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ORGULLO DE MUJER

lunes, 10 de marzo de 2003
Como cada 8 de marzo y desde que, en 1978, Naciones Unidas designara esta fecha como Día Internacional de la Mujer, volvemos a pedir justicia e igualdad para aquellas personas que conforman más del 50 por ciento de la población mundial: las mujeres.

Hay teorías que hablan de que la discriminación hacia la mujer comenzó a gestarse en el Neolítico, cuando surge una economía estructurada en la agricultura y ganadería, lo que provocaba una mayor sedentarización. Es en este momento cuando el hombre empieza a salir a cazar y la mujer se asienta en el campamento, cuando surge, por primera vez en la Historia de la Humanidad, la labor doméstica.

Como vemos, la lucha sin descanso que mantenemos las mujeres del siglo XXI no es un esnobismo, no es una postura que ha adoptado la mujer de la sociedad actual.

En España, esta lucha hay que mirarla desde el prisma que supone para nuestro país y, sobre todo, para la mujer el XXV Aniversario de la Constitución Española.

Desde aquel mismo momento, se establecía que los españoles somos iguales ante la Ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social. Es decir, que la mujer y el hombre eran del todo iguales ante la Ley. Además, la Constitución de 1978 amparó todos los derechos femeninos, considerando ilegal cualquier discriminación referente al sexo. Pero no siempre ha sido así.

Hay que reconocer que la lucha que mantenemos en España por la igualdad de género en estas fechas no tiene nada que ver con la que mantenían las mujeres de épocas pasadas. En otro tiempo, en España, las mujeres casadas no podían trabajar sin el consentimiento de su marido, abrir una cuenta bancaria, disponer de los ingresos de su trabajo, ni comprar bienes o suscribir contratos, administrar sus bienes, obtener un pasaporte, ser tutora, comparecer en un juicio... Como vemos, la Constitución Española vino a beneficiarnos a todos pero, sobre todo, a la mujer.

En este tiempo, hemos conseguido avanzar de una manera positiva. Las mujeres de ahora tenemos acceso a los más altos niveles de la educación, a los puestos directivos en las administraciones y en empresas privadas, hemos accedido al empleo de forma masiva. Sin embargo, aunque esto es así, no podemos decir que la situación sea igualitaria. Es cierto que la mujer española aún no es equivalente al hombre, no tiene las mismas posibilidades de empleo, ni los mismos niveles salariales ante un puesto de trabajo similar, por no hablar de la equiparación de trabajos en el hogar o en el cuidado de los niños.

Pero el camino, que han recorrido nuestras abuelas y madres por nosotras, ha sido inmenso. Hoy somos nosotras las que tenemos que fijarnos nuevas metas para nuestras hijas, porque, aunque podamos tener libertades antes impensables, aún existen lacras sociales injustificables. Hablo, por ejemplo de la violencia doméstica, que no entiende la relación de pareja de igual a igual. El maltratador se impone matando, empieza a hacerlo psicológicamente, las mujeres van muriendo en vida y, en el peor de los casos, las mata con sus propias manos.

Actualmente, estamos dando pasos de gigante gracias a la conciencia de la sociedad y al apoyo incondicional del Gobierno de España. De hecho, el ministro de Justicia, José María Michavila ha anunciado la Orden Integral de Protección para las víctimas de la violencia doméstica. Esta Orden supondrá un estatuto jurídico de protección para las mujeres que sufren malos tratos.

Podemos decir, que los cambios que están teniendo lugar en nuestro país en cuanto a estructuras organizativas y productivas, y los papeles sociales que desempeñan en ellas los hombres y las mujeres, no tienen un reflejo correlativo en el reparto de poder y la toma de decisiones por parte de ambos sexos. Pero esta es nuestra lucha. Conseguir que nuestras hijas y nuestras nietas escriban algún día pensando en nosotras y nos den las gracias por haber conseguido una “igualdad real de oportunidades” o porque exista ya una conciliación entre la vida laboral y la personal, justa y equitativa, entre todos los miembros de una familia.

La lucha silenciosa, revolucionaria y justa que mantenemos las mujeres para que se nos valore por lo que somos, no debe detenerse. Debemos romper ese “techo de cristal” que nos impide subir y colocarnos a la altura de los hombres y hacerlo sin miedo a dañarnos.

Está claro que, en ocasiones, te sientes desanimada, que la rutina quiere apoderarse de tu situación… pero no hay mejor compañero que la justicia ni mejor reconocimiento que la satisfacción de un trabajo bien hecho.

Por eso, seguiremos pidiendo igualdad, respeto, verdadera conciliación entre vida familiar y laboral, hasta que el baremo del género deje de ser discriminatorio. No lo conseguiremos, ni hoy ni mañana. Pero cada paso que damos es un homenaje a las que antes que nosotras ya caminaban en pro de la igualdad.

Como cada año, expreso mis reivindicaciones como mujer y madre en este día 8 de marzo y observo que la situación ha mejorado, aunque sea una mínima parte de lo que queda por hacer. Las mujeres de España, podemos sentirnos privilegiadas con respecto a otros países, pero no excluye el hecho de que sigamos siendo una sociedad con obligaciones a cumplir en favor de las mujeres. Es cierto que las cosas no volverán a ser como antes porque, entre todos, estamos construyendo una sociedad mejor, donde la dignidad como ser humano será respetada en hombres y mujeres. Mientras esto llega, sólo me queda hacer una petición a las mujeres luchadoras e incansables, a las rurales y a las urbanas. Por favor, estar orgullosas de ser mujeres y demostrar que vuestras capacidades como mujeres son inmensas y que la discriminación es una palabra que jamás debió existir.

CARMEN QUINTANILLA BARBA - Presidenta Nacional de AFAMMER
Quintanilla Barba, Carmen
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