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'Los pueblos y las personas necesitamos amores locos que nos quieran'

jueves, 16 de noviembre de 2023
A Luis del Río, Presidente del Viveiro C.F. con gratitud y aplausos.

Dice un refrán: "Obras son amores y no buenas razones". Vaya por delante que nunca fui partidario del refranero por sus connotaciones dogmáticas, máxime si como en la actualidad afectan al cambio climático, pero sin duda algunos me parecen acertados, y éste es uno que resulta muy verdadero y vigente. "La medida del amor es amar sin medida", decía San Agustín, y es público y notorio que se demuestra con obras. Porque las declaraciones pueden ser preciosas, pero las obras corroboran la autenticidad de ese amor. Y el amor si no está loco, no es amor. Por eso los pueblos y las personas necesitamos amores locos que nos quieran.

Viene esto a colación porque en la vida encontramos a mucha gente que se queja continuamente de cosas: que en su pueblo falta esto; que se estropeó aquello y no lo arreglan; que se construyó donde no se debía y nadie dice nada; que se meten en el ayuntamiento para su beneficio o por vanidad... y un sinfín de ecéteras que nada aportan que no sea negatividad y poner de mala uva al interlocutor. Son lo que ahora se llama personas tóxicas y antes eran impresentables.

Los negativistas de siempre dispuestos para la crítica malsana, para buscar un fallo en quien trabaje por el bien común, en despellejar al vecino para minusvalorarlo... Pobres diablos con tan mala leche que sólo rezuman mala baba. Todos sabemos que son cobardes, pusilánimes, que tienen mal enfocada la autoestima, les sobra soberbia y viven en la comodidad.

Conozco a mucha gente que vive así, quejándose de unas batallas que nunca dio y sólo las vio en el cine; apartándose con acidez y mordacidad de cualquier iniciativa cívica por el bien común; negándose a participar en actividades que requieran esfuerzo y sacrificio... Siguen practicando un racismo ideológico, cuando no misógino, y negándose a convivir con personas de otro estatus social (¡todavía andan con esas!); crearon pedestales con dinero de cartón piedra y, subidos displicentemente en el estrado de la posición económica, se muestran altivos con clases sociales bajas. Para ellos la solidaridad es una antigualla de gentes pobres y de los abuelos carrozas y viven inconscientes de su obnubilación mental fruto del inmovilismo cavernario.

No descubrimos nada nuevo cuando hablamos de los tiempos de este moderno egoísmo atroz y observamos como algunos hasta osan reírse de los pocos que luchan denodadamente con esfuerzo, trabajo, desvelos, gastos del bolsillo propio... por el bien común. La solidaridad, la generosidad no está de moda. De moda está el menosprecio, los aires de superioridad, la displicencia, la altanería, el mimetismo económico, la presunción de la pasarela... La estupidez siempre está de moda. Dificilísimo es hoy encontrar personas dispuestas a embarcarse en tareas tan nobles como las solidarias sin que no encuentren frenos de familiares y "amigos" que no traten de desembarcarlos. Pero decía Martín Lutero King: "Si ayudo a una persona a tener esperanza, no habré vivido en vano".

Aunque no tengo redes sociales y sólo uso wasap, de vez en cuando veo el facebook y me llaman la atención varias cosas: la simpleza de los argumentos, la falta de formación, la osadía en descalificaciones políticas, las banalidades en las que gastan el tiempo, las quejas del maltrato al pueblo que los vio nacer... y la mayoría de las veces siento vergüenza ajena y frustración. Sólo algunos, pocos, son dignos de consideración y valoración. Me refiero a los que mandan fotos, sopesan cuanto escriben y realizan crítica y autocrítica con fines constructivos.

Evidentemente, cada cual es muy libre de escribir lo que le venga en gana y muy educado no descalificar a nadie, pero también sería interesante que aportasen algo al bien común como un ejercicio de responsabilidad social. Concretamente, quejarse del deterioro urbano de nuestros pueblos cincuenta años después de haberlos sufrido, a mi modo de ver, es una incongruencia. Si cuando destrozan tus playas, tus jardines y mil cosas de tu entorno no denuncias, ni te enfrentas a los responsables, hacerlo cincuenta años después, es un yogur caducado. Agua pasada no mueve molino. Ahora bien, aprender de la Historia y aplicar las lecciones en vistas al futuro es posible. Y lo que se pueda arreglar, necesita valor, esfuerzo, solidaridad, es decir unión, y planes mejores. Y mientras vivimos hay posibilidad de enmienda.

Los pueblos son una tarea colectiva, todos somos necesarios para solucionar problemas y cada cual debe desarrollar su rol. "Sentirse peón y trabajar por los demás es gratificante". Decía Gioconda Belli, poeta nicaragüense: "La solidaridad es la ternura de los pueblos". Ante tal belleza de pensamiento, la negatividad se desnuda y exhibe su miseria.

Dicho esto, quisiera dar las gracias a todas las personas solidarias que existen y agradecerles sus generosos esfuerzos por el bien común. En un mundo donde se entronizó el dinero como valor supremo, quiero resaltar que para muchos las cosas de verdadero valor son la solidaridad, el esfuerzo por el bien colectivo, el estómago para tragar los sinsabores e incomprensiones, la capacidad para rehuir las envidias, la templanza para superar las maledicencias, la constancia para seguir el camino y la valentía para restar importancia a parabienes y aplausos porque hay, en el fuero interno, la satisfacción íntima de la labor hecha. Mejor o peor, pero cada cual siembra su jardín con las mejores flores de las que dispone.

Por eso, gracias, Luis... y compañía.
Timiraos, Ricardo
Timiraos, Ricardo


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