Clipper era el perro coruñés del adolescente Pablo Ruiz Picasso.
El cuadro que lo plasmó es el primer autorretrato de su amo, porque le puso sus ojos,
aquellas ventanas negras antracita que una y otra vez plasmaría a lo largo de su obra en muchos de sus estereotipos.
Aquel canciño fue tan suyo, que estoy convencida se lo llevó a la tumba con sus enseres más queridos, sus comidas y sus muebles, tal cual hacían los príncipes y faraones egipcios.
Lo sintió tan suyo que le dio sus ojos, pero estos se convirtieron en universales, pues cruzó la copia de sus retinas con las inspiradas en las del arte primitivo: no es fácil... pero, es que era Picasso.
El cuadro está en la exposición del Museo de Bellas Artes de Coruña, que celebra el 50 aniversario de su muerte.