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Galicia Meiga

martes, 05 de septiembre de 2023
Fantasía
La escultura del agua logra una fantasía barroca en la ladera del monte. Sobrevive a las emociones. Y aunque la ladera es la más expresiva combinación de todos los factores naturales, es el agua quien impone, al caer al vacío entre los árboles y el rocoso paisaje geórgico, el acelerado ritmo de la belleza. A veces, sin embargo, el agua de la ladera deja de ser cincel para convertirse en nostálgico espejo de las almas que habitaron las sierras y se pierden aún en el mar de las ausencias.
Galicia Meiga
Haiga
Los niños quedaron asombrados ante aquel Pontiac del 52, que ocupaba todo el ancho de la carretera. Era la general de Ourense a Santiago, pero por su estrechez hoy bien podría confundirse con el empedrado Camino Real, ruta xacobea de la Vía de la Plata. El "haiga", nuevo, brillaba más que el sol, sembrando envidias en Cudeiro. Aquel indiano, sin embargo, no llegó a tener mansión en el pueblo por culpa del desamor de su bella esposa; pero será recordado por todos los niños de la época como el primero que llegó de Venezuela en "haiga" propio. Inocencio, a quien su Dios abrió ya las puertas del cielo, volvió para Venezuela días después de su llegada y el "haiga" murió de pena en el garaje de la casa de mi padre, porque no había otro capaz de salvaguardarlo del frío invierno que venía. Hubo más indianos que regresaron al pueblo como el Miño a su cauce tras las lluvias de abril. Y todos lo hicieron en "haiga", que desembarcaban del Segarra o del Valbanera o del Santa María, según fueran pibes, habaneros, caraqueños o maracuchos. El buen productor vigués Cesáreo González vivió muchos desembarcos de haigas, cuando de niño recibía a los trasatlánticos en la Estación Marítima. Y de su imaginación nació 'Luna de Miel', producción cinematográfica de Suevia Films, la primera que reconvirtió aquellas huidas en las actuales venidas de los cruceros turísticos. De cualquier modo, sería injusto recordar a los indianos solo por sus "haigas", porque a ellos debe toda una generación de gallegos su desarrollo como personas, en numerosas escuelas, que aún perduran reconvertidas en centros de cultura y de ocio. Porque los indianos fueron quienes nos enseñaron a pronunciar la palabra solidaridad. ¡Y aún no somos capaces de decirla como ellos...!

Leyendas
Fuego:
Las "muxícas", las chispas que salen de las llamas del fuego son almas perdidas que buscan quién les guíe por el Mas Allá. Esta es leyenda que se cuenta en la Tierra Única, en las tardes-noches de invierno, al pié de la lareira y antes de que salga la Santa Compaña, allá por las doce. La Santa Compaña es la procesión de los difuntos a los que precede un vivo, condenado a acompañarla todas las noches como portador de la cruz, hasta que otro vivo se cruza en el camino. Quien se aventure a salir tras la medianoche por corredoira o camino antiguo, se arriesga a ser condenado, aunque podrá evitarlo si traza el Círculo de Salomón, se introduce en él y entierra las manos para que la Santa Compaña no pueda tirar de él. La visita de la Santa Compaña podría tener otras intenciones: pedir misas por las almas en pena y reclamar el alma de alguien que no tardará mucho en morir. De cualquier modo, nunca es bienvenida la Santa Compaña.
Aire: En Galicia se rinde un riguroso culto a los muertos y los cementerios son muestra de este sumo respeto, aunque a veces, en las lápidas, sean los propios muertos los que se ríen de todo. En algunos pueblos pequeños, aún se siguen oficiando misas para ahuyentar la presencia de los difuntos y hay zonas en las que la superstición sigue tan viva como hace siglos... La muerte es temida pero justa para la mentalidad popular, ya que no distingue a ricos de pobres. La representa un esqueleto con una guadaña y siempre avisa de su llegada.
Agua: Pero hay más que contar. Se dice en algunas crónicas antiguas que existía un Mar de los Muertos, buscado y nunca hallado por pueblos y personas. La ruta la marcaban, por el día el sol en su camino hacia el Fin de la Tierra, y por las noches las estrellas de la Vía Láctea. Los caminos de esta ruta estaban sembrados de megalitos. Y en todo el trayecto, se expresa el profundo conocimiento de los sabios maestros y las tradiciones, mágicas y secretas, que practican misteriosas cofradías. Algunos escritos, tan antiguos que se ignora su procedencia, hablan de la ciudad de Atlántida. Te diré, por si te vale de algo que, antes de su desaparición bajo las aguas, fue el crisol de las culturas galaicas, creadora del megalitismo y del lenguaje de los petroglifos... La ciudad donde se mezclaba el canto rumoroso de los pinos, con el de las sirenas y la voz de los druidas; en realidad, profetas de aquella época en la que Venus presidía los cabos de Galicia. Es la versión más antigua de la búsqueda del lejano Occidente para encontrar el nunca revelado secreto de Dios y el Mar de los Muertos jamás hallado.
Tierra: La historia moderna despierta las almas peregrinas, que llegan al mismo fin del mundo para escuchar la canción del mar; del mismo mar en el que esperan ver reflejado el camino olvidado que conduce hacia el Cielo. Porque tras el horizonte, aún está el Infinito...

Alborada
La aurora nace... porque el sol renace. Viene para cantarnos la poética de la luz mágica que genera la gran metamorfosis de la noche y el día. Por eso en Galicia le decimos alborada. Por el espléndido albor que genera la belleza, cuando el nuevo sol se posa sobre la sierra y el río. La alborada es la perfección que desafía el orden y nos permite retornar al génesis diurno. De esta pasión por la belleza viene la música de Veiga. La alborada musical es una dulce melodía de métrica binaria, que suena al amanecer Galicia Meigacomo un canto amoroso a la patria renacida... Es como la danza ritual del nuevo día, que bailan tierra y mar. Con esta alborada llega también el instante poético del bardo Pondal sobre el lomo del paisaje. Vuelven los sueños y se quejan los pinos. Nace un Himno. Nace allí donde crecen las ansias por saber el íntimo secreto final, que solo conocen las imaginadas sirenas de agua: ellas sí saben dónde está la casa de cristal en la que se acuesta el sol de cada tarde... para procrear con ellas, cada noche, una nueva alborada.

Castros
En los castros hallamos las raíces del país, porque son la primitiva configuración de la aldea galaica, aunque el esplendor de la vieja cultura castrexa llegue a la Gallaecia con la Romanización. Los castros se impusieron como sistema dominante porque, desde sus emplazamientos magníficos, controlaban los pasos estratégicos y permitían explotar con facilidad los recursos naturales. Había castros con casas grandes de planta cuadrada, pero la mayoría agrupaban casas pequeñas y circulares. En su interior giraba la vida en torno a una hoguera, en el centro, que rodeaban bancos pétreos. La economía se sustentaba en la agricultura, la ganadería y la caza, e incluso en la pesca. Como aún hoy ocurre en algunas viejas aldeas de Galicia. En los castros, en su círculo, encontramos hoy el origen de lo mágico. Es el alma que persigue la sencillez del paisaje por donde vagan las hadas con luces de alborada y nocturnos duendes que habitan en las estrellas el cosmos.

Espejos
La belleza descubre su forma en los espejos del agua: El mar inmenso es sol, luz y vida. De él emerge la lluvia, agua del cielo que nos empapa y enamora, cuando concibe el manantial de la montaña, que nace cristalino, transparente, para fecundar el río, creador del alma verde de la Tierra. Junto a él, la fuente de la salud provoca el espacio de resurrección, donde el agua viaja por todos los cuerpos y los moldea como bálsamo que cura sus males. El agua es quien provoca la hermosura del paisaje, dibujando la perspectiva de la ancestral laguna glaciar. La traza del regato que supera el vértigo de la cascada. Los espejos donde se miran las ribeiras sagradas. El ensueño de las rías donde se acuesta el sol. Los mares vivos que esculpen estatuas de salitre. La ola suave que besa la playa interminable... El agua es el espejo la vida y nos guía hasta el paraíso que buscamos, en la Galicia de los mil ríos y los dos mares.

Balcón
El País es... ¡Naturalmente fantástico! Por su paisajística y la policromía que lo envuelve. Por la confusión que la luz crea entre el cielo y el mar. Por sus espacios de leyenda. Por las huellas de la vieja estirpe. Por la canción de los árboles. Por las múltiples variaciones de los espacios que recorren viejos caminos...
La fantasía de la Tierra está en el bosque animado por Fernández Florez. En la montaña donde Uxío Novoneyra supo lo pequeño que era el hombre. En la sierra donde Valle Inclán veía morir el sol. En los pinos del bardo Pondal. En el canto rumoroso del río grande de Risco. En la geometría vegetal del maestro Otero Pedrayo.
Ascendamos, entonces, al balcón donde se alcanzan los misterios y dejemos que nos sorprenda la luz que enrojece los cielos. Bebamos el agua que baja de la sierra y viajemos, al fin, entre la fantasía de selvas sombrías que ocultan el tesoro natural de Galicia.
Rodríguez, Xerardo
Rodríguez, Xerardo


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