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Cómo ser paciente de hospital y no sufrir en el intento

viernes, 09 de enero de 2009
Ya me gustaría conocer la fómula mágica para no sufrir, y mucho menos morir, cuando se está enfermo y se trata de ingresar a un hospital y sobrevivir estando allí.

Porque los hospitales son los lugares físicos, asentamientos, donde se atienden y curan a los enfermos. Son centros sanitarios donde permanecen aquellos enfermos que necesitan tratamiento médico o quirúrgico que les sanen.

¿Entonces, por qué parece todo menos eso? ¿Por qué parecen campos de concentración donde la gente "sobrevive" hacinada? ¿No es suficiente padecimiento el estar enfermo? ¿Es imprescindible sufrir para sanar? El Derecho a la Salud Pública, ¿no es un derecho constitucional?

No hablo de enfermedades, tampoco de médicos, pero sí hablo del sistema sanitario público y de unos cuantos trabajadores, esperemos que minoría, que ejercen su labor sin humanidad y provocan ansiedad, depresión y dolor a los pacientes, ya de por sí debilitados y vulnerables.

Hablo de lo que, en estos últimos días, veo, escucho y vivo en el Hospital 12 de Octubre de Madrid, donde una mala atención de un auxiliar, verbal y física, puede provocar una mala estancia al paciente e incluso hacerlo sentir más estresado, triste y angustiado.
Hay personal sanitario que trata a manotazos a los enfermos y no lo ven como una agresión; hay personal sanitario que deja al resignado y sufrido paciente, entubado y cableado, largo tiempo esperando a ser cambiado de postura o recibir cualquier otra atención ya sea de aseo o medicinal. Todo ello acompañado de malos gestos o amargas palabras.

Cómo cambia la estancia cuando ves sonrisas, cuando ves que el personal sanitario comparte su trabajo con mimo y con buenos y dulces gestos y/o palabras.
Afortunadamente, estos profesionales también existen; lo que ocurre es que, una mala acción de algún compañero ensombrece al resto y crea desconfianza e incluso pavor.

Está también el problema de los contratos laborales de estos trabajadores y el miedo a perder su puesto ante el reconocimiento de negligencias entre sus compañeros. Siempre se ha dicho que entre médicos y enfermeras se tapan unos a otros y bien es cierto, bien por sus cargos de subordinación, por temor a su no renovación de contrato o por el rechazo ante los demás.
Pero un abuso de poder, ya sea a nivel profesional o por la fuerza, siempre será algo punible y por tanto denunciable. Cualquier negligencia, médica o laboral, rompe la cadena humanitaria del resto y del bienestar físco y psíquico de los pacientes e, incluso, de los familiares presentes.

Porque no hay derecho a ver ni oir malas contestaciones, permitir abuso de cargo profesional y qué decir del aspecto de los hospitales, tan viejos, donde, al agolpamiento de los enfemos en las salas de Urgencias, se suma el hacinamiento de estos en las habitaciones de las plantas. Habitaciones angostas y viejas donde un mal paso puede causar más daño porque no cabe ni una horquilla. Al colmo de la falta de almohadas en las salas de urgencias, sustituídas por sábanas arrugadas para la nunca o brazos de familiares que sujetan al enfermo durante las horas de visita, se suma el colmo de tener que compartir los palos que sujetan el suero/gotero del paciente, entre ellos, y, así, mientras a un enfermo le pasan por su cabeza los cables del otro compañero de cama, éste ha de estirar su brazo para que le llegue el cable de su medicamento y no se le suelte o escape de su vía.

En cuanto a los resignados familiares que visitamos al enfermo, intentamos ayudar en las comidas o en el aseo de estos, qué causalidad que las horas de visita coincidan con las horas de las comidas. A veces lo conseguimos, otras, metemos la pata por desconocer cómo sube o baja una cama, o acercamos la bandeja de la comida al revés y casi nunca nos cabe en el carrito. Tampoco estoy viendo que se dé de comer, que se ayude a partir la comida al enfermo que no tiene familiares a su lado. También, sufrimos la falta de aseos de distinto sexo en las plantas, algunas ni tienen, como la planta número 15; el ascensor tarda en venir para bajar a la cafetería, y cuando consigues un aseo libre, o está atascado o no hay pestillo.
También sufrimos la incultura y mala educación de aquellos visitantes que, despreciando lo ajeno o "amándolo" demasiado, sustraen tornillos, tapas de servicio e incluso azulejos, o pintan y graban el nombre de sus enamorados o se desahogan con insúltos sobre cualquier pared o puerta de baños.

En fin, panoramas desoladores que enferman más que curan y que hacen tener más pánico todavía a cualquier enfermedad, por el trauma a seguir hasta poder sanar.
Dan ganas y deseos de no querer llegar a la senectud (etapa de paso forzosa e inevitable por los hospitales) para no tener que estar como paciente en éste lugar, de todo menos acogedor y menos, aún, si no se tiene ayuda familiar.

Porque, nos pasamos la vida pagando a la Seguridad Social y obtenemos más penurias que seguridad.
Porque en cualquier momento de nuestras vidas podemos enfermar y es cuando más trato amable y cariñoso se necesita.
Porque tenemos que asimilar que, al llegar a la vejez, algún achaque tendremos que pasar y, por tanto, cuidar la Sanidad Pública debería ser objetivo prioritario de cara a ese futuro al que, mejor tarde que temprano, todo ser humano ha de pasar si quiere envejecer con orgullo y dignidad.
Porque no nos sirve de nada hacernos mayores sin calidad de vida.
Y porque, por desgracia, cada vez son más las familias de muy pocos descendientes y, por tanto, la ayuda merma cuando más falta hace y hasta los divorcios o las familias monoparentales harán que estas ayudas cada vez sean menores y necesitaremos que estos lugares de curación sean lo más familiares posibles.

Seamos, pues, más egoístas con nuestro futuro; seamos más exigentes con nuestros recursos, mimemos más al presente, contruyendo lo mejor y conservándolo aún mejor para que dé frutos estables y sanos: más Centros Sanitarios Públicos dignos de todos los trabajadores, porque no todo el mundo puede acudir a la Sanidad Privada y porque tenemos derecho a un trato digno, justo y sanitario.

Mimemos más a la Medicina, admiremos a los profesionales que velan por nuestra salud, confiémos en los médicos porque salvan muchas vidas, agradezcamos a todos los trabajadores de los hospitales su ayuda. Devolvamos sus sonrisas con las nuestras y cuidemos del bienestar de todos los enfermos, del personal sanitario, y respetemos los espacios clínicos porque nadie, ni siquiera los mismos profesionales, se queda sin pasar, alguna vez en su vida, por estas residencias para reparar su Salud.

También es preocupante casualidad que, al terminar de escribir éste artículo, nos llegue la noticia de un colombiano muerto a tiros en éste mismo hospital que visito, 12 de Ocubre de Madrid. El asesinado era un destacado cabecilla del narcotráfico en Colombia, Leónidas Vargas, de 60 años de edad, detenido en España en el 2006 con 500 kg. de cocaína y acusado de tráfico de drogas. Un ajuste de cuentas podría ser el móvil del crimen. Se encontraba en libertad por padecer una grave enfermedad que le mantenía hospitalizado en la quinta planta de dicho hospital, donde fue baleado.

Casualidades del destino porque, antes de enterarme de la noticia, dudaba de mi titular y sustituí la palabra morir por sufrir y... ya ven.
Antolín, Celia
Antolín, Celia


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