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Maltrato y Violencia en color sepia

martes, 25 de noviembre de 2008
No siempre el maltrato es de color sangre como tampoco todos los golpes son de color amoratado.

Hay colores muy discretos y neutros como las fotos antiguas en color sepia.
Hay miradas neutras como las de las ví ctimas de maltratos sin violencia roja (de color rojo). Para estas miradas, la vida nunca fue, o dejó de ser, de color rosa.
Hay suficiente sangre derramada para escribir en tinta roja el maltrato causado por la violencia de género.

Hay un día específico para recordarnos, por desgracia, que el maltrato existe:

25 de Noviembre, Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer.

Fecha elegida en honor a las hermanas Mirabal, secuestradas y asesinadas violentamente, el 25 de Noviembre de 1960, por su activismo patriótico y oposición a la dictadura dominicana del general Rafael Leónidas Trujillo (1930-1961). Régimen y últimos años de la vida de éste sátrapa dictador, muy bien novelado en el libro de mi siempre admirado escritor peruano, Mario Vargas LLosa, La Fiesta del Chivo (2000).

Pero yo quiero hacer hincapié en el otro color del maltrato, el discreto, el neutro, el de color amarillento: el color sepia.

El más despiadado y cobarde porque mata callando.
El que anula a la persona como pareja, esposa e, incluso, madre.
El que se sufre y padece en silencio.
El producido por el maltrato psicológico que sufre la víctima cuando es humillada y menospreciada; cuando es vejada, ofendida y ultrajada por su pareja; cuando es apartada, relegada y repudiada; cuando se le niega la palabra y se le aisla como a un objeto inanimado, de la noche a la mañana, sin saber cómo ni por qué.

Víctimas del daño, dolor , sufrimiento y llanto, acallado, oscuro y solitario.
Víctimas cuyo legado es la impotencia y el futuro incierto e inseguro.
Víctimas de su pasado y de los verdugos que les rodean con falsa ayuda para mofa y morbo de todos ellos.

Maltrato en color sepia, donde los golpes se van dando, con una de cal y otra de arena, para no dejar moratones ni salpicaduras ensangrentadas pero que hieren y parten el alma con heridas abiertas que nunca cierran. Golpes bajos, sin huellas cárdenas, que agreden al alma y dejan corazones partidos de por vida.
Maltrato que va minando la vida de la víctima, silenciosamente, de a poco.
Maltrato psicológico difícil de demostrar y, por tanto, de denunciar.
Maltrato que mata por igual aunque su color sepia no destaque como tal.
Antolín, Celia
Antolín, Celia


Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad de los autores y no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de la empresa editora


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