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El romance (Primera parte)

jueves, 16 de febrero de 2023
El boliche bailable se llamaba "Kapañuma". Correctamente iluminado, se podían distinguir fácilmente las paredes y unos bultos en los asientos. No hacía falta más. Elena llevó a su prima Bibi. Entraron emocionados como adolescentes y pidieron la bebida incluida en la entrada.

Después de intentar hablar y no escucharse por el volumen de la música, desistieron y salieron a bailar. Iva Zanicchi los recibió con "La orilla blanca, la orilla negra". Bailaron sobre una baldosa, dejando espacio para otra pareja más. Ella llevaba el pelo recogido y Antonio adosó la boca a su oreja, así le podía decir esas palabras que llevaban años esperando salir. Entre susurros, los labios acariciaban y se emborrachaban de perfume. En un momento ella se separó, se puso en punta de pie y dijo "Hay algo que me molesta, ¿qué es?" "El llavero" mintió él, acomodándolo.

Los silencios duraron más que las palabras, escasas y susurradas al oído. No eran necesarias.

Cuando decidieron marcharse buscaron a Bibi. Al rato supusieron que podía ser la mitad de un ovillo que había desparramado en el rincón más oscuro, que los esquelenses conocían como el carneadero.
Que me contursi con la primita comentó el responsable del grupo.

En la puerta del domicilio Bibi entró corriendo, dejando a la pareja tiempo e intimidad para despedirse. Hacía menos de 48 horas que se conocían y les costaba separarse.

El lunes, la administradora le presentó oficialmente a la nueva odontóloga. "Nos vimosen la casa de Tedeschi", dijo el subdirector mientras aprovechaba la oportunidad para besar una mejilla ruborizada.

Al salir del hospital pasó por el frente de la agencia Renault, entró y preguntó por coches de segunda mano a un atento empleado, quien le recomendó un Renault 6 verde en buen estado y que se lo podía dejar a un precio accesible. Se lo pensaría.

El martes al mediodía se apareció el empleado por su despacho, le entregó unas llaves y le dijo, Pruébelo doctor. Si le gusta, cuando pueda se pasa por la agencia y hacemos los papeles. Usted decide cómo lo quiere pagar.

Después de cenar inauguró el vehículo recogiendo a su subordinada para ir a tomar algo al "Mesón de la Tía Negra", el boliche más concurrido de Esquel. Lleno de gente, siempre aparecía un loco abrazado a la guitarra acompañado por un coro improvisado.Ella se encontraba feliz y él feliz de verla a ella. Se la pasaron tan bien que todas las noches después de cenar concurrían un rato al mesón. Como una imprescindible sobremesa. Seguida de la posterior despedida en el R6, mucho más cómodo que la pick up del ministerio. Despedidas a veces aceleradas por la amenaza pirotécnica que provocaban los guisos.

Ese viernes invitaron a sus tíos. Un jefe de la municipalidad cantaba unas cuecas y vidalitas con una voz envidiable y los demás acompañaban en los estribillos. Un ambiente inmejorable. Estaban los cuatro en una mesa pequeña, la parejita enfrentada, cuando en un descuido él rozó el tobillo de la chica, y ella, en lugar de retirar la pierna, aumentó la presión. Se miraron a los ojos... y continuaron el diálogo debajo de la mesa. Fue como si la filarmónica de Berlín se hubiera instalado dentro del estrecho local y arrancado con una obertura de Rossini.

Los dos solos, sin amigos, sin familia (la relación de Elena con sus tíos era distante), empezaron a vivir el uno para el otro. Algunas mañanas Antonio se daba una vuelta por el consultorio periférico construido en el barrio Bella Vista, donde ella trabajaba. Bastaba un roce o un pellizquito para que se encendieran los fuegos artificiales. Por las tardes, después del hospital, se encontraban para visitar los comercios y comprar alguna prenda adecuada al futuro invierno, los borceguíes,ungamulán de piel de cordero, gorros y guantes de piel, unos prismáticos, una radio potente de onda corta, cualquier excusa valía para estar juntos, y por las noches la sobremesa en el mesón.

Al cobrar el primer sueldo la invitó a almorzar a "La Tour d'Argent", el restaurante de moda. Vestidos de domingo, disfrutaron como con todas las cosas que compartían. Ella estaba siempre feliz.Incluso cuando Antonio estaba preocupado con algún conflicto laboral, ahí salía la rubia con una broma, una sonrisa o un beso, desarmando toda la rigidez del Homo bobus. Él se extasiaba observándola del otro lado de la mesa, probando la comida, preguntando al mozo, saludando a algún conocido, sonriéndole, rozándole la pierna con picardía, y todo al mismo tiempo. Él no podía creer que existiera una mina así. La vida le daría la razón, era única.

Mirándola, se sentía responsable de esa persona casi inocente recién asomada a la vida, con ilusión de ser feliz y libre. No quería presumir, pero quizá en sus manos tenía el futuro de los dos. El destino había querido que la encontrara después de perder varias batallas, de ser un veterano de guerra que podía lucir sus medallas. No iba a cortar la flor, él quería la planta.

Toda esa cascada de emociones nuevas desestabilizaban por momentos a la jovencita que, enredada en costumbres y preceptos inculcados en el internado, era asaltada por la duda. En ciertas noches, convencida que esa relación debía terminar, se despedía anunciando que no se volverían a ver y que, pasara lo que pasara, seguirían amigos.

Esta simple frase convertía al paciente enamorado en un volcán que se pretendía ahogar con un corcho, se enculaba, dejaba de hablar, casi se ponía a llorar mordiéndose los labios para no contestar. Y ella, que descubrió que se divertía con esas escenas, le daba un besito y le decía:
Mañana pasame a buscar a la misma hora, y después cortamos.

O cuando la pasaba a buscar para ir a bailar, al cine o dar una vuelta con final romántico, y antes de cerrar la puerta del coche largaba con alegría,
Hoy estoy frígida.

Cortocircuito neuronal al borde de las convulsiones. Al rato, después de observar la desesperación freudiana de su acompañante, le deba un beso y le decía al oído:
Ya se me pasó.

Y en unos segundos trasformaba la amenaza de tormenta en el día mas soleado del mundo. Así era ella.

Andrés Montesanto. Fragmento de "Buscando a Elena" (2021).
Montesanto, Andrés
Montesanto, Andrés


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