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Messi, el Mundial y Argentina

jueves, 29 de diciembre de 2022
No se puede explicar porque nadie lo entendería. La frase es perfecta.

Yo vivía en Argentina cuando ganó, quizás gracias a un partido algo dudoso, su primer mundial de fútbol, en 1978.

La gente, de todas las edades e ideas políticas, pobres y ricos, perseguidos y persecutores, salió a las calles con la camiseta de la selección y con banderas. Mientras se gritaban los goles desaparecía gente, los grupos guerrilleros concretaban algún atentado y el país entero estaba inmerso en una “guerra sucia”, como se llamaba.

Un sentimiento que se apropió de la mayoría, provocado por los comentarios, arengas y análisis sociológicos de toda la prensa subida al carro triunfalista de la Junta Militar, fue que Argentina había cambiado, y de forma Irreversible.

Ya nada sería igual. Ese país, sumido en la inseguridad, aislado del resto del mundo y con una crisis económica a la que no se le encontraba solución, a partir de aquel partido de fútbol, renacería. La unión de los argentinos sería total. Peronistas y antiperonistas, subversivos y militares, porteños y provincianos, todos juntos y felices. Los periodistas mantuvieron sus puestos hasta que, después de la derrota de las Malvinas, cambiaron de registro y perdieron la memoria. Los militares aguantaron en el poder hasta que, abortada la guerra con Chile, organizaron otro “mundial” invadiendo Las Malvinas. Este les salió mal. Por soberbios, ignorantes e incapaces. Y los argentinos salieron a las calles con banderas jaleando a la Junta Militar para que no negociara y siguiera con la guerra. Porque Las Malvinas son nuestras, dicen.

El mundial de 1986 no lo recuerdo en absoluto, seguramente me fui de vacaciones para aislarme de la histeria colectiva.

44 años después veo las imágenes por televisión. Increíble. Es lógico que aquel sentimiento del 78 se haya magnificado gracias a las redes sociales y la comunicación globalizada. Pero debe ser similar. Los argentinos han comprobado que pueden ser primeros en algo, aunque sea en el fútbol. Un equipo de profesionales que juegan en clubes europeos ha triunfado, con justicia, en el mundial más cuestionado de la historia. Da igual. Los argentinos han hecho suyo del triunfo logrado.

Hoy la situación es distinta del 78. El país está sumido en la inseguridad, aislado del resto del mundo y con una crisis económica a la que no encuentran solución, pero con cientos de miles de ciudadanos que emigran a los sitios más diversos del mundo. No gobiernan los militares, desde 2003 y durante 15 años, ha gobernado un matrimonio. Él, murió de un infarto cuando se lo estaba investigando por corrupción. Ella acaba de ser condenada a seis años de cárcel e inhabilitación de por vida por corrupción.

Pero el sentimiento que han exteriorizado los argentinos cambiará el país. Ya nada sera igual. Quizás la foto Messi reemplace la de Evita (muerta en 1952), que aun hoy sigue siendo utilizada por ciertos líderes.

Mirando el cielo malagueño y luego de apagar la tele, se me ocurre pensar, ¿de qué sirvieron los miles de argentinos que fueron asesinados por el grupo paramilitar Triple A, dirigida por el Ministro de Bienestar Social y después mediante la brutal represión de los militares? ¿De qué sirvieron las casi mil víctimas asesinadas por los grupos guerrilleros (más que la Eta y el Gal juntos) que fueron amnistiados por el gobierno peronista de Menem, y algunos de cuyos dirigentes están en cargos públicos?

Tal vez la Asociación Argentina de Anestesistas decida nombrar a Maradona y Messi, santos protectores de la institución.


Andrés Montesanto. Un argentino que cree que el fútbol profesional es la nueva religión creada para entretener y anestesiar a la población. Y que enriquece a unos pocos.
Montesanto, Andrés
Montesanto, Andrés


Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad de los autores y no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de la empresa editora


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