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Sincronías musicales entre genios inmortales

viernes, 01 de diciembre de 2023
Comienza un nuevo mes que, si por si algo se caracteriza (mirándolo frívolamente) es por la semana grande en la que apenas se trabaja. En especial, en España, durante estos estos, días las gentes se mueven, se desplazan porque, "oportunamente", a la fiesta de la Inmaculada Concepción le ha salido otro bastión: el día de la Constitución. Y así son las cuentas y cábalas que se hacen: 'en habiendo' un festivo hacemos diez días de recreo.

Dejando al margen compras anticipadas en calles vistosamente enfaroladas e iluminadas, debo señalar que diciembre tiene un marcado acento musical. Lo re-comprobarán en menos de unha carreiriña dun can.

Llegan los recitales benéficos de aficionados y corales. Las fiestas colegiales con villancicos -y "otros tales"- de mano de voces angelicales. Y suma y sigue: otros más actos o gestos en los cuales si no se incluye algo de música parece que no estamos cerca de navidades.

Aprovecho pues para recordarles unas "históricas" fechas del calendario que aunque son efemérides musicales, nada tienen que ver con estas festividades.
Como se trata de datos sobre personajes únicos, símbolos de una época, genios universales, adoptaré un tono serio, acorde con el reconocimiento y reverencia que se merecen tanto Mozart y Beethoven como Mateo, el de los instrumentos musicales...

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EL CINCO DE DICIEMBRE de 1791 W.A.Mozart cerraba sus ojos para siempre. Él, que con su música iluminó suntuosos palacios, teatros e iglesias, muere en una triste y desapacible noche. Lo acaecido en sus últimos días es objeto de los más variopintos relatos y leyendas. ¿Qué ocurrió realmente? Nunca lo sabremos con Sincronías musicales entre genios inmortalesexactitud. Poco importa. Es ya una realidad lejana, manipulada. Murió con dolor físico, pero tranquilo, asumiendo un final inminente y anhelando un reparador descanso. Con él se fue su genio, nunca reemplazado, como pasa con la singularidad de cada mortal, aun no siendo excepcional.
Sin ceremonias (salvo un breve servicio religioso en la catedral de Viena), sin misa, sin música ni sepultura, fue depositado en una fosa común. Años más tarde, ni rastro quedaba de él en aquel cementerio. Cierta es la afirmación de que "Mozart no ha dejado fortuna, ni siquiera un cuerpo".
En vida, siendo niño o joven, cuando triunfaba allá donde iba, coincidió con un desconocido músico, hoy mundialmente reconocido: L. van Beethoven. Aunque el adorado Mozart, absorto en sus cosas, no le prestó gran atención, se dice que comentó: "Fijaos en ese muchacho: algún día el mundo hablará de él". ¡Acertó, cómo no! ¡Palabra de "Amadeus", el que ama a Dios!

Pasado el tiempo, en 1792, Beethoven se instaló en Viena, con una encomienda: "Recibid de manos de Haydn el espíritu de Mozart" (otro iluminado bendecido por un sabio). No se equivocó, aunque Beethoven demostró no ser un músico al uso, sometido a normas ajenas y obró libremente, o al menos, lo intentó.
Su azarosa vida no cabe en pocas líneas. Sus amoríos, su sobrino y su sordera acapararon su existencia y acabaron con su fuerza. Angustia y triunfo rezuman en toda su obra. Achacoso y siempre enfermo, deprimido por problemas personales, familiares y financieros, estuvo postrado en el lecho el tiempo suficiente para dejar sus últimas voluntades, recibir a amigos y admiradores, falleciendo en marzo de 1827.
Su entierro fue todo un acontecimiento al que asistieron multitudes. El féretro, acompañado de músicos y mucha música, fue depositado en una tumba hoy bien reconocible. Allí, una sencilla lápida reza: "Beethoven", sin más pompa ni epitafios.

Mozart "resucitó" varias veces posteriormente y, en 1985, de una manera insospechada: pese a su afiliación masónica -que conllevaba la excomunión- el Vaticano organizó una ceremonia inusual, en la que H. von Karajan dirigió su "Misa de la Coronación", en presencia de Juan Pablo II. De este modo, concierto y liturgia sirvieron simbólicamente de reconciliación con su pasado.
Beethoven, no tuvo necesidad de ser "resucitado". Su impronta no desapareció, sino al contrario. En 1972, después de sopesar pros y contras, se eligió como Himno Europeo la Oda de la Alegría, germen de su Sinfonía Coral (La Novena). Con arreglos y retoques -y sin letra, para evitar suspicacias políticas- pretende ser un emblema de la libertad, paz y solidaridad que promueve la tan siempre inestable y controvertida Unión Europea.
Mozart, un músico cautivador, genial y universal. Beethoven, un músico profundo, formado a sí mismo, con ansias de una gloria que no supo -por su carácter- asumir. Dos hombres que, en lo personal y en lo musical, hicieron frente al tránsito de una era especialmente convulsa y cambiante, revolucionaria, cual fue el tránsito del siglo XVIII al XIX.
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A modo de epílogo, termino con un 'flashback' que, lejano al mundo mozartiano y beethoveniano, no deja de ser otro 'revival' musical. Un recuerdo personal, que, comenzando diciembre, no es casual.
Para ello, pasando de Europa Central, me sitúo de nuevo en mi tierra, lugar en el que confluyen los caminos de todos los peregrinos: Santiago y su Catedral.
Ahí brilló el "Maestro Mateo", otro astro genial en el campo escultórico; un visionario Sincronías musicales entre genios inmortalescuya obra cuanto más la observamos más la admiramos. No me referiré a él, mal que me pese, sino a la velada que algunos nítidamente recordamos aquel día lleno de bruma, típicamente compostelano. Ahí vamos...

EL CUATRO DE DICIEMBRE de 1991, dos siglos después de la muerte de Mozart y el nacimiento de Beethoven, en una lluviosa y húmeda tarde/noche, muy semejante a las que hemos tenido en este mes de noviembre, tuvo lugar el acto de presentación de los recién reconstruidos instrumentos del Pórtico de la Gloria. Fue "El Concierto del Cántico Nuevo", presidido por la Reina Dña. Sofía, rodeada de toda una corte de autoridades y unos pocos cientos de ávidos privilegiados oyentes.
Nadie entonces tenía la cabeza puesta en la música de aquéllos dos genios (Mozart y Beethoven) aun siendo diciembre. Quienes fuimos invitados -el aforo era limitado- estábamos expectantes ante ese nuevo "alumbramiento".
No pocos, imagino, habíamos escuchado antes piezas del "Códice Calixtino" y otras del repertorio medieval hispano-galaico, interpretadas por grupos de aquí y allá, con instrumentos que no habían sido "copiados" de tal Pórtico, aunque figurasen ser réplicas semejantes a ellos.
Los medios de comunicación de los días previos ofrecieron entrevistas, debates, opiniones, etc. de lo que ya se consideraba un gran logro para Compostela y para el panorama musical más allá de sus fronteras.
El resultado: un concierto memorable. ¿Criticable y mejorable? Seguro que sí... Pero, en todo caso, inolvidable.

Diciembre. Efemérides... Muere Mozart, nace Beethoven, brilla el genio de Mateo.
Algo une a este trío al inicio del invierno: su genio.
Los siglos pasan, sus obras quedan. Así como unas caducan, las suyas subsisten en sincronía permanente, con su halo, mito, misterio y leyenda. Su genialidad no muere: traspasa tiempos y fronteras. Perdura para siempre.

Pilar Alén, Profesora de la USC.
Alén, Pilar
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