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La que se avecina, vecina

miércoles, 31 de mayo de 2023
Celebradas las elecciones en varias comunidades y los municipios de España cada cual saca sus conclusiones y puede imaginar la que se avecina. Y parece evidente que se esperan cambios profundos en nuestra manera de vivir y que tendrán secuelas irreparables para servicios públicos como sanidad, educación, servicios sociales... No es nueva la demagogia usada para convencer a la plebe de que las soluciones de los problemas pasan por la privatización de los servicios públicos, porque se vende el viejo mantra de que lo público es un despilfarro y la privatización genera eficacia. Mi visión es que la empresa pública bien gestionada revierte en la ciudadanía y la empresa privada sólo busca el lucro. Y no hay mejor modo de verlo que siendo usuario de la sanidad para valorar ambas situaciones. ¡Pobre del que se vea obligado a caerse en esas garras de facturación!.Y así ya llevan tiempo de derivaciones caras para abastecer los hospitales privados a cambio de empobrecer la sanidad pública. Gestores hay responsables de esas anomalías. Pero los votos son los que mandan y quien gana sabe a quien beneficia. Alguien wasapeaba ayer: "Cosas veredes, Sancho".

Y veredes que los hospitales pasan a ser gestionados definitivamente por empresas que lógicamente buscarán su beneficio en detrimento de sueldos, medios, calidad asistencial, alimentación y otros servicios. Llevan ya muchos años expulsando de la sanidad pública a los mejores médicos y consecuentemente incitando al personal, que pueda permitírselo, a que caiga en manos de empresas privadas para su esquilmo.

Veredes también crecer los colegios privados en terrenos públicos, que eran de todos y pasan a ser de sus "amigos", y que también van a ser gestionados por empresas afines a los vencedores y donde ¿cómo no? seguirán sacando tajada monjas o curas, tan maltratados ellos siempre por los malvados comunistas. Es lo que tiene el Comunismo que acaba con el apartheid. Aquí lo que ellos necesitan son colegios privados donde la sociedad elitista, esa de cristianos con fronteras, gozará de prebendas, becas, instalaciones, uniformes, amén de profesorado precario y dócil; mientras, en los barrios periféricos de las ciudades, subsistirán en la precariedad más absoluta los hacinados niños que pasarán hambre, calor y frio y alimentarán a caterings impresentables de los amigos del político de turno. También los maestros tendrán que pasar por el aro y se legislarán leyes para el control ideológico conservador. No vaya a ser que mi niño aprenda cosas de sexo, homosexualidad, ecología y otras modernidades. Educación cívica y moralidad laica no hacen falta, no vaya a ser que se aprenda y se use. Quizás necesiten expulsar la música u otras actividades artísticas para potenciar la religión católica y adoctrinar en patriotismo, no vaya a ser también que los niños llegan a ser empresarios y desconozcan donde están los paraísos fiscales. Defraudar es una practica habitual con grandes maestros entre esta tropa, pero eso ¿qué importancia tiene? Eso no es robar, es distribución de la riqueza entre quien la necesita para comprar un yate, un porche o la biblia en verso que también la necesitan. Tienen de todo, menos vergüenza.

Con esta gente la escuela sufrirá ese reciclaje ideológico profundo y hasta es posible que sigan empecinados en explicar en inglés lo que desconocen en castellano. La demagogia es lo que tiene: mentira. Y daños colaterales.

Los servicios sociales, en general, serán gestionados por sus empresas privadas que cobrarán a los usuarios una cantidad cada día mayor para ser más rentables. Las residencias de mayores seguirán dando de comer lo que nadie quiere en su casa, andarán escasas de material y personal mal pagado y los ancianos deberán gastar la pensión y los ahorros para contribuir a la depredación económica realizada por los fondos buitres que los gestionan en connivencia con los políticos de turno. Las inspecciones y las condiciones de negocio serán lasas para que la empresa sea muy rentable. Hasta es posible que el cazo no sea corrupción. Todo es cuestión de que los jueces sean benignos.

¡Y vengan churros!. La desidia y el pasotismo de esta sociedad es cada día más nefasto, cierra mentes y libros sin pudor alguno.

Y ahí van estos tres pies que sujetaban medianamente el estado del bienestar ante el individualismo más cruel, la demagogia más chabacana y la indiferencia de una sociedad que a mí me parece zombi. Y quien se pique, ya sabe lo de los ajos.

Los votos hablaron y en una democracia, aún sabiendo la relatividad de su valor, producen consecuencias. Ciertamente, unos pierden más que otros, porque no todos estamos en las mismas circunstancias, ahora bien, uno piensa en lo que se pierde y recuerda cuando estuvo hospitalizado en un centro público y lo bien tratado que fue; uno recuerda sus años escolares y se da cuenta que aquellos niños de la escuela pública, en un pueblo, nada teníamos que envidiar de los colegios privados; uno ve los geriátricos y, salvo excepciones, no puede menos que pensar que son aparcamientos de viejos para el desguace, psíquico y físico.

La política es un arte en el que se producen vaivenes y unos ganan y otros pierden y cada cual tenemos una visión de las cosas muy personal, así que si bien aquí manifiesto mi opinión y mi desazón, quizás la vida con sus vueltas algún día entienda mi pensar. Sinceramente, me da pena que mi País pueda caer en manos de carroñeros que expolian el erario público en connivencia con los políticos; me da pena que tanta mediocridad intelectual rija nuestros destinos; me da pena ver la cantidad tan enorme de gente sin formación y criterio que, a pesar de ver lo que está perdiendo, acepta este cambio en detrimento suyo; me da pena la injusticia social que niega el pan a esos niños de los barrios y se gasta el dinero en folclorista trasnochado; me da pena una sociedad que no cuida a sus médicos con amor y eficacia; me da pena ver las condiciones de higiene y alimentación de los geriátricos; me dan pena los sueldos miserables de muchos jóvenes y el despilfarro de sus empresarios; me dan pena las parejas que no pueden vivir juntas porque la vivienda es un artículo de lujo; me da vergüenza estar rodeado de ayuseros maleantes que se aprovechan la pandemia para enriquecerse; me da vergüenza ver las cantidades ingentes de parásitos subvencionados; me da pena ver la cantidad de inútiles que encuentran acomodo en las instituciones por ser afines a una ideología; me da asco observar como se deslocalizan empresas sin devolver las subvenciones recibidas; me da vergüenza que hayamos hecho ricas a empresas que siempre han rehuido la tributación justa... ¡Me dan pena tantas cosas!

Recuerdas, maestro Machado, "Una de las dos Españas ha de helarte el corazón" y es vigente todavía.
Timiraos, Ricardo
Timiraos, Ricardo


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