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El Camino de Santiago (I)

lunes, 12 de enero de 2009
EL CAMINO DE SANTIAGO: APROXIMACIONES Y DESVÍOS (I)

INTRODUCCIÓN

Cuando el 2004 está presto a su término, reparo en que debiera escribir algunas páginas sobre el Año Santo Jacobeo y el Camino de Santiago -por los que me siento muy concernido-, y antes de que finalicen sus festejos y la pujante actualidad de sus celebraciones. En cualquier caso, pronto, para no olvidar la inmediata perspectiva de lo ocurrido en los doce meses jubilares.

Me da por pensar que mejor hubiera sido recorrer el Camino, a pie -el rito perfecto-, desde Roncesvalles ó, al menos, digamos por poner un hito singular, desde su puerta gallega: el mágico Cebrero. Mas un septuagenario, como yo, no está para estos trotes: una aventura tan penosa.

Sí lo estuve, añado con prisas, para celebrarlo, como he hecho a lo largo del presente año, en precisos y contados tramos: así lo caminé de Roncesvalles a Zubiri, en enero, sobre la nieve; en la primavera recorriendo los senderos próximos a San Juan de Ortega, por los Montes de Oca; de Sarria a Barbadelo, marchando bajo la lluvia, entre viejos castaños, eludiendo erizos y pisando diminutas manzanas; y lamento no haber caminado desde el Monte del Gozo hasta la Catedral Santiaguesa como pretendía, entre canciones de jóvenes (“Santo Adalid Patrón de las Españas, amigo del Señor…”) por que el estruendo de vientos, lluvias y aparato eléctrico de una formidable tormenta, no me lo permitió.

Este último tramo, por lo contado, y el resto de los itinerarios jacobeos por los que hemos transitado, ha sido realizado en coche, eso sí, sin olvidarnos de viajar con espíritu peregrino, pues si el tiempo a saltos y la disposición de las etapas y el modo de traslado, corresponden a la voluntad de cada uno, no dejaron de ser, en su intención, peregrinaje. Volveremos a detenernos, más adelante, en estos recorridos y en otros desvíos.

Hubo más, un viaje de Madrid a León, en septiembre, para encontrarnos allí y confortar a dos peregrinos suizos que venían, a pie, desde Einsiedeln, un monasterio benedictino situado en el corazón de la Suiza Central, los cuales, siguiendo la ruta de Friburgo, Lausana y Ginebra, habían elegido para atravesar Francia uno de los famosos caminos franceses, y el habitual para los helvéticos, por Notre Dame del Puy, Sainte Foy de Conques y Saint Pierre de Moissac, maravillosa ruta penitencial y del románico más excelso. Ruta que tuvo que ser interrumpida, ya a la altura de Lyon, por sufrir Werni una neumonía que exigió su hospitalización, y Roberto dolorosas heridas en los pies, no menos invalidantes. Tres meses después, sin embargo, decididos y voluntariosos, reanudaron el Camino en el mismo lugar de su anterior abandono y prosiguieron bajo el peso de la mochila, al albur de los albergues y de las inclemencias climáticas, hasta llegar a León, tras cruzar los Pirineos y caminar por Pamplona y Burgos.

Nos habían enviado, con regularidad, sus hojas de ruta, escritas cada noche, contándonos buena parte de las vicisitudes de su peregrinación, rubricadas con un entusiasta ¡Ultreia!

Mi mujer y yo, compartimos con los sexagenarios Werni y Roberto, aquel domingo de septiembre en la ciudad. Visitamos la Catedral, San Isidoro, las murallas, el Parador de San Marcos, antiguo Hospital de sufridos peregrinos. Degustamos un tradicional menú (cecina, habitas, asado de cordero), mientras nos referían las impresiones valiosas ó anecdóticas de su paso por Francia y el norte de España. Y le comentábamos nosotros, entre aromas de licor, la importancia del Templo de San Isidoro, el modelo quizá más antiguo del románico español, la singularidad del Panteón (y de sus capiteles), la transcendencia de las pinturas románicas; y la historia de San Pelayo, el niño mártir de Córdoba cuyos restos, traídos desde la ciudad andaluza, residieron muchos años en la cripta de la Basílica, y fueron venerados como patrono de la misma, tal como San Isidro, cuyas reliquias fueron trasladadas desde Sevilla y que anda, entre otros aconteceres, como Patrón de Hispania y su presencia legendaria al frente de los ejércitos en Baeza, contra los moros, a caballo y con su casulla blanca.

Al día siguiente continuaron por la Ruta Peregrina, desde la Virgen del Camino.

Es muy probable que en páginas próximas les encontremos de nuevo. Antes, comentaremos, con la diligencia debida, el origen y la secular trascendencia del Camino de Santiago y del culto al Apóstol.

Fuertes Bello, Antonio
Fuertes Bello, Antonio


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