Inteligencia artificial o falsa inteligencia

Cuando uno desea comprobar si algo que le anuncian es verdadero o falso, en primer lugar, recurre a su experiencia personal, si la tiene, sobre el mismo o parecido hecho. Es lo que se ha dado en llamar teoría de las evidencias. Si no tuviera ninguna experiencia sobre lo que se le comunica, busca, a continuación, expertos o conocidos que le saquen de sus dudas. Y si esto todavía fuera imposible, ahora, consultaría en Google o en otro buscador cuantas paginas se refieren a los mismos hechos en los mismos o parecidos términos.

Cuando me hablaron por primera vez de la inteligencia artificial, quise comprobar hasta que punto era inteligencia la aplicación en cuestión. A la primera que acudí fue a la archiconocida ChatGPT. Y me quedé algo perplejo cuando vi que ofrecía datos sobre mi currículo que, además de estar en Internet, eran ciertos. También pregunté por otros familiares que son destacados filólogos y que tienen múltiples publicaciones e informaciones sobre sus actividades en los más diversos lugares, pero en este caso, la aplicación me decía desconocerlos totalmente.

Esta primera experiencia me llevó a consultar otras aplicaciones del mismo espectro como, por ejemplo,you.com. Aquí mi gozo cayó en un pozo, pues aunque decía conocerme, todo lo que decía, además de incierto era falso. Así que hice más averiguaciones sobre otros temas de los que tengo serios conocimientos. Las respuestas de estas inteligencias, que ya puedo empezar a llamar, pseudointeligentes, combinan hechos reales con otros no probables o directamente improbables.

Así las cosas, ahora me uno a todos aquellos que califican las diferentes versiones de inteligencia artificial como el cuñado, en su sentido más ramplón. Es decir, aquel que llega a todas las reuniones con la última novedad, que parece conocer con todo detalle y de la que se patrocina como todo un experto, y de la que habla con soltura y conocimiento. Pero que cuando se le pregunta por algunos detalles de interés para los reunidos, su cara se transforma y se le ve que desconoce. Pero él o ella no puede quedar en entredicho y tira de argumentario propio para salvar la situación. Y es ahí donde todos los asistentes a su relato le dejen de creer todo lo que ha dicho. Y es que mezclar informaciones verdaderas con otras falsas dejan todo el discurso en entredicho: la manzana podre siempre va a pudrir a las compañeras y no al revés

De todos modos, una aplicación que puede perfeccionarse todavía mucho da a la vez esperanzas y pánica. Es algo así como la energía nuclear, que igual sirve para soluciones pacíficas, como llevar energía eléctrica a nuestras casa, o hacer que estas desaparezcan en milisegundos por los efectos de una bomba fabricada con esta.

Así que espero que mentes más preparadas que la mía nos ofrezcan la soluciones más adecuadas para no tener que vigilar, no ya a los políticos que sabemos que a veces nos mienten, pero que les vemos la cara, sino a corporaciones sin cara que pueden influir decisivamente en nuestras vidas y llevarnos a conflictos que puedan ser insuperables como civilización. Y no digamos ya nada del otro pretendido supuesto, que nos gobiernen la máquinas sin que nosotros podamos hacer nada por evitarlos. Si una máquina venció hace años al mejor ajedrecista del mundo, Gary Kasparov, que serás de unos comunes mortales frente a una gigantesca máquina que puede interaccionar con todo lo que quiera sin pedirle permiso a nadie ni presentar sus disculpas por los males creados.

Espero que los que tienen en sus manos todos estos complejos procedimientos de los algoritmos sepan llevar la inteligencia artificial a buen puerto y no destruyan lo poco que nos queda de vida en el planeta azul.