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Las cosas que nos preocupan

lunes, 27 de febrero de 2023
Son tantas las cosas que me/nos preocupan que me cuesta muchísimo sonreír, no porque no haga esfuerzos para ello y no traten de procurarlo quienes me quieren, sino porque mi responsabilidad social me recuerda mi obligación cívica de vivir para la concordia, el respeto, la armonía, la lucha contra la desigualdad social, trabajar para evitar el cambio climático, tratar de comprender a otros para que no haya guerras, aceptar a los diferentes sin reparo alguno, escuchar y aliviar las voces del hambre desde todos los rincones, buscar la solidaridad con los que sufren catástrofes... y ser crítico con la sociedad en que vivo donde la superficialidad, la vida cómoda, la indiferencia ante el dolor ajeno... busca disculpas.

Me preocupa también una juventud sin oportunidades, sus desvaríos, la falta de referentes. No, no seré yo quien los condene y los culpe del fracaso de la sociedad, por razones tan sencillas como que son nuestros "cachorros"- dicho sea con cariño, no insulto-y están aquí fruto del amor. Si ellos viven de manera alocada a nuestro pesar, convendría recordar cuando nosotros nos comportábamos de un modo parecido y todavía tratamos de ser comprendidos por los demás. "Todos hemos cometido errores y lo seguimos haciendo, pero empecinarse en ellos sólo lo hace el ignorante" decía Cicerón.

A estos jóvenes hemos procurado darles todo, confundiendo los sentimientos con el dinero, y los hemos educado con unas expectativas distintas de las nuestras. Ellos tenían que superar a sus padres y les ayudamos a forjar grandes sueños, pero a muchos progenitores se les olvidaron algunas cosas mucho más importantes como son vivir con principios, saber poner coto a la avaricia, ser comedido con los éxitos y usar el pudor y la humildad como valores esenciales. No, no hemos acertado y ahora nos molesta la superficialidad, su ego, su voracidad económica, su vida disipada, su descaro, su vanidad. Nos da pena que algunos piensen tan poco, que se sumerjan en las drogas -¡cuántos vi caer por no saber guiarlos!- que vivan para estupidez en todas sus variantes. Y ellos de nuestros hábitos sólo buscan la hipérbole.

Además nosotros vivimos en la sociedad del mundo "libre", allí donde el Capitalismo se puso siempre las botas y nunca dejó de crear esclavos. Por ello alguien tan poco sospechoso como Abraham Lincon les advirtió: "Un estado en el que coexisten la libertad y la esclavitud no puede durar".

Así que en un mundo tan maravilloso como falaz no les hemos enseñado a nuestros jóvenes a ver que los están exprimiendo como a limones; no los hemos formado suficientemente para que ahora descubran que les están pagando mal y, por lo general, no los hemos advertido contra el despilfarro; los hemos condenando a vivir de las ayudas familiares; cierto es que sí, es verdad, que estudiaron muchas carreras y consiguieron títulos y másteres-verdaderos atracos en nombre de la cultura-; pero el resultado es tan variopinto que hoy pueden ser camareros, repartidores de pizza... o que los veamos como los hacinan en jaulas muy tecnológicas, que se suben a la "nube", que conocen a "Siri" y "Alexa", que viven en el metaverso, pero comen bocatas de chope. Eso también. Los obligan a vivir corriendo, malhumorados, alejados de los suyos, sin consideración alguna de su salud, siempre estrenados porque les exigen resultados inmediatos... Y uno no puede dejar de pensar que es un método moderno de esclavitud de quien se enriquece a costa del sudor ajeno, sea este Bangladesh sea Silicon Valley. Son los capitalistas personas que siempre justifican su actuación en los muchos sacrificios que hicieron para llegar a donde llegaron, pero nunca cuentan como lo alcanzaron, es decir, a quienes explotaron, a quienes compraron, a quienes engañaron... Las grandes fortunas, casi siempre, están basadas en el sudor ajeno. Decía Séneca: "El que tiene mucho desea más, lo cual demuestra que no tiene bastante, pero el que tiene bastante ha llegado a un punto al que el rico no llegará jamás". Lo que demuestra que hay otros modos de vivir.

También los jóvenes deben rebelarse contra la intromisión en los sentimientos, contra ese miedo tan cierto como absurdo a las clases sociales o esos consejos tan bien intencionados como irrespetuosos, esa manía de fiarlo todo al dinero y al estatus, ese temor de los mayores a que los jóvenes se pasen por el forro el respeto a títulos, servidumbres y demás jerarquías que cuidar. Porque como decía Ovidio: "No es la riqueza, ni la ascendencia, sino una conducta honorable y una noble disposición lo que hace grandes a los hombres".

La ejemplaridad de mi generación no es tan maravillosa como quieren hacernos ver. No, porque por lo general no somos solidarios, vamos muchísimo a lo nuestro, que no es otra cosa que buscar el bien de la familia, sobre todo económico, y nos implicamos poco en el bien colectivo. Huimos del compromiso, esperamos que otros resuelvan nuestros problemas y criticamos a degüello a quienes trabajan por el bien común. A mi me preocupan mucho las personas que viven sin responsabilidad, desde los gobernantes hasta las terribles amenazas que exhiben con frecuencia; desde las mentiras hasta las golferías que las acompañan.

Pienso mucho en las mujeres que día tras día mueren víctimas de la violencia de género y, si bien es cierto que en mi infancia también había maltrato, dudo que llegara a los indices actuales. Nunca lo entenderé. Siempre nos enseñaron que debíamos cuidarlas como flores, y si en leyes hemos mejorado, en comportamientos hemos retrocedido. El lenguaje soez, la falta de respeto, la desconsideración de todo tipo, el ya viejo machismo insufrible, la vulgaridad más insultante... han desembocado en una violencia que jamás se puede consentir. Corregirse y ser capaces de aceptar la real igualdad es un paso necesario por parte de todos. Decía mi admirado Khalil Gibrán: "Un hombre que no puede tolerar los pequeños defectos de una mujer, jamás podrá gozar de sus grandes virtudes".

Urge también arreglar la educación de un modo real y efectivo, porque hemos pasado como en muchas otras cosas, de la brutalidad del profesorado al abuso, de la falta del respeto, cuando no violencia, del alumno. Decía el otro día alguien que la enseñanza requiere respeto mutuo y es verdad, pero mutuo que también incluye al profesorado. Muchos profes de mi generación hemos perdido media clase, y media vida laboral, poniendo orden. Es el resultado de la demagogia y la falta de realismo. Mejor hubiera sido que ambas partes se hubiesen formado en ese respeto mutuo. Entristece ver que un alumno sufre acoso -y esos anglicismos tan absurdos- y nadie realmente soluciona el problema. Y los parches no arreglan las ruedas, sólo son parches. El alumno y el profesor necesitan ser respetados realmente. Los inspectores son cargos teóricamente pedagógicos, pero, sobre todo, "bomberos" sociales que apagan conflictos, pero no resuelven la problemática.

Siempre me preocupó la política de mi país, y si bien jamás he militado en partido alguno para así poder gozar de una visión crítica, indudablemente tengo mis ilusiones que expresaba más arriba. Quizás me haya olvidado, por manido, del tema de la golfearía. Ésta no es cuestión de los partidos, sino de los individuos que lo conforman, y evidentemente, no son todos; pero a mi modo de ver la corrupción tiene mucho que ver con la filosofía vital de los personajes, que debieran reflexionar sobre sus principios y lo firmes que son. Si no se tienen, desde el primer día sobran en política; y si se tienen, hay que oír a la conciencia y seguirla. Lo admirable de los políticos es su coherencia, sean de nuestra cuerda o no. Y no me gusta ningún tipo de corsés, llámense disciplina de partido o sumisión al líder, porque, siendo la primera una herramienta, puede ser un freno para libertad de expresión y eso nunca es bueno.

Pero lo más preocupante en la actualidad es el estado de desánimo, la indolencia, la tristeza de la ciudadanía, la desconfianza mutua, la falta de preocupación por lo que acontece en el mundo, la resignación ante lo que funciona mal y nuestra escasa implicación en arreglarlo, la indiferencia con que vivimos negando la evidencia de los peligros reales que nos acechan y ver que realmente dejamos mucho que desear con tantas actitudes egoístas. Cuando nuestras lágrimas sólo manchan el sofá, cuando nuestra solidaridad sólo busca disculpas para evitarla, cuando nuestro bienestar es incapaz de reconocer la necesidades que pasan otros, cuando somos capaces de vivir y acostarnos sin preocuparnos porque crear otra realidad más justa... entonces no nos extrañe que nos hayamos convertido en robots o en zombis... y les juro, queridos lectores, que yo no nací para vivir de ese modo. Alguien debiera enseñarnos que estamos en la Tierra, igual que los animales y las plantas, y en teoría somos seres racionales. Nuestra misión es cuidar nuestro habitat y utilizar nuestras potencias para vivir lo mejor posible. Y eso implica nuestro esfuerzo. Vivir en la comodidad, la indolencia, la crítica malsana, sin desterrar la codicia y otros muchos defectos del ser humano, es un camino que me nos puede llevar al abismo... y eso para mi es preocupante.
Timiraos, Ricardo
Timiraos, Ricardo


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