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El Chávez del Ocho

lunes, 01 de diciembre de 2008
Está claro que, a Hugo Chávez el ocho le da suerte y, que una vez más, cuenta con gran apoyo electoral como se ha confirmado en los comicios electorales del pasado 23 de noviembre. Triunfó en 1998 y ahora en el 2008, no así el año pasado, cuando fracasó en el referéndum sobre la reforma constitucional socialista para perpetuarse en el poder.
Como la famosa serie cómica de televisión mejicana, "El chavo del Ocho", de gran impacto internacional, así, Hugo Chávez crea, con su personaje y hacer político, grandes revuelos internacionales, cada vez menos acertados, más autoritarios, más radicales y extremos.
Trataba de situar mi residencia en Caracas, Venezuela, año 1998, cuando el 6 de Diciembre vi elegir al 52 Presidente de la República Bilivoriana de Venezuela, el militar Hugo Chávez Frías, quien asume el poder desde el 2 de febrero de 1999.
Días previos, me había encontrado con él y, he de decir que, su aura llena y se expande idílicamente como ocurre con su amigo Fidel Castro, a quien vi tres años después, durante mi permanencia en Cuba.
Meses antes, la inflación se disparó y el descontento era descomunal.
La clase pudiente pusilánime, huía, cobarde y atemorizada, abandonando el país a su suerte, no sin antes, alquilar su posesiones, bienes inmuebles, a precios tan altamente desórbitados que no les hacía falta hincar codo allá donde fueren en muchos años. Mientras, los pobres, verdaderamente pobres, se ilusionaban por poder votar a un presidente indígena que velara por sus intereses como nadie.
Las balas adornaban las calles y el ruído de sus disparos era algo habitual y frecuente a cualquier hora del día y la noche. Fue curioso pasar la Navidad del 98, allá, e intentar adivinar si los sonidos, procedentes de la calle, eran petardos, cohetes, motores recalentados por el calor del verano en diciembre, o disparos de los malhechores, incluída la corrupta policía.
He de admitir que, observando, in situ, tanta desigualdad social, tanta prepotencia del inmensamente rico frente al eternamente pobre, tanta hambruna física y espiritual y tanta injusticia social, me alegraba por la llegada al poder de un socialista indígena, que equilibrara tanta desproporción económica, política y social.
Pero este "caudillo caribeño", como ya le llaman, el pasado domingo, 23 de noviembre, perdió en cinco estados venezolanos y en la alcadía de Caracas, en las Elecciones Regionales de Venezuela de 2008, para elegir gobernadores, alcaldes y legisladores.
Su partido, el Partido Socialista Unido de Venezuela, ganó en 17 gobernaciones (los estados menos poblados y más rurales), pero la oposición ha ganado en cinco de los estados más ricos (representan el 70% del Producto Interior Bruto) y más poblados (el 45% de la población), lo que supone un gran avance de ésta y el freno a su propuesta de la reelección presidencial indefinida.
El chavismo rural le está apoyando mucho pero la lacra social avanza y come hasta devorar. El desempleo y la probreza han aumentado, según unos, y disminuído, según otros, aunque no lo suficiente y necesario, y la inseguridad ciudadana, debido a tanta miseria, pobreza, corrupción, desempleo, inflación, droga y desigualdad social, ha empeorado hasta convertir a Venezuela en el primer país con más muertes por armas de fuego de América.
Recuerdo a Venezuela como uno de los países más diversos geográficamente: caribeño, costero, tropical, selvático, andino, llano, serrano...; extremadamente rico por su diverdisad ecológica, por su variedad en recursos naturales: petróleo, oro, carbón, hierro, gas natural, diamantes..., por sus recursos pesqueros, por su flora y fauna.
Añoro las caminatas y subidas al hermoso Monte Ávila, 2.765 metros, que hace de muralla entre la costa y los valles de Caracas, a la vez que sirve de pulmón a la ciudad que yace a sus pies y en la que me paralizaba, atascada en el tráfico, durante tres horas, en los momentos punta de salida de los trabajos pues, la cantidad de autos es mucho mayor que lo que sus accesos circulatorios pueden aguantar y, total, para recorrer un trayecto inferior a veinte minutos de tiempo, pero hacerlo a pié suponía un grave peligro físico.
Añoro su luz, su verdor y su clima caraqueño siempre veraniego.
Espero que esto nunca desaparezca y que, algún día, la mayoría de su gente lo pueda disfrutar con la ausencia de ésta tremenda desigualdad social que habita en ella desde hace décadas...
Antolín, Celia
Antolín, Celia


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