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Mi pueblo y yo

miércoles, 19 de julio de 2023
A Milita Corrral Timiraos, in memoriam.

Recuerdo los días de vino y rosas. Los tiempos de auge y alegría. Pero hoy la decrepitud de mi pueblo, engullido por la absurda y fagocitaria vorágine de la ciudad, coincide con mi otoño y, comidas las castañas de los años, sólo me quedan ascuas de abandono y desolación acunando sueños de esperanza. ¡Qué bonito... si fuera cierto!.

Y, mientras algunos luchan con ahínco y con mi aplauso para recuperar el viejo esplendor, otros vegetan en el mar de la apatía, la desidia, el nihilismo propio de los zombis. ¡Qué dañino es el cansancio de la ociosidad, la renuncia al esfuerzo, la irracional comodidad ante la frustración! Duele todavía lo que ya no se tiene, corazón, cuando se ve como los avaros atracan con sibilinas trampas el patrimonio común; duele ver como son los propios vecinos, ávidos de riquezas, los que maltratan su pueblo. Insulta la prepotencia de los propios políticos, que viven más pendientes de su éxito personal que de buscar soluciones para los problemas Ofende verlos más pendientes y permisivos con negocio de los amigos que del bienestar común. No les importan que mueran por una deficiente atención médica, ni se inmutan por la emigración de sus hijos, mienten sin escrúpulos sobre carreteras y Variante, jamás se molestan en atraer para aquí alguna industria respetuosa con el medio ambiente... Se han habituado a la docilidad de las siglas y nos quieren convencer con sus cuentos de lo que a su vez les cuentan de un lado y otro -ejemplo se les olvidó la carretera de la Gañidoira y siete meses después sigue sin terminar de arreglar el socavón de la carretera da Mariña- pero a ellos les llega con exhibir su ego en presidencias de fiestas y procesiones.

Somos de la Tierra donde la frustación se ahoga en vasos de vino, donde se inventan leyendas y crean otros artificios- fiestas, queimadas, merlines u otras pócimas- para autoengañarse y así sobrevivir. Somos hijos del fatalismo celta y se acepta como animal de compañía. Y si nunca existió Breogán, ni el Apóstol, ni más brujas que las que propicia la ingenuidad, son buenos talismanes para elevar la moral... y los negocios de los chamanes de turno.

Hablo de un lugar donde la felicidad consiste en no enfermar, cobrar un pequeño sueldo o exigua pensión y donde lo esencial parecen ser los churros y el fútbol. El viejo "panem et circenses". La decadencia, la falta de oportunidades, la emigración, el abandono institucional, la tristeza que se palpa en el ambiente... son aceptadas con el viejo y dañino mantra de ES LO QUE HAY. Pero a mí esa sociedad no me gusta, y pienso que debiera haber otras ilusiones y gentes que trabajasen por los cambios, que hubiese esfuerzos colectivos, mayores ilusiones de cultura, y unos políticos honestos y sinceros... y lo digo con claridad porque somos muchas las personas que no aceptamos a ser tratadas como vegetales o fósiles. Y créanme que de los últimos hay muchos.

Hubo un tiempo en que los hombres pensaban, leían libros y se reunían en tertulias de debate donde se cultivaba el espíritu crítico; pero llegaron los periódicos subvencionados montados en el caballo ganador, los comecocos de los empresarios de las televisiones y sus sesgados intereses, los móviles "atrapatontos" con sus mil chuminadas y noticias falsas... y la verdad vive hoy escondida en la conciencia de quien quiera y no renuncie a ella. Y aún más, molesta, se persigue, se combate, se desprestigía y, si se puede, se acalla. Yo, querido lector, estoy amordazado por leyes que buscan cualquier resquicio para silenciarme. Y continuamente me avisan mis amigos.

Hoy, que vivimos en la era de la tecnología y vemos que nos plantean avances de difícil comprensión por nuestras carencias; intuimos, sin embargo, que vivimos en el mundo de Pinocho y que posiblemente la inteligencia artificial nos gane la batalla. Lo sabíamos por la Paleontología: Lo que no se usa, se atrofia. Es una pena que la natural haya quedado en desuso.

Y llegado este momento, siento el cansancio del inútil esfuerzo, me duele el "yanosequé" de tirar del carro de las ilusiones y me revientan las piedras de los cobardes, la mezquindad de los mentirosos, los cuentos de los advenedizos y esa extraña fauna de serviles y aduladores siempre dispuestos a justificar la labor de los buitres carroñeros. Es el peaje de mi locura y mi nulo éxito.

Mi ingenuidad nunca me abandona y lucho sin suerte contra la avaricia y el efecto pernicioso del dinero. Procuro un mundo más igualitario mientras las decisiones políticas reman en contra. Reconozco mi insignificancia ante la atroz vorágine de un tsunami de avaricia. Pienso que mi pueblo es un pequeño botón de muestra donde se compran conciencias sin pudor alguno. Siempre la pobreza resulta vulnerable.¡Cuántas aberraciones sufrió mi pueblo en manos de corruptos santificados, de impresentables constructores, de caraduras con nombre y apellido, con modernos negreros... con pretenciosos paladines del progreso! Se pueden hacer mal las cosas, pero con un pueblo sordo y mudo, todo resulta más fácil. Y si a eso añadimos los conferenciantes y sus egos, entonces, ya saben la razón de los ladridos del perro de San Roque.

Muchos han sido los repasos sobre las barbaridades urbanísticas de mi pueblo, tantas que no fui capaz de denunciarlas todas. Verbigracia los chalés próximos a los Caslelos. Ni ley de Costas ni san Juan con sus fiestas. Aquí mandan los de siempre porque les sale de allí y punto. Y siempre hay tiralevitas que justifique ese mamoneo.

Pero, si en mi pueblo miran su Plaza Mayor, es muy probable que me entiendan. En mis viajes por España, unos cuantos, jamás vi tal aberración. Y reto aquí a cualquier disputa dialéctica a quien quiera contradecirme. ¿Conocen algún pueblo que no tenga jardines? El mío tiene una explanada de la que heredó el nombre de tiempos menos hormigoneros. ¡Si aquí hasta las cunetas están llenas de hortensias!; pero en mi pueblo ni siquiera hay esos recintos donde la sensibilidad encuentre refugio. Y siendo anómalo y pernicioso tanto abandono, nunca creí que también lo fuese el silencio ciudadano.

Aquí el futuro es jubilarse, ir aguantando, aceptar, con ese estoicismo tan viejo como rancio, la emigración como un mal necesario y pensar que los niños cuando sean mayores ya arreglarán sus problemas. Nuestros padres, siendo más pobres e incultos, fueron mucho más generosos. Trataron de dejarnos una sociedad mejor y eso que soportaron aquel nefasto Régimen.

Hoy, los jóvenes, hartos de verse despreciados y abandonados, expulsados de su hábitat natural, no quieren hijos. Ni tampoco aceptan los viejos y estereotipados mantras de felicidad que les ofrecemos. Están hartos de nuestra incoherencia. Están cansados del ambiente hipócrita y absurdo de una sociedad estratificada con grandes escalones de separación de clases para evitar conocer las miserias en profundidad. Se hastían de ver como pululan por doquier cantidad ingente de altivos, displicentes, soberbios y vanidosos presumiendo de cultura de periódico. Son la jet set de la pasarela. Y la mediocridad más elocuente.

Se quiere vivir el "carpe diem" sin pensar en el futuro de los hijos. Es el amor paternal que no entiendo y la comodidad de huir del porvenir como el del cambio climático. Está aquí y ya se percibe con algo tan nuestro como la lluvia. Se rompen los tópicos de que la lluvia es arte, para convertirse en necesaria. ¡Cuánto enseña pasar Piedrafita y otear otros horizontes!. Y por si fuera poco, a la hora de votar, se ve que muchos viven felices.

Porque en mi pueblo no cambia nada. Ninguna elección cambia un ápice, como decía Giuseppe T. de Lampedusa en el Gatopardo. Los vicios, los abusos, los privilegios... siguen haciendo estragos y permiten a algunos lo que les sale de "allí", independientemente de la banderita que se enarbole. Aquí lo único que cambia, si existe algún cambio, es quítate tú que me pongo yo. El ego es poderoso y, en muchas personas, irrefrenable.

Ni siquiera la gente aparentemente más válida piensa muchas veces en la solidaridad, en la generosidad con los que están peor, con las necesidades más perentorias de los marginados de todo tipo y los cambios que esta sociedad requiere. Mi pueblo es conservador por filosofía.

Aquí algunos pensamos que vimos con la intolerable crueldad con las mujeres, los despiadados insultos y menosprecios con los gais, emigrantes, diferentes de todo tipo. Vemos como se usa la barbarie y la ignorancia como armas de marginación contra todo aquello que amenace nuestro modo de vida. Vemos también como votan a sementadores del odio y el retroceso; dan su apoyo a patrocinadores de la corrupción, destructores de la sanidad, la educación, los servicios sociales... Ayudan a quien quiere privatizar las pensiones, a quien engorda la sanidad privada con el erario público, a quien deja arruinado el ayuntamiento, la comunidad autónoma, y, cuando se tercia, el Pais. Se leen los periódicos, hoy panfletos, de la prensa subvencionada con del dinero público; Hoy, esa jet set, antaño tan presuntuosa de la cultura, cambia libros por yates mientras ve cerrar librerías.

Oscuros y malditos son los intereses de esa caterva enorme de indeseables, que dificultan y explotan hasta la extenuación a cantidades enorme de jóvenes investigadores en las distintas disciplinas, y que bien podían ser la savia que alimentase al Pais y, sin embargo, les niegan el pan y la sal mientras ellos depredan el erario público...¡ Hay tanto por lo que luchar! Ni siquiera somos sensibles ante el dolor de las pateras, Ucranía o el hambre en el mundo. Mientras vivimos pendientes de pequeñeces o sufriendo por mil estupideces y ajenos a las enseñanzas de nuestra niñez.

Me gustó siempre la gente sincera, clara, abierta, generosa, alegre, valiente y acogedora de mi pueblo; esos nuestros que comparten vida y ayudan sin cobrar; me siento muy orgulloso de quienes perdonan fallos y no pasan factura; de quienes no chismorrean ni juegan a juicios de valor con calificaciones morales; me gustan las familias que aman a sus hijos y se preocupan de inculcarles principios de trabajo, honradez, fraternidad y justicia.

Y en esta perspectiva acepto mi rol de protestón, crítico mordaz y mi cuota de enemigos. Siempre busca uno ser buena persona, pero cada cual cosecha lo que planta, aunque sean sueños en el desierto y sólo los riegan las lágrimas. Ciertamente también uno es correspondido con rosas de gratitud y gratificantes ánimos. Desde aquí mi gratitud.

Mi pueblo tradicionalmente siempre fue así, siempre tuvo algún poeta con aguijón y siempre los necesita. Ahora urge un recambio, una voz fresca y que se rompa el corazón por la cuesta subiendo a San Roque con un carro de ilusiones. Y llegado allí, los plante con oraciones, religiosas o laicas, cual perro, lamiéndole las llagas.

Mi pueblo es sencillo, humilde, hijo del duro trabajo del campo y el mar, curtido obrero de la construcción de un País que merece mucho más. Un pueblo donde la belleza natural que cada día nos asombra se siente vilipendiada por esa caterva de insufribles depredadores muchas veces vecinos y hasta compañeros y amigos de infancia. Duele la denuncia, pero duele más el destrozo fruto de la avaricia. Vaya, otra vez, una nueva lágrima, "bágoa da Terra", ya quedan pocas, pero que todavía aporte la sal que Viveiro necesita. Somos hijos del mar y el mar siempre es un cementerio de lágrimas.
Feliz verano a todos.
Timiraos, Ricardo
Timiraos, Ricardo


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