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Operación: Cuñada (31)

martes, 15 de noviembre de 2022
Otra vez en Tiradores

-...
-Páter, tómese un whisky, conmigo, de gallego a gallego, que estos no lo resisten, así de mañana! Lo que siento es no haberle traído una botella de aguardiente del país... Operación: Cuñada (31)¡Mea culpa, grandísima culpa!
Lo suyo era la milicia, la milicia activa, así que volvió a sentirse en la gloria, en aquel firmamento de estrellas del Grupo de Tiradores de Ifni, reincorporado aquel mismo día.
-Gracias, Neira, pero ya sabes aquello de, La mies es mucha...; y luego que, de operarios, en mi ministerio, ¡un mínimo! Precisamente entré a la cantina buscando al alférez Soutomaior, que lo preciso en la academia...
-Pues, no, Páter, que por aquí no vino; quizás lo encuentre en Banderas, enseñándoles ajedrez, que en eso dicen que es un fenómeno... ¡Un chico listo ese Soutomaior, que si no viniese de la nobleza haría un buen soutador! –Y se rio de su propia ocurrencia, de aquel juego de palabras.
El capellán todo serio, atendiendo a su propósito:
-Estos reclutas de la última ya vienen algo más preparados, que se nota un cierto despegue en España, particularmente en el rural, pero menos de lo que les cumple como nisaras que son, que somos, en tierra de moros, ¡que hay que dar ejemplo! Pasarse el día con el ajedrez es un luxo, máxime habiendo chicos a los que enseñar, que ni casi saben leer, que por eso ni les escriben a sus madres!
Orlando le hizo un guiño al Páter, disparándole picardía:
-¿A las madres, o a las novias?
El cura, por el camino recto:
-Alguno tenemos que le cuesta leer de corrido...! ¡Hay que ayudarles, que para eso pusimos la academia! Y luego está que ellos mismos tratan de rehusar la enseñanza...; ¡alguno hay!
-¡Yo les entiendo! Siempre con curas a su lado, ¡desde el bautismo al catafalco! Predicándoles aquello de Eva, que si las mujeres, que si la concupiscencia, el pecado de Onán...; ¡acaban hartos de tanta vacuna!
-¡Pero, muchacho, cómo dices eso? ¡Somos su médico, sus curadores, que hasta les curamos de las venéreas..., antes de cogerlas, que ahí está el mérito! Algo parecido es lo que hizo Muhammad con los suyos, prohibiéndoles el jalufo..., por culpa de la triquinosis!
Neira, entre serio y chungón:
-¡Claro, por supuesto, tal que les hizo Muhammad...! ¡Pobres chicos! Y a mayores, para más decepción, vienen con la ilusión de destaparles el velo a las moras, de arriba abajo, frenéticos por comprobarles si es cierto aquello que les dijeron sus vecinos, los licenciados, los retornados, de que la tienen rapada, como un huevo, que así chapan mejor, y va el Páter y les da, de penitencia, simplemente por un pecado de curiosidad, ¡tres horas académicas, diarias, de analfabetismo!
El capellán, que ya conocía las excentricidades del teniente Neira, no se escandalizó:
-¡Dirás de alfabetismo...! De propósito, y ya que no aparece ese Soutomaior..., ¿vienes tú, hoy, ahora que estás sin destino, en su lugar, que siempre los busco solteros..., pero como tú no tienes hijos..., que incluso no sé si será por tus picardías...! ¡Ya os confesaré, ya!
Aquella indirecta era demasiado directa, así que le contestó también al derecho, directamente:
-Mi mujer va camino del convento..., precisamente de tanto irle a Misa, que incluso le dio por coser y cantar; seguro que lo hace para imitar a la Marta de los Evangelios...
-Orlando, esa parte es correcta...
-¡Ya! ¿Y también lo es que me consume la paga fusilando modelitos de París, con su hermana...? ¡Dicen que para cuando tengan muchos, de los propios, que los siguientes los harán para venderlos...! ¿Qué le parece, pecan o no?
El cura, que también era gallego...
-¡Eso tiene su mérito...! Y tú no me das pena, pues con lo que tienes, con lo que tienes y con lo que cobras, aún te sobra para whisky. Pero dejémonos de bobadas y ven conmigo para dar esas clases, ¡antes de que empieces a tartamudear con la bebida!
...
-¿Esta es la clase que le quiere asignar al alférez de Milicias, Soutomaior...? ¿Qué es lo que se da aquí..., teórica de armas?
-¡Chalado! Enséñales algo de cuentas, que de eso los ricos sabéis mucho..., ¡por la cuenta que os tiene!
-¿No tienen dos manos? Pues de ahí arranca el sistema decimal!
-No des mal ejemplo, que te están oyendo...! Cuando vuelvan a sus caseríos, a sus lugares, pobrecillos, tendrán que vender un ternero, medir una finca, inventariar unas partijas...; ¡o lo que tu veas, que esto también es hacer Patria!
El teniente, ¡un hidalgo en definitiva, acostumbrado a los pazos!, se sentía incómodo en aquel pabellón de pino, albeado por dentro y por fuera, con un mobiliario rústico hecho por los propios soldados en beneficio de los reptiles de aquella Unidad de alto rango, de alto presupuesto... Ya se olvidara de que su inolvidable Manolita peor la tuviera, su clase, su escuela, allá arriba, en las cumbres de los Ancares.
-¡Yo, en su caso, cuando confiese al coronel, le daría de penitencia que suscriba un presupuesto digno de estos chicos...!
-¿No callarás...? ¡La demagogia no es precisamente una virtud castrense! Peor podía ser, que tú y el comandante Espejo, en ese campamento Ronson, bien de veces que los echasteis, ¡Cuerpo a tierra...! Aquí, por lo menos, están sentados! No vayas a pensar que no lo llevo solicitado..., pero hay gastos preferentes, y también ocurre que de cuando en vez el propio Ministerio pide su participación en nuestros reptiles...
-Tratándose de un clérigo, ¡eso de pedir lo doy por descontado! Pero, váyase...; ¿no ve que los tiene en posición de firmes?
Tan pronto se ausentó el capellán:
-¡Descanso, ar, que le rendís más honores al Páter que al propio coronel!
Uno de aquellos más descarados, o más sinceros:
-¡Es que, mi teniente, el capellán nos arresta si no le venimos a la Escuela, y un día que vio allá abajo, por la baranda, a un compañero nuestro, cogido de la mano con una mora, le llamó a capítulo, y le arreó una..., tremendísima!
-¿Sin consagrar...? ¡Qué tío...!
Por un instante reflexionó que él no era quien para desautorizar al comandante-capellán, así que trasladó la vista al fondo del aula:
-¿Tú, cabo, qué le estás escribiendo a ese Tirador? ¡Que lo haga el, o pónselo en el encerado, para que nos ilustremos todos, todos a la vez!
-Teniente, es que...; mire, las cosas del corazón..., ¡ni al médico!
-¡Aquí, de privado, sólo las letrinas! La vida particular de cada uno se deja en las taquillas, que bien os lo dije, a muchos de vosotros, aquel día, en el campamento... ¡Aquí todo es de la Patria, y por la Patria, como está mandado!
El beneficiado entendió que debía dar la cara por su cabo, ¡por si lo arrestaba!
-Son sólo pensamientos, mi teniente, y los pensamientos no hacen daño a terceros, que aquí el Cabo me estaba enseñando a redactar una carta...; ¡ya sabe, pensamientos para mi novia, y como sin papel no le llegan...!
-¿Y tú le prestas la novia al cabo? ¡Nada de risas, que quien no conquista a la suya propia, tampoco sirve para asaltar una trinchera! Y luego que tú, que tienes acento gallego, nos estás deshonrando... Aprende a escribir, que lo de redactar viene detrás, de suyo, ¡como la burra del gitano!
-Mire, teniente, el Páter le es como es, pero con esta Academia bien que nos va, que mucho aprendemos, que ya no digo niejo, ni Lujo, ni crejo...
-Me refiero a la escritura, ¡chalado! ¡Y fuera risas..., ar! Desde hoy, si yo sigo aquí, además de hacer cuentas, escribiremos más que un canónigo de Santiajo... Cartas a las chicas...; ¡bonitas, de esas que las enamoran! ¡Pero todos, eh, y en voz alta, sin vergüenzas...! Afinar el oído, que no os he llamado sinvergüenzas...! La vergüenza os la voy a quitar yo..., de un sopapo!
-Teniente Neira, -se atrevió el mismo de antes, - eso de las cartas bonitas me gusta…, para que no me quiten la chica en mi ausencia, pero, y si viene el Páter, y nos coge pecando, engañando a las mozas...? ¡Por escrito, que eso es muy grave!
Operación: Cuñada (31)
Cuartel del Grupo de Tiradores de Ifni
-.-
Gómez Vilabella, Xosé M.
Gómez Vilabella, Xosé M.


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