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Armonía inesperada

lunes, 16 de octubre de 2023
En pleno centro de Lugo, en la Plaza Mayor, tenemos un edificio hermoso, digno de ser uno de nuestros objetos de orgullo ciudadano. No obstante, creo que son pocos los que han apreciado sus muchos detalles que hacen de lo que digo. Me refiero al convento de los PP. Franciscanos.

El edificio es del siglo XVII y originalmente fue seminario. Cuando éste pasó al edificio diseñado por Nemesio Cobreros situado fuera de murallas, el actual convento fue dedicado a diferentes usos, casi siempre relacionados con el mundo del saber. Cobreros Armonía inesperadaremodeló la iglesia del edificio. De entonces proviene la torre visible desde el exterior, con inspiración en la de Eiffel. Cobreros no es responsable del ábside de la capilla, que fue un arreglo de tiempos postconciliares.

El edificio que nos ocupa posee muchos aspectos que recuerdan a los palacios medio barrocos, medio neoclásicos. De granito enfoscado en blanco, nos ofrece una gran simetría y proporción. Si lo vamos mirando poco a poco, iremos viendo cuántos detalles clásicos encontramos en él. Y este encuentro es el resultado de una aventura personal, nuestra, pues nadie, o pocos, nos han hecho ver tanta belleza como hay aquí.

La fachada presenta tres niveles, contando con el de la calle, muy diferenciados entre ellos. En el inferior, con una fila de vanos coronados por arcos de medio punto y hay rejas empotradas en el muro. La parte correspondiente a los arcos está dividida en sectores circulares, definidos con carpintería clara. En el primer nivel encontramos balcones rectangulares que sobresalen a la calle. Sus accesos tienen dintel recto y sobre ellos, empotrados en la fachada, hay relieves rectangulares, en granito visto, colocados con fin ornamental, tal vez para romper la blancura del conjunto. En el segundo piso no hay balcones con plataforma y se protegen con rejas empotradas en las jambas.

Aqui nos encontramos con una regla común en la arquitectura clásica, y es que cuando un edificio presenta más de un piso, la ornamentación de cada uno de ellos es diferente, aunque el total conforma un conjunto armónico que puede pasar desapercibido. En buenas construcciones actuales se suele mantener esta norma.

El edificio, como he dicho, me recuerda un palacio con sus cuerpos central y laterales. El central, el más solemne, es el que marca la simetría del conjunto y el que informa de la categoría del lugar.

En este caso, con un vestíbulo casi a ras de suelo, se abre al exterior mediante puerta con arco de medio punto jalonada por cuatro columnas con altos pedestales. A ambos lados, dos columnas son exentas y las otras dos medio empotradas en la pared. Las cuatro están coronadas por elegantes capiteles jónicos y en su conjunto sostienen un friso que sirve de soporte al balcón del primer piso.

Este balcón, con acceso adintelado ligeramente curvo, tiene una plataforma amplia, que se amolda a los salientes definidos por los elementos que la sostienen. A los lados del acceso, sendas columnas casi empotradas en la pared y coronadas por exuberantes capiteles corintios. Estas columnas también sostienen el soporte del balcón del segundo piso que, aunque más amplio que ellos, reproduce el diseño de los del primero, si bien el vano que da acceso a él, presenta un dintel ligeramente curvo.

Para abundar en la calidad de esta fachada, baste decir que las barandillas correspondientes a los balcones de los pisos primero y segundo proceden de las antiguas forjas de Sargadelos, al igual que otras piezas singulares de nuestra ciudad.

No quiero hablar de los dos cuerpos que limitan esta fachada en sus extremos. En ellos encontramos balcones, dinteles, hornacinas, relieves y triángulos que coronan entre escudos episcopales.

Yo desconozco la causa de que esta fachada, capaz de presidir una plaza con su sola presencia, pasa tan desapercibida entre nosotros. Tal vez sea esa gran desconocida que hay en todas las ciudades y en la que, de modo inexplicable, nadie se ha fijado con detenimiento.

Está en un lugar desde donde es fácil contemplarla con el sosiego requerido. Verla en solitario o comentarla en compañía. Estoy seguro de que, al hacerlo, más de uno quedará gratamente sorprendido ante tal belleza inesperada.
Valadé del Río, Emilio
Valadé del Río, Emilio


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