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Semana Santa y dolor

viernes, 31 de marzo de 2023
A "mis" niños.

Hubo un tiempo en que éramos niños tan inocentes, puros y limpios como los lirios de las procesiones. Después fuimos jóvenes atraídos por un Cristo que era pobre, sincero, humilde, sencillo, el hombre del amor y la luz de la esperanza. Más tarde, la vida nos presentó el teatro del mundo de Calderón, o quizás el Vanitas Circus, y a cada cual se nos adjudicó un rol. Y así hoy formamos parte de esta tragicomedia donde no faltan el Avaro de Moliére, los Miserables de Víctor Hugo, Hamlet de Shakespeare, sin olvidar nuestro inmortal D. Quijote... o cualquier Lazarillo de nuestra picaresca.

Cristo y su mensaje son siempre unas buenas disculpas para tejer la telaraña donde atrapar al carbonero, máxime si la religiosidad no exige profundidad y queremos vivir sumergidos en el mar de la ignorancia.

Pero el mensaje de Jesús requiere luz, no los focos de la parafernalia ni el oropel de las procesiones, sino el que habla del amor al desvalido, de la crueldad de la guerra, el que se siente trigo compañero del hambre, el que siempre está ahí para ayudar. Un mensaje que hoy resulta descafeinado, y se encuentra sumergido en las disculpas insolidarias, decorado con los los sueños del becerro de oro, indiferente a las bienaventuranzas, con una versión maquillada de los mandamientos, que resulta ajeno a nuestro bienestar y que nos exige pasar por el taller. Y si hablo de exigencia, recordaré su enojo con los mercaderes del templo.

El mensaje de Cristo es claro y nítido y una vez más denuncio que, con tanta fastuosidad y tanto boato, hemos hecho con este teatro el ejemplo antiético del pensamiento de Cristo. Lo digo una vez más. Mi papel en este circo es de payaso o de bufón ¿por qué no republicano?.

Viviendo en este teatro bueno será recordar que aquellos autos sacramentales de la Edad Media, sencillos y franciscanos, eran la pedagogía religiosa de aquel entonces, tiempos en que la ejemplaridad conmovía conciencias, como bien explicaba a Patronio con los "exempla" el Conde Lucanor.

La trama teatral requiere coherencia, y no esa superficialidad de decorados y chismorreos tan propios de los vanidosos, es por ello que espero que quizás algún día la marea coloque las cosas en su sitio y regrese aquel espíritu religioso donde la bolsa de San Francisco? O era san Antonio? tenga sentido solidario y sirva para paliar las necesidades de esa pobre gente victima de esas alimañas trajeadas que tanto proliferan. Quizás algún día sepan los niños que la desigualdad en el mundo es la causa principal de todas las calamidades; que inmensas fortunas son fruto de la rapiña y que vivir cristianamente es una tarea que requiere mucha ejemplaridad. Y muchos no la damos.
Timiraos, Ricardo
Timiraos, Ricardo


Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad de los autores y no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de la empresa editora


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