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Viaje al arte Prerrománico (III)

martes, 16 de diciembre de 2008
VIAJE AL ARTE PRERROMÁNICO DEL NOROESTE ESPAÑOL (III)

TÁBARA
Cuando nos dirigíamos hacia Puebla de Sanabria, a pocos kilómetros, y sin haberlo previsto, encontramos en el borde mismo de la calzada una llamativa iglesia, al menos por el tamaño, que merece una parada. Aquí hubo, siglos atrás (en el siglo IX) un monasterio dúplice, con 600 monjes y religiosas, que fue destruido luego por Almanzor. De la construcción mozárabe primitiva apenas queda un arco de herradura que da paso a la robusta torre, de tres cuerpos, bien visible, y que se ha hecho famosa por Emeterio, el monje y presbítero que en ella concluyó dibujos y miniaturas del Beato Tabarense de su maestro, el gran Magro; con referencias gráficas al aposento de la torre en que penosamente trabajó.

Una mínima mención merecen aquí los Comentarios del Apocalipsis de San Beato, con la grafía de un mozárabe muy hispano, de este abad del monasterio de Liébana. Los autores independientes y muy creativos de estos Beatos sobre las visiones apocalípticas de San Juan, ofrecieron con violentas imágenes esta singularidad cultural, pues sólo en Hispania, y concretamente en Castilla, se evocó el Apocalipsis con tan dramática insistencia: muertes, destrucciones, luchas y terrores, victoria final. Un texto único, con ligeras variantes, e ilustraciones de colores violentos, salvajes, que las iluminan de modo brutal. Y sigo a Jiménez Lozano:”una antología del saber teológico de la época pero, a la vez, al centrarse en el Apocalipsis se convierten en un texto teológico-político, en un momento de dolor, de humillaciones e incertidumbres (70 años transcurridos desde la invasión africana), de opresión islámica, política, social, religiosa”, vademécum de liberación política, añade, del que surge la Reconquista militar y un movimiento religioso, de ortodoxia integral, que promueve la acción milagrosa y beligerante de Santiago Apóstol.

E interesan tanto esos sentimientos de terror, de lucha o victoria, apocalípticos, como las imágenes de estallantes colores, paradisíacos. Un arte distinto, un arte “bárbaro”, de distorsión: el Cordero, el Dragón, los Caballos de la Muerte, leones, elefantes, osos. “De 32 ejemplares que han llegado hasta nosotros, 22 están ilustrados con esos “comics” bárbaros y fauves, orientalizados y fantásticos”.

Continuamos, ahora sin pausa, hacia Puebla de Sanabria, y tras superar sin mayor dificultad los puertos del Padornelo y la Canda, por la puerta de Galicia alcanzamos la sonriente Verín.

SANTA MARÍA DE MIXÓS (ORENSE)
Muy próxima a la ciudad -unos cuatro kilómetros- se encuentra una escondida comarca a dónde se admite llegaron los monjes cordobeses en busca de seguro sosiego y que aquí, en Mixós, construyeron esta iglesia (con la ayuda de artífices locales), de mestizos caracteres. Reúne, con naturalidad, los tres estilos que definen el prerrománico español: visigodo, asturiano y mozárabe, tal como puntualiza J. Cobreros, al que seguimos en buena parte de estas apreciaciones.

Es reseñable la presencia, en esta cota geográfica, de rasgos arquitectónicos asturianos, y no menos notorio, los perfiles visigóticos que destacan a primera vista: sólida cabecera con tres ábsides de planta cuadrangular, bloques de granito de rectas líneas -estamos inmersos en el reino de la piedra- y, en el interior, los definidos arcos de herradura, claramente orientales; aras romanas como basamento del altar mayor, y restos de anacrónicas pinturas murales.

Dejamos descansar este tesoro de la arquitectura religiosa en el marco de un paisaje natural bellamente elaborado a lo largo de los siglos.

SAN MIGUEL DE CELANOVA
Nos desviamos de la autovía a la altura de Xinzo, por los dominios del río Limia, para llegar sin mucha tardanza a Celanova: importante ciudad histórica, monumental y literaria (cerca de la sorprendente plaza de bien alineados y robustos plátanos, nos encontramos con las efigies de Curros Enríquez y Celso Emilio Ferreiro), y en las cercanías, con reminiscencias paleolíticas y de la Edad de Bronce, y romanas, así la Nova Vía de Antonino: Braga –Lugo- Astorga.

En pleno centro de la villa sobresale el gran Monasterio de San Miguel del siglo XVII cuyo origen se remonta y corresponde a la fundación de San Rosendo, figura egregia y muy relacionada, curiosamente, con el mundo musulmán, en el 940, y de cuya época sólo nos queda por fortuna y de milagro, en el patio posterior, el célebre Oratorio mozárabe, iglesia diminuta, hospedería o capilla, singular por su extraordinaria perfección, datado en el siglo X. Esta joya arquitectónica de pequeñas dimensiones, seis metros cuadrados en su sala principal, como una maqueta de piedra, a escala, nos dice la saludable guía sirvió como albergue a la madre de San Rosendo, pero, al parecer, conviene más a habitación de monjes o peregrinos de paso por la zona; para otros, es una iglesia cementerial y algunos lo enfatizan “como microoratorio espiritual que reúne todas las características del espacio sagrado: nave, crucero, ábside; una verdadera lección de teología y metafísica en este pequeño espacio extraordinario”.

Llama la atención, hoy, que hasta aquí vinieran los monjes cordobeses, y “la fuerza de penetración de su estilo arquitectónico”, y que sus discípulos lo sublimaran en este diminuto oratorio ante el cual el visitante se maravilla y, sin duda, se emociona: la perfección de lo pequeño, arte en la esencia de lo simple, disposición exacta de los sillares con refinada labra, las proporciones nítidas de las bóvedas, su aparente maestría técnica (e incluso, se nos dice, matemática). Cuando traspasas la angosta puerta sobrecogen las luces superiores, los arcos de herradura, la geometría inverosímil de los diversos espacios, el enigma de sus significados, cierto (¿perceptible?) misterio.

Ya en el exterior de nuevo, y recuperados de lo admirable, se encuentra un prolongado roquedo, con marcados desniveles en su dorso, que la amable guía nos refiere corresponder a tiempos celtas y lugar posible de sacrificios humanos.
Sólo nos queda, atravesando las claustros del Monasterio, volver a la realidad más doméstica de la calle.

SANTA COMBA DE BANDE
En plena Limia Baja, en la proximidad de dólmenes, termas y vías romanas, y de los restos del protohistórico pueblo Aquis Querquensis, a la vista del embalse de las Conchas, entre vetustas casuchas de piedra y tierras de labor, encontramos esta gema arquitectónica visigoda de la que sabemos remonta su origen al siglo VII, y es ahora una hermosa iglesia de eventual uso litúrgico, con su espadaña y porche añadidos, entre muros de piedra que delimitan su recinto. El interesante escalonamiento de naves y capillas sobre una planta de cruz griega, y en el interior atrayente e iluminado los separadores arcos de herradura sobre dos pares de columnas con capiteles romanos y visigodos, la bóveda de cañón revestida de ladrillos de tipo romano, decoraciones murales, presencia de aras y miliares, y al fondo una imagen de SanTorcuato (o San Trocado), santo procedente de Guadix (Granada) y huido de la opresión árabe, que ejerció su misión evangélica por estos lares antes de descansar en el sepulcro de mármol ubicado en una de las capillas.

Nos insiste la encargada, que conoce su oficio, en los bloques de piedra de las paredes en hiladas irregulares, en la distribución de los espacios, es decir, en su tipología visigoda semejante, recordamos, a la descrita en San Pedro de Nave, en Zamora, y a Santa María de Melque, muy a desmano, en Toledo (persiste como excepcional vestigio de aquel Reino Visigodo, y ”ejemplo prácticamente único de mozarabismo sobre un perfil visigótico, en planta de cruz griega, y paredes de robustos sillares”; iglesia que si estuvo abandonada muchísimos años hoy, restaurada por la Diputación, brilla su soberbia estampa en las estribaciones de los Montes de Toledo, y ya se la celebra y visita como ”Sitio Histórico”).

No es ocioso añadir que la iglesia de Sta Comba de Bande está en muy cercana relación, también de vecindad, con el arte visigótico portugués (con San Fructuoso de Montelios, por ejemplo), pues , en realidad, correspondían a la misma diócesis de Braga en la época de la Hispania Visigoda que abarcaba a las actuales España y Portugal.

Por Allariz, podríamos llegar hasta Santa Eufemia de Ambía, una rústica localidad en la que se sitúa una capilla de origen visigodo, hoy apenas reconocible entre casas humildes, que ofrece en su exterior dos ventanas absidales mozárabes, en arcos de herradura, y en sus adentros un serio Cristo de apariencia medieval. Sin embargo, como el día declina y el cansancio acecha, tal es el caso, cancelamos esta desviación y nos dirigimos directamente, por Celanova, a Orense, por la carretera 540. De nuevo en la autovía y en pocos minutos llegamos a Ribadavia, y tras otros cuatro kilómetros, a Francelos.

SAN GINÉS DE FRANCELOS
Se trata de una delicia arquitectónica que desconocíamos, por más que pasamos, un par de veces cada año, por sus alrededores: una modesta, pequeñísima iglesia encerrada entre casas y huertos, tras la que se extiende un generoso manto de viñedos que beben en las aguas –azul intenso– del río Miño, aquí en reposada curva; una mínima ermita que acoge la prodigiosa mezcla de arte asturiano y visigodo, y una bella muestra mozárabe.

Su mayor interés se concreta en la portada occidental, con el manifiesto arco de herradura y las rudas tallas en dura piedra, en los semirrelieves apenas modelados, de dos escenas bíblicas: la huída de Jesús a Egipto y su entrada, entre palmas, a Jerusalén (otra vez, la didáctica eclesial).

No podemos entrar en el interior que atisbamos algo sombrío, a través de una ventana mozárabe, fascinante, cual filigrana oriental, y sorprendente en esta ubicación. También hay racimos y uvas labradas en granito, mientras el vino reposa y canta en las bodegas de esta zona del Ribero.

Se ha hecho tarde, y esta minúscula joya religiosa merece una contemplación más detenida. Volveremos.

Nos resta, ahora, acercarnos al Balneario de la Arnoya que está a muy poca distancia, para cenar y dormir, no sin antes pergeñar unas notas que me permitan retener y reflexionar luego sobre el asombro acumulado en esta experiencia viajera.

Fuertes Bello, Antonio
Fuertes Bello, Antonio


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