Opinión en Galicia

Buscador


autor opinión

Editorial

Ver todos los editoriales »

Archivo

Jinámar, pulmón verde

miércoles, 30 de noviembre de 2022
La esperanzadora visión de un valle urbanizado
Jinámar, reza en la rotonda de entrada al valle si nuestro vehículo accede a la urbanización procedente de la autovía GC-1. Son letras grandes, llamativas, realizadas en acero cortén, con la original idea de sustituir la N por la silueta de la noria de Jinámar. Su pátina oxidada nos induce a pensar que entramos en un pago antiguo y no nos equivocamos pues, tras los bloques de viviendas que salpican el valle y sus laderas, el casco antiguo de Jinámar sí lo es.

Buscar sus raíces es remontarnos a la época prehispánica. Los yacimientos arqueológicos así lo demuestran. La riqueza en agua de su barranco, testigo de su abundancia nos lo revela la presencia del pozo que se encuentra bajo la Noria de Jinámar, próximo a la marea, nos habla del barranco de Jinámar como un barranco abundante en agua, barranco que en época prehispánica dispondría de un caudal permanente de agua, similar al que discurría por el aledaño barranco Real de Telde. El nombre de barranco de Las Goteras, que es como se denomina al barranco, cauce arriba, no da lugar a muchas dudas. Sus laderas, en tiempos pasados cubiertas de vegetación termófila, de la que aún quedan algunos vestigios en forma de acebuches, lentiscos, malvas de risco, guaydiles, palmeras y dragos en la zona media del barranco, ejercían la función de verdaderas esponjas naturales donde el agua que llegaba al suelo mansamente debido a la cobertura arbórea, se filtraba en el picón que las cubría, cenizas volcánicas procedentes de los volcanes del campo de Jinámar y Bandama, recargando de tal modo el acuífero y devolviendo finalmente el excedente al cauce del barranco para que discurriera por el mismo. Esto sucedió antes de la esquilmación que, tras la conquista, se llevó a cabo con todas las especies arbóreas y arbustivas de este monteverde que se extendía por las medianías teldenses, pues el cultivo extensivo de la caña de azúcar y el mantenimiento continuo de sus ingenios así lo exigía. No podemos negar que trajo prosperidad -siempre para unos pocos-, pero al mismo tiempo arrasó con la masa forestal del municipio y de otros municipios colindantes.

Recuperando el hilo del barranco y del valle de Jinámar, los poblados aborígenes de La Restinga, el Llano de las Brujas, zona del Risco o Peña Mediomundo ocuparon la zona costera entre el barranco de Jinámar y el barranco Real. En la actualidad sólo se conserva una parte de la ocupación original, restos que se han rescatado in extremis y por ello no se encuentran en un óptimo estado de conservación.

Las denuncias en prensa y revistas de la época son fiel reflejo de la impunidad del momento. Arrasar un yacimiento, aún protegido, era cuestión de ignorancia, voluntad, codicia y una pala excavadora. El historiador Carmelo Ojeda deja constancia escrita de la destrucción del yacimiento de la Restinga en abril de 1987 en la radio, en la prensa insular y en la revista Telde Informativo en su número 5. El caso es que la extracción de áridos, la red viaria que supuso la autovía, los correspondientes nudos de enlace y carreteras secundarias y el abandono secular, desmantelaron gran parte de estos poblados. Cultivos y sorribas de tierras ocultaron parte de los yacimientos y con el planeamiento y ejecución de las obras de dos nuevos centros comerciales en la zona: Las Terrazas y El Mirador, salen a la luz los restos de un poblado bautizado como Los Barros y se lleva a cabo una intervención arqueológica en otros dos poblados de la zona: El Llano de las Brujas y La Restinga.

Este litoral, con profusión de charcos y rasas intermarales es un lugar idóneo para la pesca y el marisqueo y los poblados, graneros y necrópolis de la población aborigen se ubicaban en el entorno inmediato: cuevas y graneros en Malpaso, nécropolis en el cono volcánico de El Gallego, Cruz de la Gallina, Maipez del Cascajo, poblado de El Llano de las Brujas, poblado de La Restinga, poblado de Los Barros...Y en territorios cercanos los poblados continuaban: Marzagán, La Matanza, Hornos del Rey, Lomo Blanco…

El valle nos lo imaginamos feraz entonces, abundante en palmeras canarias y en la vegetación asociada a esta formación arbórea. El cauce del barranco presentaría un amplio tarajal que se extendería, sin duda alguna, desde los barrios históricos de Telde, San Francisco, San Juan, San Antonio, hasta la misma desembocadura, deteniéndose en su encuentro con el saladar, tras el cordón de cantos rodados que separa el barranco del mar. De ese pasado esplendor quedan aún los restos de un bosquete relictual, visible desde la autovía y próximo a la desembocadura. Medio centenar de soberbios ejemplares de tarajal, un buen grupo en arboleda consolidada y el resto de ejemplares dispersos de tal modo que, a ambos lados del barranco, salpican esporádicamente el cauce, aportando una pequeña esperanza al resurgir del bosquete primigenio. Todos y cada uno de ellos son mudos testigos de un pasado que lucía un manto vegetal desde la costa hasta la misma entrada de la ciudad de los faycanes.

Tradicionalmente agrícola, en los primeros siglos tras la conquista, fue Jinámar tierra de caña de azúcar -caña dulce-, cereales, viñedos, cochinilla, naranjas, tomates y plátanos que aprovecharon suelos tan feraces como abundantes en cosechas. El valle mantuvo una buena representación arbórea hasta época reciente, cuando esta amplia extensión de tierras cultivadas, conocida como la Finca de la Condesa, sufrió un cambio radical. Los años setenta del pasado siglo fueron testigos de una trasformación salvaje en el uso del suelo, tanto del idílico valle como de las lomas y laderas que lo circundan. De suelo agrícola a suelo residencial. De unos pocos cientos de personas habitando el valle y el antiguo pueblo de Jinámar, viviendo mayoritariamente del sector agrícola y ganadero asociado a estos cultivos, a la brutal realidad actual, más de veinte mil ciudadanos pertenecientes a ambos municipios, Telde y Las Palmas de Gran Canaria. Dejo para la reflexión algunos datos reveladores asociados a este cambio radical: La densidad poblacional que soporta tan escaso territorio es enorme, la tasa de paro en este sector poblacional duplica la del municipio teldense, el absentismo escolar triplica el abondono de los estudios en el resto del municipio y la población del valle se encuentra en la cúspide de la pirámide de la pobreza en la isla. Son datos fríos y realidad triste.

Afortunadamente, si hay algo afortunado entre tanto infortunio, quedaron espacios libres sin urbanizar. Algo extraño en un principio pues no sólo se edificó en lomas y laderas sino que también se ocupó gran parte del amplio cauce del barranco. Quedaron así una serie de espacios libres -sin fabricar-, entre los planeamientos urbanísticos programados que aportaban una esperanza: diversas posibilidades de acción para mejorar un entorno triste y desolado pero al mismo tiempo mucha decepción en un comienzo, pues las labores de forestación y adecuación de tanta superficie, fue muy lenta y la mayoría de las veces desacertada. La labor comenzó a dar sus frutos cuando la flora autóctona se empleó profusamente en labores de restauración vegetal. No era nada nuevo, los centros educativos de la zona venían aplicando fórmulas de regeneración del paisaje de los espacios libres de sus centros mediante plantaciones de flora endémica y autóctona con sus alumnos, se plantaban especies propias del piso de vegetación donde se encontraba ubicado el centro. La labor iniciada en aquellos tiempos aún está en marcha, cuarenta años más tarde, pero los resultados son tangibles, reales, verdaderos. Un manto verde con plantas diversas regenera el espacio, atrae una población importante de insectos y con ellos toda la vida que supone la existencia de estas bases nutricionales en la pirámide alimenticia. Diversas especies de aves, presencia de reptiles, pequeños mamíferos, toda la biomasa propia del establecimiento de pequeños ecosistemas asociados.

El paso del tiempo, casi medio siglo, ha permitido la consolidación de iniciativas loables, repoblaciones que perduran al paso del tiempo, plantaciones que recuperan paisajes de antaño vislumbrándose un interesante cardonal-tabaibal en las laderas y mostrando orgulloso a la ciudadanía un amplio parque, -una extensión de 175.000 metros cuadrados que sumados al colindante Parque de la Condesa que cuenta con algo más de 29.000 metros cuadrados, conforman la zona verde urbana más grande del municipio de Telde, conocido popularmente por las diferentes plantaciones de una especie endémica y el respeto y cuidado de las ya existentes, como el Parque de Las Mil Palmeras, bautizado posteriormente, en homenaje a una entrañable persona de la que luego haremos referencia, como Parque “Jaime O´Shanahan”.

Es este espacio vallado, la joya botánica y faunística del valle. A su pie discurre el cauce artificial del barranco de Jinámar, un canal de hormigón y grandes lajas incapaz de detener la explosión de la naturaleza pues pasadas ya varias décadas, varias especies botánicas lo han colonizado escondiendo bajo su verdor el cemento primigenio. Cañas, ricinos, vinagreras, aulagas y diversas herbáceas entre las que destaca el agresivo rabo de gato hacen del cauce del barranco un espacio agradable a la vista.

Antes de acceder al parque la primera impresión es la de un espacio arbolado, con grandes zonas de césped y bien cuidado. Ya en su interior las sorpresas se suceden. Sendas de paseo y deportivas favorecen la afluencia de visitantes, muchos de ellos habituales del Parque. La existencia de mucho espacio disponible favoreció la instalación de canchas, instalaciones deportivas, baños, circuito de atletismo, zonas infantiles, equipamientos deportivos adecuados a la tercera edad, áreas de pic-nic, espacios de césped para el ocio, la lectura, la contemplación, el encuentro... La alegría es mucho mayor cuando observamos que gran parte del mismo está forestado con especies autóctonas, algunas de ellas no sólo prosperan como ejemplares aislados sino que sus semillas germinan y son respetadas creándose de tal modo agrupaciones naturales de una especie determinada. Las extensiones de césped, utilizadas habitualmente para el entrenamiento de equipos de deportes varios y actividades de gimnasia, yoga, meditación… presentan aquí y allí, soberbios ejemplares de palmera canaria, algunos con gruesos troncos y cuyas alturas juegan a aproximarse o tal vez sobrepasar la decena de metros.

La amplitud del Parque permite dedicar zonas a la flora foránea. Así observamos que se ha diseñado un jardín con varias especies de cactáceas. Las euforbias, aloes, pitas y tuneras ornamentales tiene de igual modo sus espacios definidos dentro del parque. Por razones de valoración y respeto histórico a árboles singulares presentes en los jardines de la Condesa, se mantienen varios ejemplares de viejos eucaliptos que, al borde de la ladera, sorprenden por su altura y diámetro de tronco. No obstante debería vigilarse el desarrollo de nuevos ejemplares de eucaliptos que han germinado de forma natural, pues la presencia de estos ejemplares de mediano y pequeño tamaño suponen, de no controlarse, un competidor desleal para la flora autóctona del parque que, en su justa expansión por un territorio propicio, trata de colonizar nuevamente esta zona de la ladera.

Una plantación de Asclepia curassavica, pequeña planta introducida, nativa de América tropical y conocida como venenillo, algodoncillo, bandera española… cuyas vistosas flores rojas y amarillas suponen un atractivo ineludible para las viajeras mariposas Danaus plexippus, pues sus hojas son la fuente nutricia de sus voraces orugas y por lo tanto el envés de las mismas, el lugar elegido para su puesta por las bellas mariposas monarca, da color y diversidad a pequeños jardines de plantas introducidas y porte bajo.

Ejemplares de plumíferos o plumero de la pampa -Cortaderia selloana- salpican el extenso jardín. Su belleza y ornato la han hecho popular en jardinería de grandes y pequeños espacios pero se trata de una especie que si no se controla, si no hacemos un seguimiento sobre la posible dispersión de la misma, más pronto que tarde tendremos otro quebradero de cabeza como ha sucedido en múltiples lugares donde su expansión esta fuera de control. Paredes con jazmines trepadores enriquecen el registro aromático del Parque y grupos de esterlicias -Strelitzia reginae- destacan con sus vivos colores florales entre el césped donde se encuentran en grandes macizos de flores y hojas, próximos siempre al paso permanente de agua o zonas húmedas.

Pero, sin lugar a dudas, las fortalezas más valiosas a destacar en esta extensa zona verde no son otras que la amplia variedad de flora autóctona presente en dicho espacio y la existencia y mantenimiento de varias zonas húmedas dentro del Parque.
Desde la misma entrada nos encontramos una explosión de vida vegetal endémica. Botoneras, tabaibas dulces, tabaibas amargas, tabaibas paridas, cardones, balancones, bejeques, inciensos, matos de risco, mamitas, melosas, cornicales, retamas blancas, acebuches, lentiscos, guaydiles, malvas de risco, dragos, palmeras...
En un manchón de vinagreras, los bejeques -Aeonium manriqueorum-, habían iniciado su floración el pasado mes de diciembre, presentando ahora, a finales de enero, una floración amarilla exuberante.

Soberbios ejemplares de tabaibas dulces prosperan formando manchones más propios de un espacios natural que de un terreno ajardinado. Similar impresión nos llevamos con las toldas -Euphobia aphila- pues sorprende tanto su buen estado vegetativo como el tamaño de muchos de sus ejemplares.

Sorprende de igual modo, en un entorno agresivo hasta hace pocos años por la aridez que supuso el movimiento de tierras y la completa transformación del espacio físico por un proceso urbanístico nada considerado con la protección del medio no afectado, la presencia continua del agua. Sin lugar a dudas es una de las grandes fortalezas del parque. Varias balsas de agua, charcas con vegetación en su parte central, canales que las comunican, propician en el Parque rincones sonoros sumamente agradables. El agua se escucha y con el agua observamos las aves asociadas a ella. No sólo las pequeñas avecillas, las palomas y las tórtolas que frecuentan sus bordes para saciar la sed o darse un baño y las especies que temporalmente nos visitan como la garceta grande o la garza real y otras afines a las zonas húmedas, sino aquellas otras que nidifican en el interior de los macizos de papiros, plumíferos y otras plantas acuáticas. Es el caso de la gallinuela de agua o polla de agua que tiene en una de sus charcas una población de una decena de ejemplares entre adultos y crías. Sorprende ver la confianza que manifiestan al pastorear y recorrer, junto a las palomas bravías y domésticas, los herbazales aledaños a la charca. La confianza que muestran es indicativo del respeto que hacia las aves tienen los visitantes del Parque.

Otra charca presenta en su zona central un islote botánico con palmeras y tarajales y una más envuelve el ambiente en puro aroma. Bancos y piedras bordean la charca o se asientan en el césped que la circunda mientras nuestros sentidos se dejan llevar por los aromas a jazmín de plantas enredaderas o arbustos, pues con ambas especies se ha recreado este rincón para el espíritu.

La ladera orientada al norte, la única presente en el parque porque el otro límite es el cauce del barranco, es una caja de sorpresas botánicas. Aquí, sin un mantenimiento tan acentuado como en la zona llana del Parque, las plantas prosperan libremente, favoreciéndose así asociaciones naturales propias y consiguiendo que se convierta en una muy buena zona para la observación de paseriformes. Especies autóctonas se mezclan con introducidas, especies de jardinería muy apreciadas por su resistencia, belleza en el porte o espectaculares floraciones. Así observamos turbitos, zarzaparrillas, una amplia variedad cromática de buganvillas junto a las especies propias del cardonal-tabaibal.

La impresión que me llevo al salir del Parque es muy satisfactoria. Me siento orgulloso como ciudadano teldense. Sé que esta es la visita que inicia un reencuentro periódico. Alabo desde mi interior la limpieza observada, el mantenimiento. Sé que tras la gestión de estos jardines hay un munícipe comprometido y eso me satisface. Acostumbrado al periódico abandono en nuestro municipio de zonas ajardinadas que creía ya consolidadas y que sufren de cuando en cuando el cambio de sus gestores, ver este Parque en buen estado y con mejoras a la vista, me satisface.

Mis pasos recorren ahora otras zonas de Jinámar, la zona de ocio y arbolada que circunda la restaurada casa de la Condesa, los parterres del valle, las medianas y las rotondas. Las medianas del valle y los bordes de calzadas y parterres de las primeras fases están repobladas con arbustos y árboles foráneos. En aquellos primeros momentos esa era la tendencia. Afortunadamente el discurrir de las nuevas repoblaciones en espacios públicos fue más favorable al uso de flora autóctona que de especies introducidas. Las razones eran y son obvias, pero señalaré cuatro de ellas que considero indiscutibles: la primera es que si fomentamos nuestra flora, la mayor parte endémica, educamos con su presencia en su valoración y conservación, la segunda es sencilla, las plantas endémicas necesitan menos aporte hídrico y escaso mantenimiento pues están adaptadas al suelo y al clima. La tercera es muy importante y tiene que ver con la identidad canaria. Si sabemos que nuestra flora es única en el mundo, somos una reserva biológica de primer orden y la flora es una realidad singular y exclusiva, ¿alguien me puede explicar porque en parterres, viales, jardines, arcenes y espacios públicos la presencia de nuestra flora autóctona insular no está siempre presente? La cuarta y última razón expuesta -y hay cientos de ellas- es el macabro juego de la ruleta rusa al que nos prestamos alegremente cuando importamos especies foráneas que, muchas de ellas, traen ya en su historial el potencial de invasoras.

Volviendo a las plantas presentes en los viales de Jinámar, ficus, turbitos, especieros y acacias diversas son los árboles mayoritarios. Los arbustos que se intercalan entre ellos en los parterres de las aceras son, mayoritariamente adelfas, hibiscos, zarzaparrillas, portulacas, brillantes.

Sigo el descenso, camino de un centro de referencia en ajardinamiento en sus laderas hace unas décadas: el CEIP Rafael Alberti. Muy buenos recuerdos me trae éste y otros centros de la zona referentes a la repoblación en tiempos no tan lejanos como docente responsable del Programa de Educación Ambiental. Recorro las laderas que lo circundan, las que están fuera del recinto educativo. Subo y bajo las escaleras que los vecinos utilizan diariamente para moverse en el barrio. Una y otra vez, dichoso y asombrado, constato con enorme alegría que la tupida vegetación existente en esta misma ladera, en su zona más baja, junto al cauce, formando parte del Parque de las Mil Palmeras, se extiende ladera arriba hasta la parte más alta de la loma.

Mis ojos no dan crédito a tanta belleza. Hermosos ejemplares de tabaiba dulce, verodes, palos de sangre, cardones, espinos de mar, tajinastes blancos, esparragueras, guaydiles, bejeques - Aeonium percarneum y Aeonium manriqueorum. Este último comenzando ya su floracion-, malvas de risco, tabaibas salvajes, siemprevivas, aulagas, magarzas de costa…

Algunas especies de este rosario de plantas autóctonas, en concreto los palos de sangre, los verodes y las tabaibas dulces y amargas se reproducen de forma natural y están colonizando la ladera con numerosas plantas nuevas. Grandes zonas de estas laderas presentan las mangueras rotas, el riego está inoperativo, abandonado y, no obstante, debido a la idoneidad de la repoblación en su día efectuada, con flora propia de este piso de vegetación, las plantas se han adaptado a períodos de sequía prolongada.

¡Qué alegría siento al ver tal estado de recuperación en las desnudas laderas de Jinámar, laderas que conocí hace cuarenta años! La labor titánica, casi quijotesca ante las condiciones socioculturales del barrio que no garantizaban resultado alguno, a pesar de un esfuerzo desproporcionado, ha dado su fruto. El anhelo de los docentes implicados en el Proyecto era conseguir resultados de mejora del medioambiente en el entono inmediato. Tal objetivo se vertebraba a través de los centros educativos. Estimados compañeros, ahí está vuestra labor continua, vuestra lucha sin descanso.¡Enhorabuena a todos! El ajardinamiento llevado a cabo, ya sea por escuelas taller, planes de reforestación, campañas de los mismos centros educativos, etc. no es más que el resultado de una firme apuesta por la vida, la salud y la mejora paisajístca de un barrio, marginal entonces, orgulloso ahora.

Todos aportando su granito de arena, sumando día tras día con sus acciones favorables, con sus limpiezas y plantaciones y el resultado está a la vista. No me queda más que felicitar a todos aquellos que han contribuido a tan maravillosa labor.

Es ahora el momento idóneo para reseñar el único punto negro que me encontré en mi periplo por Jinámar y sus zonas verdes y que afortunadamente tiene fácil solución.

Basura, mucha basura dispersa entre las plantas. Basura fácil de retirar pues no se necesita más que una brigada de limpieza, una decena de personas con guantes y bolsas, brigada similar a la que, con una periodicidad innecesaria, barre y limpia una y otra vez el paseo costero de Telde. Son cientos de botellas plásticas de agua y latas de otras bebidas. La mayoría están al borde las escaleras, sólo hay que asomarse y verlas, pero llevan mucho tiempo olvidadas por todos y por eso hay tantas. Se nota que hace tiempo que no pasa un equipo de limpieza por aquí. Es posible que por las aceras y calzadas sí y entre los edificios también, pero en las zonas ajardinadas no. Hay que reseñar que en las aceras, junto a las palmeras canarias, las hojas secas de las mismas que fueron podadas en su día, lejano día, no han sido retiradas y siguen allí, sobre la acera, afeando el entorno y suponiendo un peligro potencial para los paseantes y sirviendo de ejemplo de abandono para arrimar a los restos vegetales, restos de electrodomésticos o unas bolsas de escombros. Servicios de limpieza municipales, concejalía responsable, gerencia de Jinámar, urge su erradicación si queremos seguir sumando y evitar la vuelta a un oscuro y abandonado pasado.

A mi mente retornan ingratos recuerdos del pasado. Sonrío ahora ante el cambio manifestado. La sensibilización de los habitantes del polígono ha mejorado muchísimo. Hace tres décadas, las bolsas de basura se tiraban directamente a estos solares vacíos, desde las ventanas, pues para sus habitantes, eran espacios sin vida. Daba pena verlo y así me lo comentaban mis compañeros de aula en esos centros educativos, pues en sus laderas encontraban también, de cuando en cuando, bolsas y basuras tiradas desde las viviendas durante el fin de semana. Pero la vocación docente era enorme y desde las aulas se luchaba por cambiar esa concepción empobrecida y egoísta de que más allá de sus viviendas, los espacios comunes carecían de valor pues era tierra de nadie.

Al fin lo han conseguido. No hay bolsas de basura en las laderas, sólo botellas plásticas y algunas bolsas sueltas que se lleva el viento. Si los ciudadanos han aportado su valiosa ayuda y concienciación ¿a qué esperan los responsables municipales, insulares y autonómicos?

Aprovecho pues el artículo para hacer una llamada pública, una invitación sin aceptación de rechazo, a la concejalía de Parques y Jardines que tan buena labor está llevando a cabo con el parque Jaime O´Shanahan, dignificándolo, recuperando sus zonas húmedas, manteniendo su flora y en el mantenimento de tantas zonas verdes como Telde tiene. Reconozco que, en cierto modo es una llamada de atención. En Jinámar hay una necesidad urgente de esa brigada de limpieza -da igual que sea a través de un convenio cabildicio o de una contrata municipal- y, ladera tras ladera, alguien responsable que vele por la retirada completa de todo el plástico y otros restos que afean tan bellos jardines naturales, jardines endémicos, jardines canarios.

Seguimos el paseo. La ladera va perdiendo altura según nos acercamos a las rotondas de la zona industrial que nos conduce nuevamente al cauce. Lucen en esta zona, ya próximas a la autovía, altos y extensos ejemplares de cardones que cada verano desarrollan orgullosos su rojiza floración. Todo el abanico de plantas propias del cardonal-tabaibal están presentes mientras me dirijo al cauce, camino del casco antiguo, el núcleo poblacional que, alrededor de la iglesia de la Concepcion, escribió los primeros capítulos de la historia del pago de Jinámar, hace de ello más de medio milenio.

Llego así al palmeral-dragonal iniciado con la labor decidida y entusiasta del profesorado del CEIP José Tejera hace muchos años.

La ladera donde prosperan las palmeras y los dragos está verde. Es cierto que las recientes lluvias de finales de otoño y principios de invierno han reverdecido todo el municipio. Los árboles que superan algunos los treinta años de vida, así lo manifiestan, tanto en sus fuertes troncos como en el abundante follaje. Deambulo entre ellos, pues un sendero de tierra permite el tránsito entre las plantas sin dañarlas.
Las palmeras canarias se sitúan en la parte baja de la zona ajardinada y su altura es considerable, en la ladera de escasa pendiente que se extiende bajo la carretera, medio centenar de dragos crecen sin dificultad. Aúna el bello conjunto un sotobosque arbustivo de balos, tajinastes blancos, verodes, guaydiles, orobales, cornicales… Las lluvias propiciaron que cagaleras y tederas crezcan a su antojo pues la tierra ha recibido y mantiene la humedad de las mismas. También las aulagas se desarrollan ávidas de espacio y de luz. Algunas especies introducidas destacan entre la flora canaria de esta ladera, turbitos y pitas dan su nota de color, junto a algún que otro eucalipto que se eleva al cielo, en la entrada del centro educativo. La presencia de estas plantas de jardinería foráneas se justifica por la tendencia que hubo y aún se mantiene -observen en el cauce la forestación reciente con varios ejemplares de palmeras de abanico-, de plantar lo que se tenía a mano.

Asciendo entre los dragos y observo que la ladera continúa por la trasera de las canchas del José Tejera hasta llegar a la ITV de Jinámar. Sin planta alguna, desolada y abandonada, es una ladera de tierra llena de incipientes y pequeñas barranqueras que a falta de cobertura vegetal, se llevan la tierra hasta la calzada. Es así como se desarrollan los procesos erosivos.

¡Qué oportunidad tiene la concejalía de Parques y Jardines de sacar pecho y ante la comunidad educativa del CEIP José Tejera, ofertar su ayuda y continuar con la labor que hace tres décadas iniciaron un grupo de profesores ahora jubilados. La vida de cada uno se construye día a día, con experiencias capaces de mejorar el mundo, de hacerlo más bello y saludable, más alegre. Por eso la docencia es una de las profesiones más bellas que existen. Cultivas alegrías y conocimientos, eres docente en un aprendizaje permanente del conocimiento y de la vida, a través de cada uno de tus alumnas y alumnos.

Seguimos el periplo por el valle. Muchas palmeras canarias plantadas a ambos lados de los viales del mismo así como en las medianas muestran un porte majestuoso y respetable altura.

Hay que reconocer la labor callada y silenciosa de los docentes que durante estas últimas décadas han impartido docencia en los centros de Primaria y Secundaria del casco de Jinámar y del valle. Sé de lo que hablo. Durante mi vida profesional he estado con ellos, en todos y cada uno de los centros, asesorando puntualmente en proyectos de ajardinamiento de sus espacios libres, plantando con ellos, investigando la flora del entorno, creando viveros, divulgando, concienciando, planificando, protegiendo… Si la labor del CEIP José Tejera es encomiable, no lo es menos la del IES de Jinámar, el Centro de Adultos, CEIP Europa, CEIP Néstor Álamo, CEIP Poeta Montiano Placeres, CEIP Hilda Zudán y alguno más que la memoria de un maestro jubilado no le permite ya registrar.

Son ellos y las alumnas y alumnos formados, concienciados, comprometidos, los que han convertido las ideas y proyectos en estas realidades verdes. Son ellas y ellos los que han dignificado un barrio que comenzaba mal, sin confianza en él y augurándole los cenizos y pesimistas un incierto futuro.

Paseo nuevamente por el parque Jaime O´Shanahan y entiendo porqué sus visitantes y residentes de la zona le habían bautizado Parque de las Mil Palmeras. Mi vista se eleva y sin detenerme a contarlas, el nombre primigenio hacía justicia al hermoso palmeral que salpica laderas y cauces de este barranco. Su nuevo nombre ha sido un reconocimiento loable de la Corporación que lo ha llevado a Pleno. Un recuerdo eterno a un hombre, querido y estimado amigo Jaime, que siempre portaba en sus bolsillos semillas de palmeras canarias para repartirlas entre los alumnos y alumnas de los centros educativos a donde acudía siempre que se lo solicitaran para impartir una charla, celebrar un encuentro, dar un pequeño paseo o asistir a una plantación con flora canaria. -”Traigo un regalo para todos ustedes, mis niños” Así comenzaban sus charlas, sus encuentros, sus paseos sosegados. Y terminaba con una semilla en el bolsillo de la niña o del niño, plantada entre turba y tierra en un bote de yogur, al que se le había practiccado una incisión en el fondo, para drenar el agua. ¡Cuántas palmeras canarias embellecen la isla salidas de los bolsillos de Jaime!.

Respiro hondo y un mundo de aromas procedentes de muy diversas plantas llena de vida mis pulmones y de satisfacción mi espíritu. Cuando has tenido el privilegio de compartir vivencias con personas como Jaime O´Shanahan, tanto en la vida como en actividades de educación ambiental en las aulas y en el medio, eres consciente del privilegio compartido, ha supuesto una luz en tu periplo vital y, sin duda, un modelo a seguir en el activismo por la tierra y en la defensa y valoración de aquellas personas que han hecho de su vida una entrega tras un ideal a todas luces loable, el caso del botánico Eric Sventenius, fundador del Jardín Botánico Viera y Clavijo, a quien Jaime admiraba, en suma un maestro en el arte de compartir ilusiones y conocimientos con los demás seres humanos que ha dejado en ti una impronta indeleble.

Entiendo entonces el porqué del título que le he dado a este artículo: “Jinámar, pulmón verde”. Es un joven pulmón verde al que debemos alimentar con nueva savia vegetal, con nuevas plantaciones, extendiendo su superficie más allá de la autovía, pues es la desembocadura un reservorio vivo de valiosas especies botánicas, donde prospera y luce una extensa colonia de balancones y un bosquete de tarajales y donde los salados y las uvillas de mar se acercan atrevidos hasta la marea, escondiéndose tras el cordón de callaos o deteniéndose ante el imperio de las negras arenas que conforman la playa.

No me olvido porque sería imperdonable de la joya botánica de este sector, el corazoncillo de Jinámar, esa planta de bajo porte, acaso rastrera que en muy escasos ejemplares coloniza una pequeña porción de la ladera orientada al norte de la Peña Mediomundo, también conocida como Piedra Caballera. Es cierto que esta población se encuentra en terreno municipal de Las Palmas de Gran Canaria, pero la planta pertenece al distrito de Jinámar. Se trata de la Lotus kunkelii, un endemismo cuya única localidad a nivel mundial está aquí en apenas un par de centenares de metros cuadrados.

Dignifiquemos entre todos este corazón verde, llevémoslo como uno de los referentes esenciales en la identidad de Telde en esa lucha, ya sin cuartel, contra el cambio climático y la contaminación. Si los habitantes de Jinámar han sido capaces de desarrollar y mantener un paraíso en su valle, ¿a qué esperamos nosotros para brindarles nuestro decidido apoyo?. No hay duda de que Jinámar, más allá de sus centros comerciales y su desaforada apuesta por el consumo sin límite, nos ofrece un extenso y variado espacio sensorial que nos invita a su visita y disfrute. ¡Nos vemos en el Parque!
Espiño Meilán, José Manuel
Espiño Meilán, José Manuel


Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad de los autores y no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de la empresa editora


PUBLICIDAD
ACTUALIDAD GALICIADIGITAL
Blog de GaliciaDigital
PUBLICACIONES