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Modesto análisis de las aportaciones axiológicas de D. José María Méndez (2)

miércoles, 01 de noviembre de 2023
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Zubiri escribe que los valores, todo lo irreales que se quiera, son efectivamente inherentes a la cosas. Puede ocurrir que el hombre no tenga ojos para percibirlos; pero el que esté dotado del sentido de los valores percibe con evidencia objetiva que un valor es superior a otros. El tener que ser de la sociedad nos ha remitido al deber ser de Kant, y el deber ser al valor puro de Scheler (SH, pág. 357). Y sigue afirmando que si los valores son realmente valiosos, es porque las cosas son válidas para una realidad, que es la realidad del hombre. Aquí introduce su concepto de realidad, que es un prius respecto al ser, que cuando lo substantivamos lo hacemos sinónimo de realidad; pero para él, no es lo mismo que el valor sea inherente a la realidad, como fuente del valor, que al ser de la realidad. Scheller -en palabras de Zubiri- ha querido interpretar el bien. Pero el bien no es la cosa como soporte de los valores, sino al revés, como raíz de los valores, como fuente suya (SH. Pág. 358).

Zubiri se hace eco de que Heidegger considere toda afirmación de valores como una negación de lo más propiamente humano que es la apertura al ser, y nos trae una cita de la "Carta sobre el humanismo", del mismo Heidegger, pág. 50, en la que dice: Cuando se anuncia a Dios como el valor más alto se rebaja su esencia. Pensar en valores es la blasfemia mayor que pueda pensarse contra el ser. Esta afirmación heideggeriana se opone a la afirmación del Ipsum Esse como Valor de los Valores. Aquí D.J.Mª saldría al encuentro con ese calificado de gran acierto de Hartmann, más o menos en los siguientes términos: Atribuir a los valores un tipo de realidad fue un gran acierto de Hartmann: señalan a nuestra conducta un fin (Zweck) antes de que nuestra vida haya llegado a su fin (Ende). Es que los valores en este mundo, argumentaría, deben-ser, y son en un mundo distinto, superior al nuestro, ya que lo imperfecto no existe sin lo perfecto.

Nuestro autor, como en otros casos, hace unas puntualizaciones, admitiendo la independencia inicial de la axiología respecto de la ontología, y afirmando que el pensamiento sigue este itinerario: a/ intuición de los valores materiales y finitos en las acciones humanas; b/ extrapolación de un mundo ideal de esos mismo valores, considerados en sí; c/ unidad formal de esos valores infinitos e idea del Valore de los Valores, y d/ atribución de la existencia del Valor de los Valores. Así llega a la conclusión de que los valores concretos y finitos que intuimos en la conducta humana son perfecciones del Ipsum Esse.

Parte Zubiri de que el animal está ajustado a sus medios, mediante el sistema estimular y no precisa justificar sus actos; pero el hombre, por el contrario, tiene que ajustarse justificándolos, valiéndose del deseo que impone una fuerza humana que le impulsa a preferir, convirtiendo las posibilidades en deseables o indeseables (véase la pág. 354 de su obra SH). Y como esa fuerza no determina la preferencia ni la deseabilidad de una cosa, se ve compelido a preguntar qué le mueve a preferir, y pasa revista a diferentes respuestas. A la presión social, que no considera decisiva; a un imperativo categórico, que tampoco le satisface, porque cuando la inteligencia juzga, la "preferibilidad" ya está resuelta, y tampoco acepta la propuesta de Scheller, sobre la existencia de unos valores materiales, previos a los deberes, que, en vez de estar presentes a la inteligencia por habérselos con las cosas en forma de realidad, dependerían de la estructura de la subjetividad. Es que para Zubiri el problema decisivo es que el hombre está abierto a un ámbito de la realidad que es la fuente del valor (SH, 358). Ese ámbito es el bien, como carácter apropiable de las cosas, y, sin esa referencia, las cosas estarían más allá del bien y del mal (SH, 382).

Por lo tanto, estamos en presencia de una noción formal del bien, y, contra empiristas e idealistas, no cabe contraponer en el hombre el ser y el deber ser. Los deberes no son una imposición externa (SH, 411). Y no afecta aquí la falacia naturalista, porque el deber no se contrapone a la realidad. Si el hombre está lanzado a ser feliz, a realizar su figura humana, entonces tiene deberes. La última palabra no la tiene el sistema de conceptos que el hombre emplea, sino la realidad misma (SH, 434). En relación con todo esto, Aranguren consideraba que la más importante contribución de Zubiri a la Ética es poner en evidencia la estructura moral del ser humano. Agreguemos a esto, de paso, que inscribió el problema del mal en la respectividad de la realidad y del ser humano; pero no puedo entrar aquí por la necesaria extensión, que me llevaría fuera del tiempo que debo respetar. En las páginas 136-137, de su obra, "Sobre la realidad" existe un tratamiento especial del concepto de respectividad como algo intrínseco a la misma realidad de las cosas, que está vertida a las demás, y que no debe confundirse con la relación. Zubiri lo expresa así: No se trata de relatividad sino de respectividad. El mal no es ninguna propiedad de la realidad, sólo respecto al hombre hay bien o mal (SSV).

Quedan algunas cuestiones que me parecen fundamentales en las confrontaciones con Zubiri. Sería menester dar una respuesta clara a si Baparece claro que, en un orden de fundamentación formal, el contenido real de un existente es anterior a su existencia. Habría que partir de que ser es actualidad, no actuidad; actualidad es posterior a actuidad, luego ser lo es a la realidad, y el ser es co-sentido (oblicuamente) con la realidad (directamente). (Indico esto por si interesa en el coloquio).
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Rubal, Pedro
Rubal, Pedro


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