales y nos olvidamos un poco del consumo que las devora por completo, les recomiendo se regalen unos minutos escuchándola, gozando con su música y letra-. La puerta no es otra que conservar el espíritu y la capacidad de asombro que iluminan la cara de un niño, si somos capaces de conservar la pasión por el descubrimiento, la emoción de cada día y su mirada limpia.
Todas estas razones me llevaron a que, justo antes del inicio de las vacaciones navideñas escolares, hace apenas un par de días, deambulara, esta vez sólo, por los jardines del centro, disfrutando de sus árboles bien desarrollados, fundiéndome en sus abrazos, embriagándome de la musicalidad del agua en su estanque de la Paz, dejándome arrastrar por la cristalina energía emitida por las risas de las alumnas y alumnos, por el sereno sosiego de las palabras de sus profesoras y profesores.
¿Acaso hay mejor lugar en el mundo para sentir la felicidad desbordándose a raudales? Si existe, yo lo desconozco. Felices fiestas a todos.

José Manuel Espiño Meilán, autor del Proyecto: "Jardines escolares canarios".
Espiño Meilán, José Manuel
Espiño Meilán, José Manuel


Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad de los autores y no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de la empresa editora


PUBLICIDAD
ACTUALIDAD GALICIADIGITAL
Blog de GaliciaDigital
PUBLICACIONES